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Recuerdos y souvenirs de Bolivia

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Batalla de El Alto de la Alianza

Hoy se recuerdan 134 años del episodio épico de la Batalla del Alto de la Alianza que se desarrolló en el campo del Inti Orco, territorio peruano. Allí tuvieron una brillante participación los Colorados de Bolivia en una de las páginas inolvidables de la Guerra del Pacífico (1879-1883).

En el calendario de nuestro país, este día es histórico por la connotación que tuvo aquella contienda bautizada como la Batalla de Tacna, pero bautizada por los chilenos como la Batalla del Alto de la Alianza, porque su propósito era terminar con la alianza que existía entre Perú y Bolivia.

Para saber mas sobre esta batalla puede acceder

https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_Alto_de_la_Alianza

Día de la madre en Bolivia

El 27 de mayo celebramos el día de la madre, conmemorando la fecha en que las heroicas mujeres cochabambinas mostraron su valor en 1812 en la colina de San Sebastián (La Coronilla) defendiendo sus hogares y la patria.

En Santa Cruz se rinde homenaje a estas mujeres con la Madre India, monumento que logra representar la fortaleza y la belleza de la madre indígena boliviana.

para saber mas sobre el día de la madre se puede consultar:

https://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_de_la_Madre 




Animales tipicos de Bolivia La llama

Con su mirada altiva y desafiante, pero a la vez con su nobleza y humildad, la llama es reina y señora de las alturas andinas, donde ésta especie señorean como rebaños de los campesinos que, por su cantidad y calidad, miden su jerarquía económica en las sociedades aymaras y quechuas, y no sin razón, pues tener este camélido constituye una fuente de ingresos muy importante en la economía de esos pueblos.

La llama, considerada un animal doméstico, es de mucha ayuda en el transporte, y la lleva de cargas pesadas, puesto que este animal se abre paso en lugares donde no existen senderos, es capaz de trepar montañas atravesar quebradas y barrancos. Es útil también ya que es un animal muy cotizado por su carne y su lana. Su alimentación es muy básica ya que solo come paja brava y algunas otras especies que crecen en las alturas. Primero como animal exótico y ahora como animal doméstico, las llamas perfectas para su crianza en las áreas rurales o en las afueras de las grandes ciudades.

Recientes experiencias dan cuenta de que la llama se constituye en un notable guardián de las haciendas, por su valentía ante la invasión por parte de animales depredadores como coyotes, pumas y otros, a los cuales la llama se enfrenta con escupitajos certeros ahuyentándolos.

También se muestra como un animal seguro para los niños que lo acarician y montan sin que éste se inquiete. Es silencioso y elegante, se adapta fácilmente a cualquier tipo de clima, en fin, muchas son las bondades que tiene la llama, que hacen de ella el animal ideal para crianza.

Por éstas y otras razones más, la ganadería de la llama tiende a convertirse en una importante actividad y fuente de ingreso para sectores de la población boliviana que viven en condiciones de pobreza extrema.

Para saber mas de este animal puede consultar

https://es.wikipedia.org/wiki/Lama_glama

El novio que no fue, la historia de Klaus Barbi en Bolivia

Nota de prensa publicada el día 25 de Junio de 2019 en el periodico Página Siete y fue escrito por Rafael Archondo

El exoficial alemán de la SS Klaus Barbie vivió la mitad de su vida como prófugo de la justicia francesa, que primero lo condenó a muerte y, tres décadas más tarde, a cadena perpetua. Su escondite, entre 1951 y 1983, fue Bolivia, país en el que las Fuerzas Armadas le dispensaron el rango de teniente coronel honorario. El día en el que obtuvo el grado tuvo que prestarse un uniforme para que le tomaran la foto reglamentaria que decora su credencial. Su extendida vida clandestina se explica por el hecho de que nunca quiso llamar la atención. El llamado “carnicero de Lyon” supo moverse como el diablo, procurando infatigable el anonimato y la subestimación.

Cuando en 1983, el gobierno presidido por Hernán Siles Zuazo organizó su secuestro y deportación aérea a Francia, Barbie ya era un hombre de 70 años. Su imagen como inculpado en el juicio dista mucho de la que solía dar cuando calzaba uniforme y recorría las celdas soltando latigazos. Litigó para él el exmaoísta Jacques Vergués, excéntrico y ansioso por sentar en el banquillo de los acusados al Estado francés por sus tropelías en Argelia.

