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El yacaré común

El yacaré común es también conocido como yacaré negro y tiene el nombre científico de Caimán Yacaré. Es un descendiente de los antiguos dinosaurios que habita los ríos, esteros y lagunas del centro de Sudamérica. Es común hallarlos en la región oriental de Bolivia.

Para saber mas puede accesar

https://es.wikipedia.org/wiki/Caiman_yacare


Las cuatro estaciones del partido de Carlos Palenque

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día 30 de Septiembre de 2018 en la revista rasca Cielos


Entre 1988 y 1997, Conciencia de Patria (Condepa) vivió con sobresaltos. El partido nacido de “La Tribuna Libre del Pueblo” vivió cuatro fases encarnadas en igual número de personalidades: Reynaldo Venegas, Andrés Soliz Rada, Julio Mantilla y Ricardo Paz Ballivián. Acá, una crónica tardía de ese recorrido.

Rafael Archondo

Caravana

En la madrugada del miércoles 21 de septiembre de 1988, decenas de personas se aglomeraron en las cercanías de aquella vieja casona construida sobre la calle Bolívar, a solo dos cuadras por encima de la plaza Murillo. Ninguna novedad. El lugar solía estar colmado, sobre todo desde junio de ese año, cuando el gobierno anunció la clausura, por un año, de Radio y Televisión Popular (RTP), la emisora y el canal, donde Carlos Palenque Avilés irrumpió en la vida pública de la capital.

El cielo, aún perforado de estrellas, cubría con su frazada oscura la ciudad adormecida. Los conductores de camionetas y buses, estacionados en hilera, negociaban con los asistentes un asiento para el viaje en ciernes. Muchos de ellos, los más fanáticos, habían pernoctado allí para asegurarse un lugar en el acontecimiento tan perifoneado.

FOTOS VERÓNICA PALENQUE

De pronto, desde uno de los motorizados salió el grito ansiado: “¿Quiénes quieren ir en ésta?...”. Logré subirme sigilosamente en la parte de atrás, ayudado por mi credencial de periodista. Dio la casualidad de que en la cabina esperaba ya la Comadre Remedios y su mamá, todo un privilegio para sus apiñados acompañantes. Una caravana de 13 vehículos partía en dirección a Tiwanacu, el mítico poblado de tantos rituales andinos.

Al pasar por una suerte de mirador natural a un costado de la carretera, la travesía hizo un paréntesis religioso. Palenque ya estaba ahí, participando de una ceremonia alumbrada por los primeros destellos del amanecer. Me acerqué lo más que pude para verlo. Remedios, nuestra pequeña copiloto, se abrió espacio a un costado del abrigado caudillo. Los braseros humeantes circulaban entre los seguidores del nuevo partido político, aymaras en su inmensa mayoría.

Al llegar a Tiwanacu, el día ya estaba instalado sobre su brillo inicial. No accedimos al templete de la zona arqueológica. Un grupo aguerrido de indianistas estaba ahí para impedir el uso del perímetro lleno de simbolismos. Al grito de “¡Muera Palenque!”, esperaban atrincherados en los ingresos.

Los nuevos dirigentes de Conciencia de Patria (Condepa) fueron entrando uno por uno, casi en desfile clandestino, a una casa situada en la plaza principal, desde cuyo balcón fue leído un documento de 21 puntos. Tres hombres se encargaron de los discursos, usando un afónico megáfono fijado a la fachada con un gordo nudo de alambres: Reynaldo Venegas, diputado del MNR por el departamento de Oruro, Genaro Torres, presidente del Comité de Defensa de RTP y el propio Palenque, siempre al centro, con una bufanda a cuadros. Una bandera boliviana cubría como falda el rústico balcón de aquel inmueble descolorido. Al medio, prendido por tachuelas, el único afiche del movimiento, la foto en blanco y negro de Carlos y Mónica, la pareja líder, sonrientes.

A las 11 de la mañana, la caravana de buses y camionetas empezó el lento retorno a La Paz. Un nuevo partido iniciaba su andadura hacia las elecciones presidenciales de 1989. Le esperaba un sorpresivo cuarto lugar, con un 12% de los votos y una abultada victoria en el departamento de La Paz.

Estallido

Una orden emanada de la Corte de Distrito había interrumpido la clausura de los medios palenquistas por casi tres meses. La ratificación del silenciamiento por parte de la Corte Suprema en Sucre, fue notificada a la prensa el jueves 3 de noviembre de aquel 1988. Era una agonía judicial en dos tiempos.

La noticia detonó una explosión popular pocas veces vista. Miles de sindicatos de estandarte tricolor e indignadas mujeres de pollera llenaron con sus gritos y sollozos la plaza San Francisco la tarde del martes 8 de noviembre, día en el que RTP volvía a apagar sus equipos. La plaza hervía de furia. Un grito incesante se fue expandiendo entre la muchedumbre: “¡Condepa, Condepa, Condepa al poder!”. De manera instintiva, la gente blandía el puño y Palenque iniciaba su vida política con una plaza erizada. Ahí y no tanto el 21 de septiembre, se acunaba el huracán que abarcaría una década de cuantiosas cosechas electorales.

El 4 de mayo del año siguiente, San Francisco volvería a quedar a tope. Condepa cerraba campaña, Palenque vestía de poncho, el color del partido era el café de la tierra, la plancha de dirigentes ya estaba llena y la cantidad de aymaras que secundaban al Compadre aquella madrugada del 21 de septiembre en Tiwanacu, se había diluido considerablemente. El partido había sido “capturado” por rostros conocidos, políticos de diverso origen, profesionales del quehacer parlamentario. Acá retratamos a cuatro de ellos.

ILUSTRACIÓN SERGIO SALAZAR / DGR-UCB Rivales

La toma de Condepa empezó dos meses antes del Manifiesto de 21 puntos. Producida la clausura de RTP, Reynaldo Venegas, hoy ya fallecido, fue el único diputado que usó su curul para protestar por la decisión de su partido de clausurar los dos medios de comunicación. El orureño, ducho en leyes, logró colocarse estratégicamente al lado del exfolklorista y conductor de programas a la hora de redactar memoriales y apelaciones. Venegas logró que la Corte de Distrito de La Paz resolviera la reposición de las emisiones el 8 de agosto.

Convencido de que el movimiento derivaría muy pronto en una sigla partidaria, Venegas atrajo tras de sí al grupo Bolivia, un cenáculo de políticos de orientación nacionalista, muchos de ellos con una clara inclinación conservadora. Ahí figuraba Jorge Escobari Cusicanqui, quien a sus 62 años, se decidía por la vida partidaria tras haber sido canciller del fugaz gobierno del general David Padilla Arancibia en un año clave para cualquier diplomático: el primer centenario de la pérdida del Litoral.

