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Amor a prueba de masacre

Nota de presna que salio publicada en el periodico Página Siete el día 3 de Septiembre de 2017 en la revista Miradas en las páginas 22, 23, 24 y 25

Ni Marina ni Gami imaginaron que tanto ruego y preparativo iba a ser marchitado antes de la hora por la Masacre de la Noche de San Juan, la famosa y triste matanza de obreros.

Lupe Cajías *

"Puede besar a la novia”, aprobó el párroco de Llallagua. "Que la bese, que la bese”, corearon hijos y nietos, y él, trémulo, se atrevió a rozar los labios de la mujer que amó desde las épocas colegiales. Había pasado medio siglo desde el primer matrimonio, aquel que se dio entre llantos, a pocas horas de la Masacre de San Juan.

Un minero boliviano en una jornada de trabajo

"Me han engañado, bromea Gami, me dijeron que sólo era una misa para festejar las Bodas de Oro y ahora ya estoy casado por la Iglesia”. Es alto y de fina estampa, reveladora de sus muchos años de basquetbolista y nadador, boina ploma muy típica de los tradicionales habitantes en los centros mineros, amplias manos y mirada inquieta. Mirada que se detiene en el fino talle de la amada, Marina, por la que venció los obstáculos del destino.

"Recién nos atrevemos a contar nuestra historia, pues por mucho tiempo nos quedó ese sabor triste de habernos casado mientras la gente velaba a sus muertos acumulados en el Sindicato de Trabajadores Mineros de Siglo XX”, dice ella aún melancólica, mientras disfruta el café humeante.

"Soy gustosa”, se sirve un pastel, "pero no engordo”, sonríe.

Marina y Gami renovaron su amor ante la iglesia medio siglo después de su
boda
"No engorda y apenas tiene canas, su cabello es natural”, la contempla el eterno enamorado, padre de sus cinco hijos, que enfrentó la mala voluntad de la suegra y las balas de los militares para conseguir vivir con la muchacha que lo cautivó, la voleibolista de apenas 13 añitos.

"Esperé más de cuatro años para casarme con ella, aunque yo era un coqueto en el colegio y había tenido otras chicas”, recuerda este hombre, Eufronio Gamaliel Gómez Ruiz, nacido el 3 de agosto de 1942, en la víspera de otra masacre, la de Catavi que precipitó la caída de la "rosca minera”.

"Es que así era en las minas; también yo recuerdo cómo bajaron los aviones y ametrallaron a los trabajadores y la bala abrió un agujero en mi vestidito vaporoso, no sé cuándo era, quizá el 65”, completa Marina los recuerdos de amores y muertes.

AMOR COLEGIAL

"Yo soy la hermana mayor de nueve hijos de Mariano Chacón Guzmán y Elvira Ríos Quintanilla, nací el 23 de junio de 1946 (poco antes del colgamiento de Gualberto Villarroel). Desde mis 13 años dejé la escuela para ayudar a mi mamá con mis hermanos menores y trabajando, costurando.

Salí bachiller en el CEMA y estudié para modista en la Academia Technimond. Hasta ahora coso, aunque ya la vista me falla, pero he hecho los vestidos de novia de mis hijas, de quinceaños de mis nietas”.

"Viví en Oruro, luego en Jujuy porque los dueños de la empresa donde trabajaba mi papá lo volvieron a contratar para una mina en el norte argentino. Después la Empresa Catavi comenzó a mejorar (nacionalizada en 1952) y regresamos al país cuando yo tenía seis años”.

"Estudié en el colegio Primero de Mayo en Uncía, provincia Bustillo. Todos iban al colegio en un tren de la empresa que tenía un nombre medio quechua, ese tren llevaba a los estudiantes donde había buenos maestros”.

"Conocí a Gami en el Teatro de Siglo XX, que se llama 31 de Octubre, pero eso también ha cambiado porque en un principio llevaba el nombre de la esposa de Simón Patiño. Ahí llevaban películas de todo tipo, y todos miraban porque era la única distracción”.

"Mantuvimos una relación mediante el deporte, él era deportista al igual que yo. Entonces, cerca de la cancha tuvimos una relación desde mis 13 años. Aunque antes los papás eran muy estrictos, no nos dejaban enamorar, teníamos que conocernos y vernos a ocultas; a pesar que eso atraía consecuencias de embarazo, no conocíamos de la vida, sólo nos acomodábamos al ambiente.