En 1987, el abogado del diablo corona su deseo. El juicio a un criminal de guerra nazi se transforma en un alegato contra el colonialismo galo, los dos demonios se hacen equiparables y el resultado parece inclinarse a favor de los desheredados de la Tierra. Por azares del tiempo, Barbie termina como víctima de un Estado colonial que decidió arrancarlo, siendo abuelo, de su patria adoptiva.

Barbie ha sido descrito de modo inmejorable por Peter Mac Farren y Fadrique Iglesias en Klaus Barbie, un novio de la muerte (2014), magnífica reconstrucción de ese pasaje histórico. Los autores lo pintan como un monstruo incansable, un ser que tras deportar niños a los campos de exterminio no vacila en proseguir su cabalgata planificando la muerte del Che, de los esposos Alexander, de Monika Ertl, de Espinal, de los miristas de la Harrington y de cuanto “rojo” pudiera poner en riesgo la construcción del IV Reich en los Andes.

Sin embargo, los datos que entrega el libro no refrendan lo afirmado. Barbie no es un “novio de la muerte”, si por ello entendemos un europeo afiliado a una versión contrahecha del nacional socialismo que se nutre de su conexión directa con Luis Arce Gómez. Los datos presentados nos convencen de que en realidad Barbie despreciaba al grupo de vividores alemanes e italianos que posaban armados para pedir remuneraciones del ejército boliviano.

¿Será que Barbie se contenía porque albergaba alguna culpa retrospectiva? Sin duda, no. El hombre nunca se declaró desencantado del nazismo. Sin embargo está muy claro que su vitalidad como excombatiente del Führer había mermado considerablemente en Bolivia. Más que un novio de la muerte, don Klaus era un viudo doliente y taimado. “Un pobre diablo”, como se describe a sí mismo en una carta enviada desde su prisión francesa.

Su primer empleo en Bolivia fue en un aserradero de los Yungas, a cargo de un judío. Un día Barbie traza una esvástica sobre un tronco, de inmediato es reprendido por su jefe, debe mentir diciendo que es una incisión hecha para contar tablas. Otro día, se pasa de copas, se arrima al piano y empieza a interpretar himnos de guerra. El embajador alemán en La Paz exige una explicación. Moderada vergüenza que sólo se disimula bajo la excusa del alcohol.

Paso a Paso, Barbie se va transformando en Altmann y se encoge en la figura de un jubilado nostálgico que pasa las horas sentado en el Café La Paz.

La mayor revelación del libro de Mac Farren e Iglesias podría ser la respuesta a la pregunta de por qué el exjefe de la Gestapo en Lyon no corrió la misma suerte de su colega Adolf Eichmann, secuestrado por el servicio secreto israelí en 1960, cuando se dirigía a su casa en Buenos Aires, Argentina. Barbie llegó a ser juzgado por sus crímenes igual que Eichmann, pero vivió 20 años más en completa libertad en Bolivia.

Según la investigación de Mac Farren e Iglesias, Barbie ayudó a desviar armamento supuestamente adquirido por las Fuerzas Armadas bolivianas. El cargamento fue llevado desde España hacia Israel, en un barco de la empresa Transmarítima, cuyo gerente era él. Israel estaba sometido en ese tiempo a un embargo de armas. El Estado boliviano habría servido entonces como canal para la venta irregular. Así, al haber colaborado con el Estado judío, el nazi refugiado en La Paz habría logrado retrasar la llegada de la justicia. Queda como hipótesis sugerente.

Para saber más sobre este  criminal de guerra Nazi puede leer

https://es.wikipedia.org/wiki/Klaus_Barbie

Bungee jumping en Bolivia

El bungee jumping implica saltar de alguna estructura con altura sujetado a un gran cordón elástico. Hoy en día se realizan saltos desde una estructura de altura fija que suele ser un puente, edificio o grúa, está actividad se la debe realizar con gente experimentada que cuente con equipos seguros y en buen estado.

En Bolivia esta actividad se la realizar mayormente en los puentes que constan de una altura considerada. La mayoría de estos puentes se encuentran en el departamento de Cochabamba.

Los precios para realización de estas actividades varían en 50 y 80 dolares dependiendo de la empresa que se contrate.

El tucan boliviano

Sabías que…. En el vuelo, el tucán mueve rápidamente las alas y después se deja planear. No pueden viajar largos trechos, y es más ágil saltando de rama en rama. Los Tucanes gozan de una gran importancia en la cultura de los pueblos Sudamericanos, formando parte de sus cantos, leyendas, rituales, y utilizándose sus plumas en la confección de pendientes y otros elementos ceremoniales

Recetas de cocina Dulce de membrillo

El Dulce de Membrillo es una especie de mermelada deliciosa. Proviene del sur de los valles bolivianos

¿René Barrientos fue víctima de un magnicidio?