El 8 de octubre de ese 1988 fundacional, Venegas declaraba que el naciente partido no estaba “ni con la izquierda extremista y alienante ni con la derecha dependiente, sino con el verdadero nacionalismo revolucionario”. Venegas se había distanciado del MNR que lo llevó a la cámara baja, porque lo consideraba un partido que, de la mano de Sánchez de Lozada, había arriado las banderas de abril de 1952. Su obsesión en el Congreso era el proyecto poli-metalúrgico Bolívar, un ingenio industrial soñado por ingenieros patriotas.

Aquel fin de año de 1988 fue clave para operar la toma de la dirección partidaria. Los medios estaban clausurados. Aunque Palenque fue acogido por radio Méndez primero y por radio Continental más tarde, la movilización social fue declinando y el asedio del gobierno se hizo cada vez más severo. Las labores del partido, como recolectar 27 mil firmas para lograr su personería jurídica, organizar visitas que mantuvieran el nexo con la gente, buscar alguna llegada a otros departamentos, fueron mejorando las condiciones para el desembarco de los nuevos dirigentes. Defender RTP requería de cualidadesdiferentes que las usadas para redactar proclamas o proponer un plan de gobierno.

Dos fracciones avanzaban en busca del núcleo del movimiento: el grupo Bolivia y el grupo Octubre. Los primeros, los amigos de Venegas, el número dos del naciente partido; los segundos, los impulsores de la izquierda nacional, dirigidos por el periodista y abogado Andrés Soliz Rada, también fallecido.

Aquel 8 de noviembre de la segunda clausura de RTP, busqué a Soliz en las puertas del edificio de la Federación de Fabriles cuando la multitud ya se dispersaba. Le dije que me interesaba entrevistarlo. Soliz no quería entrevistas, necesitaba brazos y cerebros que apuntalaran su grupo interno dentro del naciente partido. Frente a una taza de café, el hombre que acababa de dejar la dirección informativa de un canal de televisión, y mantenía cercanía con la agencia France Press, me advirtió sobre el peligro de que la derecha se apoderara de la mente y el corazón del Compadre. “A nadie le conviene que este movimiento se transforme en una derivación del fascismo”. Creo recordar esa frase casi textual. Soliz se percibía a sí mismo como una puerta de acceso para una izquierda que por entonces no se había podido recuperar del desplome de la UDP, sucedido hace solo tres años.

Cooperé con él durante dos años, primero a fondo, y luego con una creciente desconfianza por un proceso que se nublaba cada vez más con diversas y caóticas incorporaciones. El 12 de febrero de 1989, Venegas terminaba expulsado del nuevo partido. Menuda sorpresa. La ofensiva de Soliz cosechaba su primer fruto. El abogado orureño aspiraba a ocupar el primer lugar en la lista de candidatos al parlamento por el departamento de La Paz. El lugar iba a corresponder a Remedios Loza, la fiel escudera de Carlos Palenque. Venegas, un mal calculador, pensó que ir como segundo de la lista era una apuesta arriesgada. Tanto insistió en tener predominancia, que acabó fuera. Luego se arrepentiría. Los curules asegurados no fueron ni uno ni dos, sino nueve.

Reynaldo Venegas.

Ofensiva

Noviembre de 1988. Un grupo de señores se reúnen en una casa de la zona sur. Son los nuevos condepistas. Ninguno de ellos salió a manifestarse cuando en junio de ese año, la Dirección General de Telecomunicaciones (DGT) dispuso la clausura de RTP. Es más, alguno de ellos incluso firmó un documento aplaudiendo la medida. Con el paso de varios años de lealtad, aquel error pudo ser olvidado justicieramente.

Ese domingo, los congregados hacen un balance de lo logrado hasta ese momento. Dibujan un mapa mental en el que se colorean los avances de los seguidores de Venegas y de los presentes. Está claro que necesitan más incorporaciones. Dos son los convocados más citados: Ricardo Paz y Julio Mantilla, dos hombres que se trenzarían pronto en una rivalidad de larga data.

Gonzalo Ruiz Paz, hoy fallecido, quien varios años después se convertiría en esposo de la periodista Cristina Corrales, sube las escaleras del monoblock de la UMSA rumbo a la Decanatura de Ciencias Sociales. Allí lo espera un hombre robusto y emotivo. Su nombre es Julio Mantilla Cuéllar, también fallecido, y un olvidado de la historia política de Bolivia.

Mantilla comenzó su vida militante en el Partido Comunista de Bolivia (PCB), fundado en la década del 50, donde se entremezcló con la membresía campesina, dentro de lo que se consideraba a sí mismo como un partido obrero.

Esa decisión fue importante para su trayectoria. Mantilla se vio en la necesidad de explicarle a los campesinos aymaras y quechuas que la vanguardia de la revolución no eran ellos, sino los asalariados de las fábricas, las minas y los ferrocarriles. Decirles que eran “furgón de cola” de la revolución no parecía ni pertinente ni sagaz. En el periódico del PCB, Unidad, firmaba con un pseudónimo de sazón precolombina: Juanito Lupi Kala.

Andrés Solíz Rada.

Ante ese reto, desarrollado en años de dictadura, se fue dando cuenta de que entre campesinos y obreros había una conexión indestructible; todos ellos eran indígenas. Entonces fue puliendo el lazo para hacerlo fecundo.

Escarbó en la Historia del país y se encontró con los pasos del nacionalismo precursor de la Revolución de 1952. Allí detectó la alianza ansiada entre sus dos interlocutores y subrayó el nombre del ex presidente mártir, Gualberto Villarroel. Mantilla estudió el Congreso Indigenal de 1945, convocado por ese gobierno militar y conoció a Antonio Álvarez Mamani, quien presidió el cónclave.

Ahí Mantilla se convirtió en un nacionalista de matriz indígena.

Cuando su partido, el PCB, ascendió al poder en 1982, se plegó al sector salud, desde donde respaldó los comités populares de salud, que organizaron farmacias y atención médica para los más pobres.

Tras el fracaso de ese gobierno, Mantilla se replegó a la Universidad. El puente de ideas con los miembros del grupo Octubre ya estaba tendido. Gonzalo Ruiz Paz lo convenció de jurar a Condepa. No tardó nada en transformarse en una figura central. Elegido diputado en 1989, Mantilla fue el arquitecto de la simbología partidaria. Palenque se revestía de las ocurrencias mantillistas.

En 1991, Julio fue elegido alcalde de La Paz, meta que Palenque no consiguió dos años antes. Condepa gobernaba la ciudad más importante del país. Mantilla fue expulsado del partido y a raíz de ello compitió por la reelección con una sigla prestada, la del MNR. El periodista Carlos Soria Galvarro ha publicado una carta que le dirigió Mantilla en su fase más crítica. En ella, el exalcalde, fallecido en 2012, cuenta que quienes lo echaron del partido fueron Ricardo Paz Ballivián y Mónica Medina de Palenque. Esta última lo reemplazó en la silla municipal tras casi empatar con él en las urnas en 1993. “Intenté una jugada riesgosa, que hoy reconozco como mi primer error político: la alianza con el MNR”, escribe el exalcalde. “Me equivoqué y perdí”, señala más adelante.