Recuerdo que en mi adolescencia jamás fui a una fiesta, jamás compartí con mis compañeras, jamás fui a los bailes”.

"Tuvimos muchos problemas, especialmente con mi mamá, quien era muy estricta. Hemos debido sufrir para poder casarnos. Me casé a los 21 años a tanta insistencia de mi esposo, mi mamá aceptó, además por mi embarazo que lo planeamos para que pueda aceptar”.

Para él, los recuerdos son parecidos y a la vez distintos.

"Conocí a Marina cuando la Empresa Minera Catavi traía películas de prestigio, esa vez estaban pasado Los Diez Mandamientos. Y la gente entraba al cine, que casi siempre estaba lleno. Un día yo no pude entrar a tiempo y Marina estaba adentro reservando un asiento, pero nadie pudo acompañarla, entonces me cedió el asiento y yo me quedé mirándola y me enamoré. En la noche, la acompañé hasta su casa y le dije si podíamos vernos. Cuando pasaba por la calle Linares, ella salía de la botica, había comprado Mejoral, y chocamos nuevamente, sin planearlo. Después nos encontramos donde le cité, en el cine. Además, como yo era basquetbolista y siempre iba a jugar en las tardes, en la cancha que casualmente estaba cerca de la casa de Marina. Entonces ese lugar se convirtió en nuestro punto de encuentro”.

"La verdad, mi enamoramiento duró siete años, tuvimos que enamorar casi a escondidas porque los parientes de Marina eran un poco malos y celosos. Entonces cuando me encontré con un vecino me dijo -Gamy, por qué no te casas con Marina- y yo le dije es que yo no tengo profesión, no tengo con qué mantenerla. -Él respondió- Pero tú eres hombre, has ido al cuartel, has regresado, trabaja”.

"De ese modo tuve la valentía de avisarle a mi papá que quería casarme y él me dice -hijo, porqué no te casas, yo te voy a ayudar-.

Fuimos a su casa y hemos sido rechazados, teniendo que regresar a mi casa con las seis botellas de cerveza que llevamos. Tres veces tuve la oportunidad de ir a la casa de Marina y siempre fui rechazado por mi suegra porque ella decía que Marina era la mayor y tenía la obligación de ayudarle. Inclusive yo decidí decirle a Marina que quería robarle e irnos a Oruro por una semana, pero Marina no quiso, sólo me dijo -y voy a salir de mi casa con la bendición de mi madre. Si no, no salgo-”.

"Entonces la otra opción (como una estrategia) era embarazarla y tuvimos a una hija que actualmente tiene 51 años y se llama Elizabeth.

Pero aun así mi suegra no quería, pero yo tampoco me rendí y nuevamente pedí la mano. Ella al fin aceptó y dijo que podía casarme en el día del cumpleaños de Marina, que era el 23 de junio”.

Gami no quiso perder la oportunidad y fue corriendo donde su padre para preparar la boda, la ceremonia, el picante con gallinas que había que preparar dos días antes, las bebidas, los discos para el baile. No sabía que Marina recibió una zurra antes de su partida.

APARECen LOS MILITARES

Ni Marina, ni Gami, y mucho menos la suegra, imaginaron que tanto ruego y preparativo iba a ser marchitado antes de la hora por la Masacre de la Noche de San Juan, la famosa y triste matanza de obreros, mujeres y niños en medio del estallido guerrillero al sudeste de Bolivia. Ernesto Che Guevara apenas apunta el sangriento suceso que partió tantas vidas proletarias.

Los muertos en la masacre de San Juan. La Comibol elaboro una lista con las
fotos de las victimas
Marina se estremece al volver a contemplar en su memoria los cuerpos apilados en el sindicato, los llantos y quejidos y la rabia impotente de los dirigentes de Siglo XX.

"Los trabajadores no ganaban como para mantener a una familia, empezaron a reclamar sobre sus sueldos, cuando estaba el presidente (René) Barrientos. Fueron bastantes las manifestaciones que hicieron para que puedan aumentarles el sueldo, porque no les alcanzaba, solamente era para sobrevivir, hacerles estudiar a los hijos costaba demasiado”.