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página  Siete el dia sabado 4 de Mayo de 2019

¿Accidente o asesinato? Tras 50 años de la muerte del presidente René Barrientos Ortuño, la interrogante continúa.

Eduardo Pachi Ascarrunz / La Paz

La de René Barrientos fue una vida como hecha para la fabulación y una muerte que se resiste a ser relativizada en los improbables registros del azar. Ya adolescente se perfilaba como un rudo de acción y no dudaba en vaticinar que llegaría lejos. “Él era un hombre inquieto desde su infancia; fornido, siempre mandón, y cuando llegamos a la juventud nadie le quitaba de la mente que él iba a ser presidente” (Alberto Iriarte, amigo de la infancia de Barrientos en el documental El Tata Barrientos, de Siglo XX, Plano Medio).

No lo conocí, personalmente. Es una lástima, pues hubiese querido preguntarle qué lo hizo ser lo que fue, de dónde le venía esa dicotómica vocación por el sacerdocio y la carrera militar, y esa otra sincronía: su sed de poder y ese darse sin medida a los placeres de la carne. Entrevisté, eso sí, a dos de sus viudas y a algunos de sus colaboradores. Unas y otros aportaron valiosos datos, más que nada, sobre su muerte, que es el tema que abordamos.

“A René lo han asesinado y le voy a decir quién fue”. Una tarde de comienzos de los 70, Martha Cuéllar hablaba con una seguridad pasmosa en el living de su casa. Inteligente y serena, la exesposa segunda de Barrientos Ortuño –el primer y fugaz matrimonio del aviador militar fue con la joven criolla Carmen Porro–, se veía bien dispuesta a decir su verdad ante una grabadora. “Bueno, a estas alturas, ya se sabe por qué”, agregó convencida, al lado de una fotografía enmarcada del malogrado mandatario. En ese momento ingresó uno de sus hijos a saludar a la visita y despedirse. El joven era el vivo retrato de su padre.

“Bien, dígame cuál es su hipótesis”, prosiguió. “La que se publicó en el semanario Prensa, ¿la leyó?”, le dije. “Por supuesto. Ahí se insinuaba el porqué, pero hay otros detalles”, añadió. “¿Podría referirlos?”, le pedí al encender un cigarrillo. “¿Usted conoce a Rico Toro?”, inquirió, acercando un cenicero. “Tinino Rico Toro es un militar muy conocido”, respondí. “¿Qué rasgo característico tenía en el rostro?”, preguntó. “Los bigotes”, repuse.

La entrevistada denotaba buenos reflejos y capacidad de raciocinio.

—Bien, bien…, dígame, ¿por qué alguien que siempre lleva bigotes se los tendría que sacar?

—Algunos se los afeitan para mostrarse más jóvenes…

—O para pasar desapercibidos.

—Es otra posibilidad.

La señora Cuéllar, quien aún entonces seguía un juicio por bigamia a Rosemary Galindo, la supuesta tercera esposa de Barrientos, alargó un brazo hacia la mesita esquinera y de un álbum extrajo una fotografía. Me la enseñó.

—Este es el entierro de René –precisó–. Fíjese quiénes están. ¿Los reconoce? –me entregó la foto, en la que se veía al vicepresidente Siles Salinas y al general Ovando Candia, entre otros.

—¿Alguien más?

—No reconozco a los otros.

—Fíjese bien –apuntó con el índice el rostro de un militar uniformado–, usted dijo que lo conoce.

—¿Rico Toro? –dudé, aguzando la mirada.

—Sí, él, el mismo…, sin bigotes. Claro, él tuvo que sacárselos para despistar, horas antes de disparar contra el helicóptero. Fueron tres los que participaron del atentado: uno por cada arma, y un ayudante.

Era la segunda vez que alguien remitía a un atentado de bala como la causa determinante de la muerte del mandatario. La primera salió de boca de un patrullero de tránsito, quien estuvo en Arque, N. Bolívar –conocido árbitro de volibol–, que horas después de la tragedia visitó Radio Centro, en Cochabamba. “Lo han tirado a Barrientos”, dijo, tensionado, a los radialistas, entre ellos Toto Arévalo, entonces muy joven, quien hace unos días me dio este dato, inédito hasta hora. “Cuatro hombres corrieron detrás del cerro. Yo los he visto”, refirió el visitante, quien pidió no ser identificado. Meses después, en un hecho no esclarecido, moría el patrullero Bolívar.