Julio Mantilla.

En la carta, Mantilla confirma que tras su enjuiciamiento por parte de la nueva directiva municipal, su situacióneconómica se tornó catastrófica. Seis años después de su muerte en Sipe Sipe, Cochabamba, corresponde ir recuperando su obra y pensamiento.

Julio Mantilla ingresó a Condepa en diciembre de 1988. Lo hizo lo suficientemente tarde como para no encontrar espacios vacantes, pero lo suficientemente temprano como para activar la campaña electoral en puertas. Se transformó en pieza central de la irradiación discursiva.

Su primer puesto fue el de jefe departamental de La Paz. La función lo colocaba en directa relación con la gente, pero sobre todo, en fricción creativa con la mayor parte de la militancia de un partido con fuerte implantación regional. Cuando se distribuyeron las colocaciones en las listas de candidatos, Mantilla resultó fuera de la llamada “franja de seguridad”. A diferencia de Venegas, no hizo ningún reclamo. Para sorpresa de todos, el partido lograba dos senadores y nueve diputados, Mantilla entre ellos.

Toma y retoma

Para 1989, el grupo Octubre ya había ocupado gran parte del escenario. Los aymaras que lo fundaron y que organizaron el Comité de Defensa de RTP no tuvieron más remedio que desalojar los puestos de mando. La mayoría de ellos se había educado en las filas de ADN, el partido del general Banzer. Para algunos, como Genaro Torres y Mario Valda, reemplazado sorpresivamente por el recién llegado Mantilla, el partido se había llenado de “comunistas”. El 22 de abril de ese año, ambos fundaban una nueva entidad de efímera duración: Condepa nacionalista. El 3 de septiembre de 1992, con Mantilla ya ejerciendo como exitoso alcalde, el senador condepista José Taboada denunció: “Hay un entorno comunista y familiar”. El 12 de diciembre, casi confirmando tales reproches, jura al partido el dirigente fabril Daniel Santalla. Él, junto a Soliz Rada, serían los dos ex seguidores de Palenque, que casi dos décadas más adelante, se unirían al gabinete de Evo Morales.

En 1993, Ricardo Paz Ballivián, sociólogo con estudios en México, exsimpatizante del MIR antes del surgimiento de Condepa, ya había perfilado su ascenso dentro del partido de Carlos Palenque. Junto a Carlos Cordero, Paz se fue convirtiendo en un asesor cercano de la familia del caudillo. Así, mientras Mantilla invertía sus desbordantes energías en el gobierno municipal, Paz tejía influencias desde la secretaría de desarrollo social de la Corporación de Desarrollo de La Paz (Cordepaz), cuota de poder que el MIR le entregó a Condepa por haber propiciado la formación del llamado Acuerdo Patriótico, en alianza con ADN. Poco a poco, Paz fue desplazando al grupo Octubre de la órbita de las decisiones. Su discurso giraba en torno a la necesidad de una renovación generacional, de la que Mónica Medina, pero también Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba y Johnny Fernández, alcalde de Santa Cruz, estaban invitados a participar. Ricardo Paz Ballivián.

El 29 de agosto de 1993, el alcalde Mantilla anuncia que irá a la reelección “con Condepa o sin ella”. Ricardo Paz responde el 2 de septiembre que el edil no es “imprescindible”. Jorge Medina, el también fallecido padre de Mónica, la esposa de Palenque, ratifica lo dicho por Paz. El 8 de ese mismo mes, Mantilla abandona el partido y el 2 de octubre firma un acuerdo con el MNR. El impulsor del acercamiento es Guillermo Bedregal, político ansioso por ganar fuerza frente a la impronta neoliberal del ya presidente Sánchez de Lozada. La fase de Ricardo Paz en Condepa apenas comenzaba. El siguiente paso fue su postulación como diputado y la elección de Mónica como aspirante a gobernar el municipio, hecho que cristalizó el 10 de diciembre.

El reinado de Paz duró los tres años siguientes. El 10 de septiembre de 1996 sufriría el mismo trato que su rival: la expulsión. Al saber la noticia, Mónica le lanzaría a Palenque una frase memorable: “Amor, no te equivoques”. Corre el mes emblemático, aquel de Tiwanacu, y la pareja símbolo del partido está fracturada. El día 25, Condepa clausura su primer congreso nacional en el que se ratifica la vigencia de un Palenque que ya aparece ante todos como el señor que tramita su divorcio. Éste arranca formalmente el 14 de noviembre. Tres semanas antes Mónica y Ricardo Paz anuncian la creación de un nuevo partido: Bolivia Insurgente. El 6 de diciembre, los seguidores de la exalcaldesa convocan a lo que bautizan como “el Monicazo”. Varios operarios llegan a San Francisco para montar las tarimas del acto. Minutos más tarde, puñados de jóvenes comienzan a hostilizarlos. Organizados para “reventar” el encuentro, los grupos de choque multiplican los pugilatos. En cuestión de media hora, las llamas devoran los tablones de la plataforma. Bolivia Insurgente arde con ellos.

El 8 de marzo del año siguiente, un rayo cae macizo sobre la ya frágil estructura del Condepismo. Un infarto acaba con la vida de Carlos Palenque. La tragedia coincide con la confrontación entre los esposos y muchos seguidores le atribuyen el paro cardiaco a las maquinaciones que terminaron por escindir la cúpula del partido. Llegaba la hora para el retorno final de Soliz Rada, quien junto a Remedios Loza, terminaría por administrar la agonía final del partido.

Se ha dicho reiteradamente que Condepa fue el fenómeno social que precedió y aceleró la llegada del MAS al poder. Dicha afirmación es altamente convincente. Desde 1988, los paceños y alteños se indispusieron precozmente con el neoliberalismo. En tal sentido, su mudanza de Palenque a Evo no resultó descabellada. Si eso es así, de nuestros cuatro personajes descritos, el que mejor condensa ese tránsito es Andrés Soliz Rada, el hombre que estableció con su presencia el puente entre aquel inicio en Tiwanacu y la nacionalización del gas casi dos décadas después.

El cacao amazónico boliviano

El cacao amazónico boliviano, fue elegido entre los 15 mejores del mundo. La participación del cacao boliviano en eventos internacionales permite mostrar la calidad y los logros alcanzados en su producción.

Fruto que Nace directamente del tronco, su árbol mide 6 a 7 metros y sus hojas lustrosas hasta 30 cm de longitud

Con una cáscara dura y su fruto con una capa blanca y dulce, al consumir el fruto queda la semilla del cacao, donde se expone al sol para ser secado y luego seguir el proceso de elaboración del chocolate artesanal sin conservantes directo para ser consumido

Muchos países buscan este chocolate para luego ser industrializado por su alto contenido de grasas saludables, sabor incomparable, proteínas e infinidad de vitaminas.