"Ya cerca de San Juan hicieron una manifestación, pero el Presidente no les hizo caso. Más adelante acercándose la fiesta, los trabajadores celebraban a lo grande y la empresa nos repartía unos troncos que servían para quemar y hacer la fogata”.

"Por la fiesta paralizaron la manifestación y por eso mi esposo, que había pedido mi mano un mes antes, quedó de acuerdo con mi familia de casarnos el 24 de junio, justo el día de mi cumpleaños.

Llegó la noche de San Juan y ya estaba todo listo para el 24, porque dijimos que no sea para esa noche del 23 que se hace la fogata y es una fiesta grande allá, porque van a festejar todos los trabajadores y a mi papá le gustaba celebrar.

Los mineros festejaban la llegada de los delegados a Siglo XX con ponches
y té por San Juan
Como ya estaba casi todo listo, hicimos una fogata y dije -voy a estar con ustedes hasta las 10, luego voy a prepararme para mañana-. Nuestros vecinos empezaron desde las ocho de la noche y mi esposo se fue con mi vecino a Llallagua, porque mi esposo vivía allá en el pueblo y yo vivía en el campamento de Siglo XX”.

"Nos fuimos a dormir. Pero a eso de las tres de la mañana empezó a tocar la sirena, nos levantamos diciendo -por qué están tocando la sirena, ¿qué paso?-. Ya no podíamos salir de la casa y mi papá decía asustado -nos están disparando. Y ahora, ¿qué hacemos?-. Mis familiares, que llegaron de Oruro, se metieron bajo las camas, porque las balas traspasaban ”.

"No había caso de hacer un desayuno, miramos por la ventana los soldados correteaban por aquí por allá, junto a la gente que gritaba. No sabíamos todavía qué había pasado en la Plaza del Minero, donde hicieron una fogata grande y se reunieron los dirigentes.

Esa vez de dirigente estaba don René Chacón, hermano de mi papá. Al mediodía salíamos, poco a poco fuimos saliendo, pero ya había muertos por aquí por allá y mi papá preguntando por su hermano; le contaron que medio mareado le habían llevado y le hicieron escapar a la mina, aunque igual lo atraparon y entró a la cárcel para que después lo confinen a Suiza”.

"El Ejército entró de noche, donde era el mercado, el colegio Siglo XX–América. Antes había casetas de calamina de ropa o verdura, y por el río que lo llamamos Río Seco; los militares llegaron en tren, bajaron por la primera bocamina de Cancañiri, entraron por el caminito de dos rieles para pasar al pueblo de Llallagua, entraron detrás de las casetas, nadie los vio y empezaron a poner sus metralletas. Mientras los trabajadores festejaban.

Al día siguiente, que era el 25, mi vecino había quedado herido y nos contó -yo he dado la alarma. Por eso querían matarme, yo he visto cómo estaban detrás de las casetas, con sus bazucas-. Él, viendo a uno de ellos, lo agarradó gritando -¡nos están atacando!- y empezaron a disparar y el dirigente (Roberto) Maisamn había corrido al sindicato mientras sonaba la sirena. Por eso no nos dábamos cuenta, hasta que mi papá decía -nos están disparando-.

Mi esposo decía -qué hacemos?, hay que hablar con los padrinos- y rato después dijo -nos casaremos, aunque sea encerrados -. Nos casamos, con miedo, en la salita de su casa. Las calles estaban llenas de soldados”.

"Cuando estábamos de ida a la casa de Llallagua, en toda la esquina de la cancha de básquet, estaba uno con su metralleta y otro al frente con otra metralleta. Yo recuerdo cómo la gente llorando y gritando velaba a sus muertos. Muchos decían -realmente en calzoncillos nos han encontrado-. Después, los militares buscaban todas las dinamitas y casa por casa entraban a buscar a los dirigentes”.

Recuerdos de un testigo

Ernesto Coca Valdez

Te levantabas muy temprano tipo seis, luego te ponías botas, casco, linterna, eso era lo más importante. Luego, con el sonar de una campana, entrabas rezando a Dios que no te pasara nada, porque había muchos accidentes y muertes, pues la mina era un lugar muy oscuro, con suelos inestables, llenos de agujeros.

Te ponías en manos del Tío, para que te proteja y por eso le dabas coca, alcohol, mixtura durante la ch’alla de Carnavales. Después salías tipo 12 para comer. A mí, por ejemplo, mi hija me llevaba la comida, me daba pena porque era algo lejitos y con tan sólo cinco años venía corriendo.