A semanas del suceso de Arque, una comisión investigadora, a la cabeza del abogado Fernando Villamor, estableció datos que contradecían la versión oficial, que atribuía la tragedia a un accidente. El informe de la comisión anotaba que los restos del aparato –desaparecidos rápidamente después del suceso, privando de pruebas a los investigadores– no habían sido trasladados a Estados Unidos; que el helicóptero, al despegar, ya había alcanzado una altura por encima de los cables –simples transportadores de telégrafo– y que, de súbito, como dijeron los lugareños y otros testigos presenciales, “el aparato perdió altura y recién chocó con los cables, enredándose las aspas del helicóptero, cayendo a tierra e incendiándose”.

En la vorágine de finales de los 60 y principios de los 70, continuaron las revelaciones y controversias. Una de ellas desató un terremoto mediático: la del súbdito alemán Gerd Richard Heber, quien atribuyó “los asesinatos de René Barrientos Ortuño, Jorge Soliz Román, Jaime Otero Calderón, Alfredo Alexander y su esposa, Martha Dupleich”, a la “autoría intelectual del general Alfredo Ovando Candia”. Sobre los hechos de Arque, sostuvo que fue Faustino Rico Toro quien disparó una ametralladora contra el helicóptero.

Heber dijo trabajar para la inteligencia de Alemania Federal. Habló en la dirección de HOY el 14 de Marzo de 1970, a un año de la muerte de los esposos Alexander, frente a la familia de éstos, al codirector del periódico, Cucho Vargas y a este cronista. Sus declaraciones determinaron se conformara otra Comisión Investigadora, cuyos obrados quedaron archivados al sobrevenir el golpe de Estado del coronel Banzer (21/VIII/1971).

El 5 de abril de 1971, el expresidente Adolfo Siles Salinas, sucesor constitucional de Barrientos Ortuño, en un mensaje dirigido a la nación reveló que el general Ovando Candia quiso provocar su asesinato tras la muerte del mandatario. “No fue por capricho ni por haber tenido conocimiento del propósito que abrigó Ovando al querer provocar mi asesinato después del entierro del expresidente en Cochabamba, oportunidad en que su agente Salvador Vásquez me dio el ultimátum de 48 horas de plazo para que yo dejara el Gobierno, por lo que me opuse a sus maquinaciones. Fue mi responsabilidad de gobernante lo que me indujo a rechazar toda candidatura oficial”.

Ya entrado el nuevo siglo, llamé por teléfono a Martha Cuéllar, por si tuviera algo nuevo sobre el tema abordado tiempo atrás. “Sólo un disgusto”, dijo, y lo refirió: “Ese mi hijo, al que usted conoció cuando me entrevistó en casa, siguió un curso de paracaidismo, en el CITE. El día de la graduación me sorprendió la presencia de Rico Toro en el acto. ‘Qué hace este tipo aquí’, pregunté. ‘Él va entregar los brevetes’, me dijeron. Monté en cólera, me acerqué al hombre y le dije: ‘Cínico de m…, cómo te atreves a entregarle una credencial al hijo del hombre que has asesinado!’. No pronunció palabra y desapareció de la vista de todos”.

La familia Alexander y los directores del periódico, Bertha Alexander de Alvéstegui y Cucho Vargas, me habían encomendado la indagación periodística de la escalada de asesinatos. En ese lapso sucedieron cosas reveladoras en torno a la muerte de Barrientos. Refiero una de ellas.

“Pachi, te habla Ruth Rivera, me urge hablar contigo; si fuera posible ahora mismo, ¿puedes?”. La llamada de esta amiga de mis mocedades me sorprendió. Eran las 9:00 de la noche y yo estaba cerrando la portada de HOY. “Sí”, le dije, asumiendo su apuro. Media hora después, ella me recibía en su casa de la calle Iturralde, en Miraflores. En la sala, un joven aguardaba ansioso. Ruth nos presentó.