Esta Planta da el fruto varias veces al año, lo que nos hace ricos en la producción del chocolate artesanal

Para aprender mas sobre este fruto amazonico puede consultar

https://es.wikipedia.org/wiki/Theobroma_cacao


































Historia de la explotacion de la goma en Bolivia

En los anos 1980 se hizo una produccion de telenovela llamada Safiro que cuenta la historia de la explotacion de la goma en Bolivia, el nombre de la produccion es SAFIRO

Resumen - 1er. Telenovela Boliviana "LOS PIONEROS" (1990) - Safipro Oficial - (Ricardo Alfonso)

LOS PIONEROS, considerada la primer telenovela de 40 capítulos realizada por SAFIPRO y dirigida por Enrique Alfonso, que relata la tarea emprendida hace un siglo atrás, por un grupo de hombres audaces, que atraídos por la abundante riqueza de la siringa, realizaron una importante labor, generando riquezas, fundando pueblos, sentando soberanía y creando un verdadero imperio en torno a la explotación de la valiosa goma.

Esta historia, que alcanza la dimensión de una epopeya, narra por su parte la visión y el esfuerzo desplegados por la clase dominante de aquella época, y por la otra, la explotación misericorde de la que es objeto el siringuero, convergiendo ambas realidades en un postrer encuentro que sintetiza el surgimiento y la perpetración de esa extensa región del oriente boliviano.

Personajes extraordinarios de la vida real como Nicolás Suárez, Antonio vaca Diez, miembros de la familia Roca se entremezclan con otros nacidos de la ficción, articulándose de esta manera una genuina historia, de los que se ha dado por denominar el IMPERIO DE LA GOMA .

PROTAGONISTAS: Milton Cortez - Marisol Mendez - Mónica Landívar - Enrique Alfonso - Carlos Ortiz - Betty Justiniano - Maria del Carmen de Alfonso - Raúl Bauer - Willy Grunbaum - Antonio Anzoategui "El Camba Florencio" - Etelvina Peña - Julio Kempff - Luis Valenzuela

Para saber mas de esta novela puede accesar el siguinte enlace

https://es.wikipedia.org/wiki/Los_Pioneros

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=I0Q2EeeG9To

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Fuente:


Fuente: https://youtu.be/lVL6S2mNR70


¿Suicidio o asesinato? Las últimas horas de GERMÁN BUSCH

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete ne la revista rasca Cielos el día domingo 19 de  Agosto de 2018

Darwin Pinto Cascán

INTERLUDIO

Desde el viernes 18 de agosto en que José Rosa Quiroga le sacó el primer diente, Germán Busch no va a Palacio Quemado. Ya son cuatro días. No sólo está adolorido; está indispuesto. Los enemigos le cuestionan su gobierno y no quiere burlas por su apariencia. Le faltan dos dientes. Los diarios son tan terribles como los escribidores a sueldo. Por eso gobierna desde su casa que, aún siendo el hombre más poderoso del país, paga con un crédito bancario, como un sujeto cualquiera.


Por las noches despierta sobresaltado, ve a Matilde a su lado, cierra sus ojos de jaguar y se ve otra vez en las urgencias de la guerra, en las inquinas de la paz. Lo ve a Hoschschild y a sus intelectuales vasallos demoliendo su imagen a golpes de tinta y lo corroe la duda de si Patiño le ha puesto precio a su cabeza...

Pero en medio de ese páramo nocturno, se reconforta en un suspiro sabiendo que en la pieza de al lado duermen sus hijos Germán, Orlando y Waldo, aunque uno de ellos está enfermo. Le ha donado sangre. Mientras, Gloria crece en el vientre de Matilde, que sigue dormida a su lado.

En las treguas que le dan las turbulencias del sueño se reconforta sabiendo que ha dotado a Bolivia de una gran Constitución, que abolió la esclavitud, dictó el primer Código de Trabajo, expulsó a Paraguay de Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz sin pegar un tiro, obtuvo un puerto sobre el río Paraguay para salir al Atlántico, firmó la paz con Asunción en condiciones tan buenas que si los militares perdieron la guerra, se puede decir que los diplomáticos ganaron la paz. Sin vencedores ni vencidos. Pero ha hecho más: Selló la nacionalización del petróleo que inició Toro y acaba de nacionalizar las divisas de los Barones del Estaño que antes de él eran los amos de Bolivia. ¿Qué tan amos? Bueno, ponían y sacaban presidentes según el peso de sus libras esterlinas.

Busch no es ningún ingenuo. Sabe que les ha tocado el bolsillo a los intocables y sabe que lo pueden matar. Dos meses atrás, el 7 de junio de 1939, en el discurso de la nacionalización de las divisas de los Barones del Estaño ha dicho: “He medido la magnitud del paso que doy y sé que me acechan peligros. Los afronto y si por ello cae mi gobierno, habrá caído con una gran bandera: la de la emancipación económica de Bolivia”. Él no sabe que esas palabras son proféticas. O tal vez sí, por eso las dice. Para que conste.

Un coche pasa por la calle Rosendo Villalobos rompiendo el silencio de Miraflores. Abre los ojos. Su vida es la de un meteorito en curso de colisión. Lo sabe, pero también sabe que falta mucho para acabar su obra. No es fácil, como no ha sido fácil esta noche de terrible dolor en la boca. Como no ha sido fácil nada en su vida.

OBERTURA

Por eso cuando a las 8:30 de ese martes 22 de agosto de 1939 su cuñado Eliodoro Carmona se levanta de la cama y su concuñado Ricardo Goitia sale de la casa, el coronel Víctor Germán Busch Becerra está despierto, pero en cama.

El coronel Eliodoro Carmona y su esposa Elisa Tornee, viven en la misma casa que Busch. El mayor Ricardo Goitia, casado con Lya Carmona, hermana de Matilde y Eliodoro, vive en Guaqui, donde comanda el regimiento Castrillo, pero llegó ayer a la casa para el cumpleaños de Eliodoro, más tarde, hoy.

FOTOS: ARCHIVO DARWIN PINTO

A las 9:15 llega el ministro de Gobierno, Vicente Leytón, para felicitar a Carmona, pero es llamado por Busch que sigue en su lecho. Dieciséis días después, en su declaración ante el juzgado Segundo de Instrucción en lo Penal, asociado de la Fiscalía de Distrito de La Paz, Leytón dirá que Busch estaba de buen ánimo.

A las 9:30 Carmona se va a Palacio como todos los días. A las 9:35 sale Leytón del dormitorio de Busch y entra el mozo Francisco Medina, totémico y fortachón excombatiente orureño, servicio personal de este presidente constitucional devenido en dictador hace cuatro meses, porque cree que sólo así, en dictadura, anula la influencia política de la maldita rosca minera. Medina trae el despacho de la Presidencia en el que vienen unas cartas de Cochabamba, enviadas por el cuñado de Busch, Alberto Natusch Velasco.