Luego se supone que tenías que salir a las seis, pero era mentira, salías ocho o nueve de la noche.

Los sucesos de ese 23 de junio, la Masacre de San Juan. Son momentos dolorosos de contar, pero bueno, yo estaba durmiendo porque no me gusta tomar mucho y me fui rápido de la fogata, además que mi compadre me había invitado a su matrimonio al día siguiente.

Pero mientras dormía escuchaba unos ruidos bien fuertes, pensé que eran los juegos pirotécnicos o esas matasuegras, hasta que la sirena tocó en la madrugada. Balazos de metralletas o fusiles rompían mis ventanas, sabía que debía hacer algo, aunque yo no era de las personas que se metían en todo.

Entonces me armé de valor y tipo siete de la mañana salí a ver qué pasaba. Desde lejos vi cómo las mujeres y niños lloraban y gritaban. Fue terrible ver cómo los militares no tenían compasión por nadie, parecían robots disparando a matar. Felizmente, sólo me golpearon y por poco una bala llega a mi cabeza, creo que fue un milagro.

Hasta que me lo encontré a mi compadre que me dijo que la boda del Gami se haría nomás y que si podía aún estaba invitado. Me alisté; la ropita más formal que tenía, como por suerte vivía a la vuelta, fui corriendo. No había caso de nada en la fiesta, estábamos más preocupados por saber cómo llegaría la Marina y el Gami, desde Siglo XX. Pero una vez ya casados bailamos un poquito y sólo charlamos, por respeto a los que estaban afuera.

Al día siguiente no quería salir de mi casa porque entraban los soldados a querer matarte, pero tenía que ir a ver qué pasó con mis compañeros y fui a muchos velorios.

AMOR sin BARRERAS

"Yo nací en Catavi. Mi vida ha sido casi completamente normal, con mis papás, en hora buena, todo feliz. En mi niñez tuve diversión profunda. Me dediqué a estudiar. Mi madre murió por problemas en el parto, cuando yo tenía 12 años. Mi padre, viudo, trabajó hasta 1985, después de la relocalización”.

"Ya bachiller del colegio Primero de Mayo tuve la oportunidad de ir al cuartel, porque mi padre me dijo -si no tienes tu libreta militar, tú no vas a entrar a la casa-. De esa forma fui al cuartel Mariscal Sucre. Pasé casi nueve meses con la esperanza de entrar a la universidad, pero no fue posible. Así que tuve que trabajar por cinco años y después recién tuve la oportunidad de ir a estudiar a la Normal de Sucre”.

"Fui a trabajar a la escuela Potosí, por 10 años y estuve muy bien, porque tenía muchas facilidades con respecto a la alimentación, a la vivienda. Teníamos la oportunidad de tener los artículos de primer nivel”.

"El básquet es mi pasión, desde pequeño he practicado y lo seguiré haciendo hasta que muera.

Tuve grandes entrenadores, como el padre Marcelo, don Edgar Pozo, entrenadores que venían desde La Paz. Entonces se me dio la oportunidad de jugar y me esforcé estando en la selección del colegio Primero de Mayo, en la selección de Llallagua; hemos jugando con equipos de La Paz, de Huanuni, de Oruro y llegaron otros famosos norteamericanos.

Hicimos un campeonato nacional en la cancha Irineo Pimentel, esa vez la empresa construyó los pisos de parquet y trajo los tableros de vidrio desde Oruro. Jugamos y salimos penúltimos, pero las mujeres de la selección salieron campeonas con una gran jugadora que era mi amiga, Paulina Medrano.

Por eso, actualmente la cancha de Siglo XX se llama así, gracias a esta jugadora que salió campeona nacional”.

"Trabajaba para poderme casar con mi Marinita, hasta que su mamá aceptó. Alisté todo para que el matrimonio sea bueno: la comida, la bebida, todo lo necesario para un buen matrimonio. Día antes, o sea el 23, que era la noche de San Juan, me fui un rato a casa de Marina para atender a mis suegros y animarlos para que nos casemos alegres; pero esa noche el Ejército entró a Siglo XX a las 11 de la noche y se escondieron un buen rato, horas después había toda una masacre a los trabajadores, por parte del presidente Barrientos”.