“Soy Milton Zapata, suboficial de la Fuerza Aérea. Fui ayudante personal de mi general Barrientos en los últimos años. No era de su equipo seguridad, mi trabajo consistía en grabar todos los actos públicos e, incluso, sus reuniones privadas”, expresó. “O sea, estuvo en Arque, supongo”, le dije. “Sí, y lo tengo todo registrado”, aseguró, mientras su ánimo se conmovía: “Mi general Barrientos era un padre para mí”, sollozó. Ruth nos invitó un café mientras yo trataba de tranquilizar al oficial. “Cálmese, estoy aquí para escucharlo”, señalé. “Después del escándalo del alemán (Richard Heber), yo sentí la necesidad de hablar con alguien, ¿sabe? Ruth dijo que lo conocía y que usted era de confiar; por eso le pedí que me lo presentara”, rememoró. “Le agradezco su confianza”, le dije.

Transcribo el relato de este leal colaborador del presidente Barrientos, entremezclado con sollozos y la voz ganada por la pena: “La madrugada de ese día me adelante por tierra, de Cochabamba a Arque. A media mañana llegamos a destino. Minutos después aterrizó el helicóptero con mi general Barrientos y los capitanes Orellana y Estívariz. Fueron recibidos con entusiasmo. Grabé los discursos. El último fue el del presidente…, quién iba a decir que era el último.

“Terminado el acto, pasado el mediodía, ofrecieron un almuerzo, seguido de brindis con chicha en tutumas. Se despidieron. Cuando ya iban a partir, como acostumbraba hacerlo yo despedí la grabación, diciendo: ‘Mi general Barrientos y mis capitanes Orellana y Estívariz abordan el helicóptero para dirigirse a Tacopaya. Se enciende el motor, levanta vuelo’. Miré el reloj: ‘Son las 13 y 40 minutos del día 27 de abril de 1969’, dije.

“En ese momento, cuando el helicóptero ya estaba a más de 40 metros de altura y a unos 800 de distancia, la nave perdió altura y cayó a tierra. Se incendió a orillas del río. Todos corrimos. Unos arrieros que estaban más cerca del lugar dijeron que las hélices del aparato se habían enredado en los cables del telégrafo. En medio de la angustia me olvidé de apagar la grabadora. Los gritos y el llanto de la gente fue lo último que se había registrado.

“Yo no quise escuchar esa grabación, porque al morir mi general Barrientos, me quedé como huérfano. Mucho tiempo lloré a solas su muerte. Hace una semana, escuché la cinta. No sabe usted lo que sentí al oírla una y otra vez. Entre el sonido del motor que se alejaba y mi voz despidiendo la transmisión, se escuchan dos ráfagas de ametralladora, seguidas (de una sola ametralladora), distantes pero nítidas. Han debido ser los disparos en el instante que miré el reloj”.

“Aquí está la grabación”, me entregó una cinta de las que distribuía el servicio informativo de la Embajada estadounidense (USIS) a las radioemisoras, “puede usted escucharla”.

Cogí la cinta, la guardé en el maletín y me despedí.

Eduardo Pachi Ascarrunz es periodista y escritor: “Cuando uno va a contar algo, primero debe contárselo a sí mismo, decía el escritor argentino Bioy Casares, y yo me he contado muchas veces la historia que ahora, luego de responderme muchas preguntas y tras horas de reflexión, traté de reseñar en una crónica”.

Fuente: https://www.paginasiete.bo/gente/2019/5/4/rene-barrientos-fue-victima-de-un-magnicidio-216934.html

Recetas de cocina Locoto relleno

El locoto es parte importante de la gastronomía boliviana y peruana. En Bolivia es consumido a diario, principalmente en las zonas de los valles y el altiplano tanto en ensaladas (trozado en rodajas o cubitos) o mezclado con tomates y killkiña (planta aromática) o con wakatea (planta aromática). Esto molido en un batán se sirve en forma de una salsa, llamada la tradicional llajwa, de origen boliviano y único lugar en el que se consume.

El mono araña

El mono araña o marimono es el mono más grande de los bosques tropicales de Bolivia, puede llegar a medir 135 cm y pesar hasta 10 kg. Se distribuye en los Departamentos de Pando, Beni, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Esta especie prefiere vivir en los bosques más altos, densos y bien conservados de la región amazónica. Se alimenta principalmente de frutos maduros de una gran variedad de plantas y cumple un rol ecológico importante como dispersor de semillas.

Para saber mas sobre este animal puede consultar

https://es.wikipedia.org/wiki/Ateles

El condor de los andes

El fabuloso "Cóndor de los Andes" cuyo nombre deriva de "cuntur" voz quechua.

Esta ave es la más grande del mundo que puede volar y está sufriendo una gran amenaza de peligro de extinción, ya que su población ha sido reducida considerablemente en los últimos años.