Está en eso cuando a las 11:00 llegan el Ministro Mollinedo (Higiene) y el canciller Carlos Salinas Aramayo. Busch los recibe en el dormitorio y le pide a Matilde empanadas y cerveza, aunque Salinas dirá en sus declaraciones que sólo fueron empanadas. Los atiende y se van.

A las 12:00 llega el ministro de Hacienda, Fernando Pou Mont. Hablan de los planes económicos del Gobierno. A 12:30 vuelve Eliodoro Carmona y halla a Busch con Pou Mont en el dormitorio. Busch le reclama por qué fue a la oficina en su cumpleaños. “Le respondí que era nuestra costumbre tener todo al día”. El Dictador le pide que invite un coctel, “que hice subir al hall”, dirá Carmona en su declaración cuatro días después.

A las 13:00 vuelve Ricardo Goitia, su concuñado, y le dice a Busch que debe retornar a Guaqui. Busch le pide que se quede para la cena. Es que, si Goitia vino desde Guaqui, a 92 kilómetros, con la esposa y los hijos para el cumpleaños de Carmona, ¿por qué quiere irse antes de la fiesta? Durante la magra investigación tras los sucesos que ocurrirán horas después, nunca le preguntarán a Goitia qué asuntos lo sacaron de la casa esa mañana y por qué luego se quiso ir tan pronto.

El mozo Medina y el cocinero tarijeño Francisco Pérez sirven el almuerzo. En la mesa están los Busch Carmona (Germán y Matilde), los Carmona Tornee (Eliodoro y Elisa) y los Goitia Carmona (Ricardo y Lya). El único ajeno es Pou Mont.

Después de comer, Eliodoro quiere volver a Palacio, pero Germán le dice que es su cumpleaños, que se quede. Y se queda.

A las 15:00 Busch entra a trabajar en la terraza de vidrios. Matilde dirá que Elisa lo vio triste, con unos papeles en las manos. “Desde esa hora Germán habló con todos sobre las cartas y los anónimos que traían adjuntas”. El Dictador está contrariado. Sube Carmona y él le pide: “Suegrita, buscá radio El Mundo, de Buenos Aires”. Quiere despejarse. Germán es de poner apodos a la gente que quiere. Al cuñado le dice “Suegrita”, y a su esposa le dice “Marida”.

En la tarde recibe de nuevo al Canciller y al ministro Navajas Trigo (Educación), además del Contralor, Pablo Asciani y a Medardo Solares, un contratista que debe dragar el río Ichilo, además de encargarse de la dotación eléctrica para Santa Cruz de la Sierra.

Germán Busch (der) visita a su padre Pedro Busch (centro). Aún no era Presidente. Era Jefe del Estado Mayor General. Solares dirá que Busch le leyó la carta de su cuñado Natusch. “Dijo que esa gente que lo atacaba era imposible contentarla y en broma agregó que convocaría a propuestas para la Presidencia, debiendo el candidato ser patriota honrado y gran estadista. A lo que Asciani agregó: ‘Y bien machito’”. Entonces en un margen de la carta de Natusch, Busch escribió: “Estén tranquilos”.

Sube otra vez Carmona para decir que llamó el dentista. Asciani y Solares bajan al hall y entra Matilde con la esposa del coronel Antenor Ichazo, que se disculpa con Busch por no haber ido a la misa de cabo de año de su madre en Cochabamba. También le dice que el coronel Ichazo quiere hablarle. Germán contesta: “Que venga”. Sí, el coronel Ichazo quiere hablarle…

Debe haber mucha cercanía entre la mujer de Ichazo y Matilde, como para que hayan esperado en el dormitorio a que Busch se libere de sus ministros, y no en el recibidor de abajo, que sería lo habitual. Esperaron en el dormitorio.

Además ¿por qué Ichazo manda a su mujer para pedir audiencia, si es viejo conocido de Busch? Ambos fueron ayudantes de Hans Kundt. Ichazo, coronel, exministro de Tejada Sorzano y de Toro (depuestos por Busch), y futuro ministro de Urriolagoitia, ¿teme al dictador y manda a la esposa para “tantearlo”? ¿Sabe algo que Busch debe saber? ¿Teme que Busch sepa algo de él?

Cuando se precipiten los acontecimientos esa madrugada, Ichazo será el segundo personaje externo a la familia en llegar a la casa, apenas minutos después que el médico GuillermoDebbe, que vive a una cuadra. En las declaraciones posteriores sólo Matilde nombra a Ichazo. Es extraño. En el día pide audiencia a través de la esposa, pero en esa madrugada helada (Busch recibe el tiro con el abrigo puesto) entra a la casa casi de inmediato como si hubiera estado sentado al frente, esperando. ¿Vigila la casa?, ¿la protege?, ¿debe confirmar el éxito o fracaso de algún operativo? No se sabe, pero tras la muerte de Germán, Ichazo se convierte en Jefe del Estado Mayor General, el cargo de Busch antes de asumir el poder. Y será el tercer hombre más poderoso del Ejército, después del presidente Quintanilla y del Comandante en Jefe, Bilbao Rioja. Es un premiazo. ¿Pero por qué?

Tras la muerte de Busch, el nuevo presidente Quintanilla, cambia de inmediato al jefe de la Policía, Saavedra, lo confina a Charagua y lo sustituye por Luis Gutiérrez Vea Murguía, un subteniente. En las investigaciones no llaman a declarar a Ichazo. Esto ocurre en agosto. En octubre, Ichazo ordenará la pateadura de Bilbao Rioja, su superior inmediato, en las escaleras de Palacio Quemado. El arquitecto de defensas clave como las de Kilómetro 7 y la de Villamontes, es golpeado hasta perder el sentido y enviado al exilio en Chile. En dos meses, los dos máximos héroes vivos de la Guerra del Chaco: Germán Busch y Bernardino Bilbao Rioja ya no están en Bolivia. Uno está muerto y el otro exiliado. Ichazo tiene todo el perfil de un muy eficaz operador político.

Pero volvamos al 22 de agosto de 1939. A las 19:00 Busch sube al carro que conduce Eliodoro Carmona y van donde el dentista Rosas Quiroga que le prepara la encía sin anestesia para ponerle los dientes. El dentista dice que Busch hace bromas, pero que los días anteriores muestra gran hipersensibilidad dentaria. Ya le ha dicho que el exceso de trabajo le ha causado un sourmenage, es decir: el cerebro le sabotea el cuerpo para que no se mate trabajando 14 horas diarias, siete días a la semana.

A las 21:00 vuelven y aunque ya hay invitados para la cena por el cumpleaños de Carmona, Busch sube al dormitorio. “Voy detrás”, dice Matilde. Le duele la muela y según ella, él dice: “Mejor sería que de un tiro salgan todas”. Ella lo toma del brazo para bajar con los invitados:

Germán y Matilde.

—Mejor no, estoy aburrido y sin dientes.

—Eliodoro se ha de resentir si no bajas.

—Bueno, bajo por la Suegrita.