"Entonces, yo me fui un poquito mareado, llegué a mi casa y le dije papá -la verdad es que yo no voy a poderme casar, porque hay líos en la empresa- pero él respondió -pero hijo, tanto tiempo estás luchando por casarte. Lo que tienes que hacer es consultar a tus padrinos de matrimonio, don Carlitos Arauco-, con quien nos encontramos, y le dije -creo que voy a postergar-, pero él insistió -no hijo, vos te casas- y así decidimos. -Yo voy donde el notario y vos donde tu suegro, dile que venga a las tres de la tarde, con tu suegra. Con tu papá, más o menos como unos 10 a 15 personas vamos a estar, y listo-.

"De ese modo tuve que ir donde mi suegro, lo he citado, y a las tres de la tarde estuvimos de camino a la sala, que actualmente es la clínica de mi hija menor; hicimos los preparativos y cerramos la puerta para que nadie más entre”.

"Prácticamente me casé con todos los ritos o todo lo reglamentado sobre el matrimonio y tuve la oportunidad de acompañar a su casa, a mis suegros, porque ambos estaban mareados y no querían quedarse. Yo decía -pero papá quédate, aquí vas a dormir- y él era de - no, yo me voy- entonces tuvimos que irnos. Agarré a mi suegra con mi mano derecha y a mis compadres en la mano izquierda; pasamos por la calle Linares, llegamos a la Plaza del Minero en Siglo XX, y nos miraban los soldados, nos decían -estos borrachitos siguen, no escarmientan nada-”.

"Desde ese momento mi esposa, doña Marina Chacón ,sigue viviendo conmigo y seguimos con esa vida de matrimonio, que ya cumple 50 años”.

"Para mí, mi familia es de lo mejor. Porque realmente he tratado de ser feliz, porque tuve un amigo que se llama Filemón Escobar, quien nos habló respecto al matrimonio. Recuerdo que él me decía: ‘Tener una amiga, es una responsabilidad; tener una mujer, es doble responsabilidad y tener un hijo, es triple responsabilidad. Deben trabajar y mantener, haciendo lo mejor posible de su matrimonio’”.

"Prácticamente nosotros, que tuvimos bastante cariño en los siete años, sentimos en carne propia lo que es el amor de verdad. Actualmente los jóvenes en la calle caminan abrazándose, besándose y un montón de acciones que yo nunca he realizado, porque hasta agarrarse de la mano era casi un pecado y yo tenía que ser todo un caballero.

Es así como yo siempre actúo con ese pensamiento respecto al matrimonio. El amor es lo mejor que puede existir en la vida y hay que vivirla, hay que sentirla, hay que ser felices. Eso es lo más importante. Por eso mi esposa siempre está a mi lado en las buenas y en las malas”.

Elvira tiene actualmente 96 años y también recuerda con coraje aquella historia de amor a la que se opuso por temor a que su hija sufra privaciones. En su versión, eran muy jóvenes y con escasos ahorros. "Perdí a Marinita, mi adoración, mi tesoro”.

"¡Uy¡ me puse furiosa, renegué mucho, aunque me duela decirlo, pero la pegué harto y más aún cuando me enteré de su embarazo. Sabía que el Gami estaba afuera esperando y quería pegarle a él más. No quería que se casen, pero luego me di cuenta que ella tenía que estar a su lado y cuidar a su hijo para formar una buena familia”.

BODAS DE ORO

El sacerdote no los puede creer, qué historia de amor, qué ejemplo. Gami se siente feliz, jubilado después de 36 años en el magisterio, pudo criar a sus cinco hijos, todos profesionales. "Sigo jugando básquet y en ajedrez nadie me gana. La vida fue buena conmigo y vivo en un lugar hermoso que tiene todo, un clima no tan frío, medios de comunicación, buen trasporte y movimiento económico, además de la Universidad Siglo XX”. Termina su té, mientras toma de la mano a Marina.

Ella también se siente bendecida, por tanto amor en su vida. Ahora pertenece a la Federación de Micro y Pequeños productores del Norte de Potosí. Preparan otras actividades por si se acaba la minería, plantaciones agrícolas, tejidos, artesanías. A sus 71 años siente que le faltan muchas tareas que cumplir...

* Con datos originales de María de los Ángeles Chacón Gómez. imagen imagen imagen imagen

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