Están en la casa, además de las tres familias: el Secretario Privado, José Oblitas; el mayor Emilio Guzmán; el capitán Ceferino Rioja; el teniente Carlos Ávila; el teniente Ángel Zabalaga, con sus respectivas señoras. También están el comerciante Eduardo Rengel; el ministro de Gobierno, Vicente Leytón; el capitán Leónidas Solares y José Dullón, cajero de la Policía.

En la fiesta familiar del Dictador no hay generales y además de Carmona y él mismo, no hay coroneles.

Pasan al comedor a las 22:00. Busch está alegre, pero “era una alegría fingida”, dirá la viuda. A media comida sube al dormitorio. “Quedé pendiente si tardaba para ir tras él”, dice Matilde. No tardó, regresó sonriente.

—No hallé los puros, pero traje cigarrillos para las damas.

Matilde: ¿Desde cuándo comedido? (con las damas) Los puros están acá.

“Tal vez pensó en llevar a cabo su determinación, pero como vio que los niños estaban despiertos, volvió”, dice Matilde que sabe que a la hora en que declara, la hipótesis del asesinato apunta a su hermano Eliodoro. Ella asegura suicidio. Tal es la sospecha sobre el coronel Carmona, que en 1944 parlamentarios inician un proceso judicial contra él, proceso que se trunca con la caída de Villarroel en 1946.

Busch se ríe: “Lo de los puros ha sido un pretexto”.

Se inclina al oído de la mujer de Eliodoro, Elisa Tornee, una argentina guapísima con la que viven en la misma casa y le dice: “He ido a hacer pipí”. Elisa se ríe y Leytón que está de frente, al lado de Matilde (que no está junto al marido) pregunta: “¿A qué has subido Germán?”. Él rompe el papel de la caja de cigarros y escribe: “¡Fui a orinar!”. “Todos reímos”, declara Matilde.

Tras la comida, Busch brinda con champaña: “A la salud de la Suegra”.

Carmona dice: “Por la patria y por el Presidente”.

A las 23:00 dejan el comedor: las señoras van al living y los caballeros al hall. Busch hace grupo con Leytón, Ceferino Rioja, amigo de la infancia, y Carlos Ávila, su mejor amigo en el colegio militar. Recuerdan a un amigo muerto en el Chaco, José Rosetti. Entonces Leytón le pregunta sobre sus cambiosde humor y él contesta que fue muy feliz siendo pobre, pero ahora que gobierna y quiere solucionar los problemas del país, circulan papeles negándole capacidad, diciendo que es un juguete de sus ministros. La pregunta del ministro ha sido mala idea.

Luego Busch (según Rioja) se acuerda de la carta de Natusch Velasco en la que éste le cuenta cómo casi nadie ha ido a la misa de cabo de año de la muerte de su madre, Raquel Becerra, en Cochabamba. Y le habla de los anónimos. El Dictador dice que no sabe qué hace pues el Intendente de Cochabamba, el Mayor Eduardo Roca, que permite la circulación de esas infamias. Luego se sobrepone.

Matilde: “Se dio cuenta que estábamos calladas, entró y dijo:

—¿Qué les pasa? ¿Por qué tan tristes? (sí, ¿por qué tan tristes?) hay que alegrarse. Pone a un lado la mesita central. Insiste en que haya música.

La señora Oblitas toca el piano e inicia el baile. Después él pide una radio pero no sirve. Entonces dice: “Suegra, trae la mandolina y la guitarra para que toquemos”. Carmona no obedece. Quizá está harto de algunas cosas. Sólo en este día de su cumpleaños le ha pedido un coctel en la mañana; que prenda la radio y busque una emisora en la tarde, que lo lleve al dentista en la noche y ahora que traiga los instrumentos. Es claro que son familia, pero Carmona es coronel y no un sirviente, y aunque Busch en la revolución de 1930 rindió al regimiento Pérez para que no fusilen a Carmona y a Goitia, han pasado los años y sólo Eliodoro sabe lo que ha vivido y lo que piensa y siente. “Tardé, por eso él subió por los instrumentos”, dice Carmona.

ILUSTRACIÓN JOSEFINA ROJAS / DGR-UCB

Matilde va por detrás y lo halla en el baño. “Le pregunté si le seguía doliendo la muela. Dijo que no y que estaba feliz”. Bajan. “Él tocaba y cantaba y me miraba y cambiaba la letra de las canciones y le ponía mi nombre. Me sacó a bailar tanto que la señora Ávila me dijo que parecíamos dos enamorados”.

00:00 Busch ha hecho llamar al maestro Luna que toca el piano mientras él acompaña con la guitarra. Le dice a Luna que siempre lo llevan a las fiestas para hacer bailar a otros. Aquí el Presidente va a tocar para que el pianista baile con la mujer del Presidente. Y Luna baila con Matilde.

A las 2:00 la gente se va, pero Busch pide a Leytón, Ávila y Luna que se queden. A las 3:30 la esposa de Ávila dice: “Ahora sí nos vamos coronel”. Ávila declarará: “Él pareció no escucharle, estaba pensativo. Reaccionó y dijo: Bueno pues. Buenas noches”. Abrazó a Luna y pidió a Ávila que lo llevara en su auto.

ARIA

Matilde le pide a Busch que se vayan a dormir. “Ahorita Maridita, déjame con Eliodoro y Ricardo. Anda a rezar que siempre tardas y calienta la cama que debe estar fría”.

—Para darle gusto, subí. A mi hermana y mi cuñada les dice riendo mientras las corre hasta las gradas: “Mujeres a la cama”. Lya, según la viuda, le dirá que él le ha dicho: “Cuando me muera, Lyita, no me vayas a olvidar, ¿quieres?”. Siempre le decía eso. Matilde se acuesta.

Busch queda con los cuñados en el living. A las 3:40 quiere salir a la calle, pero la puerta exterior está trancada. El dueño está encerrado en su propia casa. Vuelve a entrar y halla al mozo Medina. Le pregunta si hay comida. “No mi coronel, pero le hago un bife”.

—Bife no.

Sale el ayudante de cocina, Francisco Pérez:

—Papito, le haremos un revueltito.

—Tampoco quiero.

Los manda a dormir. Pérez se va a su cuarto del jardín, pero Busch entra con Medina a la casa y le muestra una uña partida:

—Va a cambiar de uña mi coronel.

—No, esto tiene que sangrar hasta que se acabe.

Entra al living con los cuñados, pero vuelve al patio. No renuncia a ganar la calle, pero lo siguen Medina y Goitia. Vuelve a la casa, ya no al living, sino a su estudio. Lo siguen Carmona y Goitia.

Los dos únicos testigos de los dos tiros coinciden en que Busch está amargado. Se queja de la falta del fervor patriótico del pueblo. Pero el pueblo lo apoya. En su entierro, el pueblo gritará que es el segundo Sucre, el segundo constructor de la nación. A las 5.00 Busch ordena a Medina que le traiga el despacho. Matilde envía la mitad. Ahí está la carta de Natusch. Él toma un expediente y lo lee, sin firmarlo. Vuelve al tema: la incomprensión. Dice que está acostumbrado a luchar de frente. Según Carmona, dice que “su destino es determinado y su trayectoria llega a su fin”.

Busch está en un sillón giratorio. A su derecha Carmona, a su izquierda Goitia. Cuando la tensión sube, Carmona se le acerca más. Él se queja y se va sulfurando.

—¡Qué pasa que no me dejan solo!

Según los dos testigos, de un momento a otro Busch saca su Colt 32 y la apunta hacia abajo. Los cuñados, dicen, le ruegan que no se mate.

Si eso es cierto, entonces hubo gran bullicio en la casa cerrada, en el silencio del amanecer, pero nadie de los otros que estaban en casa se asomó. Los dos testigos no llamaron a voces ni a la esposa ni a la familia para que lo aplacaran.

Eso observa el Fiscal que sigue el caso.

Busch mira a Goitia. “Se le dilataron los ojos como cuando se enfurecía. Le dije: Hermanito, qué te pasa, soy Ricardo, te quiero, te amo. Después se volvió hacia mí, dice Eliodoro, me miró con compasión, me guiñó el ojo, levantó el arma y se la puso en la sien derecha. Salté, le agarré el brazo con las dos manos, levanté el arma y desvié el tiro. A las 5:20 Matilde los escucha. Dice que saltó de la cama, pero no bajó porque estaba con ropa de dormir. A unos pasos está el marido, el hermano y el cuñado, familia cercana, pero le da pudor bajar pese a oír un tiro. Le pregunta a Medina: “¿Qué pasó?”

—El coronel ha disparado.

—¿Cómo están?

—Bien, pero el coronel habla de tiros.

Matilde, que lo ha cuidado tanto en la cena, no interviene, se vuelve al dormitorio.

Eliodoro declara: “Le quisimos quitar el arma, pero era imposible. Todo el tiempo estuvo sentado”.

Dos duros militares con experiencia de guerra, cuatro brazos sosteniendo la mano derecha de un hombre sentado y no le pueden quitar el arma.

Eliodoro declara: “Con un tono suave nos dijo que lo dejáramos, creímos que se había calmado, pero de golpe nos empujó, levantó el brazo y se dio el tiro. Tumbó la cabeza del lado derecho sobre el escritorio y el arma cayó al suelo. Le sujeté la cabeza. Levanté el arma y la puse sobre el escritorio”. Eran las 5:30.

Un militar con experiencia comete la ingenuidad de agarrar el arma con la que su hermano político y Presidente se ha dado un disparo letal. Cuando sus huellas aparezcan en el arma, dirá que fue por eso. Carmona dice: “Me quedé sujetándole la cabeza”.

Medina dice: “Entré, me crucé con Goitia que salía y le sujeté la cabeza al Presidente”. Parece que los dos le sujetaban la cabeza.

Goitia sube las gradas y se encuentra a Matilde: “Germán se pegó un tiro”. Matilde no se pone histérica ni se desmaya. Declara: “Bajé, lo vi sentado. Eliodoro le sujetaba la cabeza. Me vio y me dijo: ‘Mira hermana lo que nos ha hecho Germán’. Con sorpresa y dolor le tomé el pulso. Seguía latiendo fuerte”.

El drama sigue: Entra Yolanda, la hija de 14 años de Carmona que al ver a su padre junto al arma, la toma y sale gritando: “Mi papá se quiere matar”. Su madre Elisa viene detrás, la frena y le dice que deje el arma donde estaba. La Colt ha sido tocada ya por tres personas.

Entonces Elisa, Lya y Yolanda buscan al doctor Debbe, que vive a una cuadra. Después de Debbe, entra el coronel Ichazo, que sólo mira. ¿Qué hacía ahí?

El mayor Goitia, veterano del Chaco, comandante del regimiento Castrillo, se desmaya, algo que no ha hecho ninguna mujer aún. Matilde lo atiende al cuñado, mientras su marido se está muriendo. Sacan del estudio a Busch y lo tienden en el hall para frenar la hemorragia.

—Respiraba con un ronquido, dice Matilde. Debbe pide llamar a los doctores Veintemillas e Ibañez Benavente. Matilde dice: “Pedí que no llamen a Ibañez, porque no era amigo de Germán”. Llega Veintemillas y al verlo ni le toma el pulso. Con indiferencia dice tres veces: “No hay remedio”.

Matilde dice que ahora sí se desmaya. “Recobré el sentido con los gritos de Lya. Fui. La levantaban del suelo y supe que había tomado de las solapas al Dr. Veintemillas para que haga algo. Él seguía impasible, entonces Eliodoro dijo: Si no se mueven estos médicos, los voy a agarrar a tiros”. Matilde agrega: “Le pedí a Veintemillas que haga algo, aunque sea lo imposible”. Aunque sea lo imposible...

“Él dijo: Si la familia insiste, lo operaremos en el hospital militar”.

Matilde le dice que no en el Militar, mejor en el hospital General.

A las 6:00 lo llevan a la sala de operaciones.

Goytia, el desmayado, sale a Palacio Quemado y le pide a Quintanilla que traiga un médico de Buenos Aires. Busch aún respira, pero Quintanilla ya está en el poder. Sí, ya está en el poder. Le sigue en jerarquía Bilbao Rioja y luego, Ichazo, el mirón.

Busch muere a las 14:30 del 23 de agosto de 1939.

En ese momento, la versión oficial y sus respectivos escribas dicen que fue suicidio. Buena parte del pueblo y la familia paterna, dice asesinato.

Esa mañana temprano, cuando Enrique Baldivieso, el vicepresidente, va a encargarse de la República, es detenido por el nuevo gobierno que entre las pocas cosas que hará, será devolverle las divisas mineras a los únicos que han ganado con esta muerte: Los Barones del Estaño. Pero será una victoria breve.

Los ideales de Germán Busch se harán revolución en 1952.

para saber mas puede acceder

https://es.wikipedia.org/wiki/Germ%C3%A1n_Busch_Becerra

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EL ADN boliviano III - Documental de RT

El periodista Pável Selin se enfrenta a las jornadas más aventureras de su periplo boliviano y se interna en la Amazonia a través del Camino de la Muerte, una carretera de nombre tan inquietante como apropiado. Una vez allí asistirá con más tristeza que entusiasmo a una mortal pelea de gallos, conocerá a la casi ilimitada familia de su amigo Ramiro y entrará en contacto con una tribu indígena en trance de desaparecer de la faz de la tierra: los pacahuara.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=U21KxxvTc7s

Que se vaya carajo!

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página siete en la revista Miradas el día domingo 6 de mayo de 2018

El último DICTADOR

*Fotografías: Lucio Flores, Rafael C., Lydia Gueiler y archivo personal.

Y se fue.

Varias veces en estos 37 años, después de la salida de Luis García Meza del gobierno, recordé aquel evento sucedido en mayo de 1981 en Cochabamba cuando los propios militares se enfrentaron al dictador. Había ya inquietud, cierto, y un plan se gestaba para sacarlo. Pero ese hecho es importante por dos razones: porque el anillo de seguridad que rodeaba a Luis García Meza era infranqueable, era temible y la violencia de aquel narcoestado amenazaba con recrudecer. Nadie, menos aún un camarada de rango inferior osaría desafiarlo, de lo contrario, la pasaría muy mal. (Desde la sociedad civil, derrotar a un régimen de esas características sin participación militar, era simplemente impensable). Y lo enfrentaron, y sacudieron una estructura que parecía invencible, hasta tumbarlo. Al día siguiente de aquellos hechos, García Meza anunció su salida, aún si luego se arrepintió, como hacen los dictadores. Tres meses después, en agosto, se fue.

El Tcnl Emilio Lanza junto a sus oficiales en Mayo de 1981

La segunda razón es fundamental. La reacción no planificada de aquellos militares, hastiados de ese gobierno profundamente corrupto, permitió “ventilar los trapitos al sol” –cosa que sus camaradas reprocharon y no perdonaron jamás- y mostrar a la sociedad que derrocar a ese régimen era posible desde adentro y hacia fuera y no según la costumbre del pasanaku del poder. De hecho, el plan que gestaban otros generales para sacarlo, había negociado con el propio dictador para que la suya fuese “una salida honrosa” y de alguna manera así fue, pues la dictadura pasó el gobierno a una Junta de Comandantes idéntica a la que inició el golpe.

Podría decirse que lo que hicieron aquellos militares rebeldes fue un fracaso. Yo creo que no. La distancia de los años nos permitirá mirar esa historia –ojalá– en toda su complejidad.
Soldados del CITE en Cochabamba durante el alzamiento de 1981

¡Que se vaya, carajo! La mañana del 11 de mayo de 1981, 14 oficiales paracaidistas del Centro de Instrucción de Tropas Especiales CITE en Cochabamba abordaron cuatro movilidades: dos vagonetas Bronco decomisadas al narco y dos jeeps del Ejército. En la primera iba el mayor Luis Iriarte, segundo comandante, y en la segunda el comandante, teniente coronel Emilio Lanza. Se dirigieron a la Escuela de Armas donde sabían que estaba el hombre más temido del país.

El general Luis García Meza, Comandante del Ejército, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Capitán General y Presidente de la República, era la Santísima Trinidad. Y esa mañana de mayo, diez meses después de haber arrebatado a sangre y fuego el gobierno a una débil democracia, había llegado a la ciudad de manera imprevista y estaba reunido con los alumnos de aquel instituto militar.

Los hombres del CITE desembarcaron de un brinco y tomaron posición dentro y fuera del lugar. Sólo cinco ingresaron al salón principal donde estaba el Presidente. Lanza entró por la puerta trasera. Lo escoltaban tres oficiales que se colocaron dos en las esquinas y uno por detrás, cubriéndolo. Los otros dos entraron por la puerta delantera y se acomodaron a los lados con los fusiles apoyados junto al pecho, prestos para la acción.

Luis García Meza estaba sentado frente al salón mirando a su audiencia junto a varios otros comandantes además del gobernador de la ciudad, coronel Rómulo Mercado, y el embajador boliviano ante la Organización de Estados Americanos OEA, Alberto Quiroga, al que habían traído desde Washington para esta reunión. Quiroga, un abogado reconocido, gozaba del aprecio y la atención de los oficiales, pues tenía además el don de la buena labia y en esta ocasión se explayaba intentando convencer a la audiencia de que el Gobierno estadounidense, que tenía a la dictadura boliviana en ascuas, estaba a punto de reconocer al régimen golpista.

Cuando Lanza y sus oficiales entraron, Quiroga calló y durante tres segundos nadie supo lo que pasaba, tres segundos de silencio invadieron el ambiente de una tensión absoluta. La Santísima Trinidad palideció, bajó las manos que estaban sobre la mesa donde se apoyaba y comenzó a chorrearse lentamente, las tripas escurridas. Lanza lo miró de frente con el ceño fruncido y toda la adrenalina del mundo en esa hora crucial. Los oficiales, que habían estado escuchando sentados, no vieron a Lanza sino el rostro del Presidente de la República que palideció como si hubiese visto a la misma Parca. El hombre más poderoso del país se hundía en el asiento, desplomándose por dentro, el rostro descompuesto. Entonces todos se dieron la vuelta para mirar a Lanza.

Mi papá era un tipo menudito: un metro sesenta y cinco centímetros. Delgado y más que deportista era ágil, inquieto. Saltaba en paracaídas como nadie lo había hecho hasta entonces; era el mejor paracaidista militar que se conozca. Mi papá vivía desafiando al destino.

García Meza, aún indispuesto, amargo, aún sabiendo exactamente lo que estaba sucediendo, las vísceras revueltas, vomitó: ¡Qué quiere, Lanza!

Y Lanza se hizo gigante para decirle lo que quería: ¡Que se vaya, carajo!, gritó.

El eco retumbó como temblor en las entrañas de aquellos hombres uniformados, tiesos por el pánico. Luego se hizo un silencio que se vivió eterno.

El muro de la dictadura se había quebrado. El dictador tenía los días contados. Y mi papá también.

Lanza fue apresado y, avisado de que paramilitares habían llegado de La Paz con la intención de matarlo, huyó de su encierro con ayuda de sus oficiales. En la clandestinidad preparó el segundo alzamiento que sucedió quince días después, el 25 de mayo. Los camaradas que aseguraron apoyarlo recularon. Se habló de los “bonos de lealtad”. El anillo que rodeaba al Presidente era infranqueable.

Lanza y sus oficiales salieron al exilio donde se sumaron a la resistencia liderada por el Alto Mando que luego de otro intento fallido también había sido exiliado. Ingresaron al país nuevamente clandestinos. Atrapados por la dictadura fueron torturados. Lograron huir y sumarse a las fuerzas que finalmente lograron la caída de la dictadura en agosto de 1981. Finalmente, en octubre de 1982, Bolivia recuperó la democracia. Lanza vivió la revancha de la dictadura cuya sombra permaneció largos años en el país. Una semana después de atrapado García Meza en el Brasil, en 1994, Lanza fue encarcelado por un juicio inventado por la dictadura. Nunca se repuso de semejante injuria. Murió por un infarto el año 2007. Lo enterraron los paracaidistas del CITE en Cochabamba.

Los flamencos

Los flamingos son los únicos miembros de la familia llamada Phoenicopteridae, y se distinguen por sus largas piernas, cuello largo y curvo, así como una vocalización parecida al ganso. Pertenecen a la misma familia de las cigüeñas, garzas e ibis.

En Bolivia estas aves pueden ser encontradas en laguna Colorada en el departamento de Potosi

Para saber mas sobre esta ave puede acceder

https://es.wikipedia.org/wiki/Phoenicopterus


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