En el país se están creando reservas ecológicas para proteger a este animal y hacer que su población aumente. La imagen puede contener: cielo y exterior

Son familiares de los buitres

para saber mas puede consultar

https://es.wikipedia.org/wiki/Vultur_gryphus

Vida, pasión y muerte de René Barrientos

Noat de prensa que salio publicada en el peridico Página Siete el dia viernes 3 de Mayo de 2019

El 27 de abril se cumplieron 50 años de la muerte del gobernante militar más relevante y controvertido del siglo XX.

Eduardo Pachi Ascarrunz / La Paz

René Barrientos Ortuño murió en Arque a las 13:40 del domingo 27 de abril de 1969 al ser derribado el helicóptero que lo transportaba –junto al piloto Carlos Estívariz y a su edecán, Leovigildo Orellana, también fallecidos–, tres semanas después de casarse por cuarta vez y cuatro días antes de declararse dictador.

¿Cómo y por qué murió? ¿Qué circunstancias rodearon ese hecho luctuoso que incidió radicalmente en la historia de Bolivia? ¿Qué pensaba el mandatario? ¿Por qué actuaba como actuaba? ¿Qué papel jugaban al final de su vida los que él llamaba sus adulones?

Este reportaje ensaya algunas respuestas a estas interrogantes. Las fuentes: el diario íntimo del mandatario y otros documentos que abonan por su veracidad, mismos que fueron confiados a quien escribe estas líneas por la última esposa de Barrientos y otras personas de su entorno íntimo. Una y otras proporcionaron la punta del ovillo para ahondar una investigación que había comenzado el mismo día de la tragedia: un matrimonio secreto.

El 8 de abril de 1969, en la capillita del Palacio Quemado, el entonces primer mandatario contrajo matrimonio civil con Katya Rivas Graña (24 años, secretaria de la firma Grace), en una sencilla ceremonia respaldada por la situación legal de los contrayentes. Días antes, Barrientos recibía los papeles de su divorcio con Martha Cuéllar, su segunda esposa. Casi al mismo tiempo, la novia conocía la disolución de su matrimonio con el oficial de ejército José Faustino Rico Toro; lo que venía a revelar que el enlace entre el presidente Barrientos y Rosmery Galindo, que fungía de Primera Dama, era nulo de pleno derecho.

Una fecha recordatoria como ésta, invirtiendo el orden lógico, induce a recrear una vida desde la muerte, y hay razones para ello: Barrientos Ortuño, un hombre reputado de apasionado y optimista, murió presintiendo que se iba de este mundo. En su último mes, fue obsesionante en él la idea del desenlace fatal.

El 27 de abril de 1969, cuando el país se consternó con la noticia de su partida, fue la jornada póstuma de una vida turbulenta. Horas antes, a minutos de abordar el avión que lo llevó a Cochabamba (escala intermedia hacia su viaje final en Arque), en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra el mandatario escribió una nota dirigida a Katya Rivas de Barrientos; una nota empapada de malos augurios.

Barrientos sentía que la fatalidad ya tocaba sus puertas: el último término que salió de su puño y letra horas antes de la tragedia fue, precisamente, muerte: He pensado que no te escribiré más en mis viajes, porque tengo la impresión de que fuera siempre la última vez (…) Nada más, cariño, el lunes te besaré a morir (si Dios quiere). Te besa mil veces quien es sólo tuyo y hasta la muerte… René.

El presidente que supo del delirio de las masas campesinas –a las que les hablaba en quechua y trataba fraternalmente–, el hombre que recibió aplausos multitudinarios en la plaza Murillo, tras derrocar a Víctor Paz Estenssoro el 4 de noviembre de 1964 –en acción aleve compartida con el general Alfredo Ovando Candia–; el mandatario que siempre estuvo rodeado de gente en su gestión, padeció sus últimos días la soledad del poder, presintiendo que su fin estaba cerca.

Las memorias del extinto presidente aluden en parte a este capítulo de su vida y más de cien páginas hablan solas del temperamento, el carácter y la personalidad de su autor: ese hombre niño que vivió la recta final de sus días sumergido en un romance adolescente, donde la ternura de enamorado se volcaba en las páginas de un diario personal que empezaba a pergeñar un epílogo trágico, pero no del todo imprevisible.

El también Capitán General de las Fuerzas Armadas, nacido en Tarata el 30 de mayo de 1919, anotaba en su diario lo que le tenía preocupado como mandatario y como ciudadano común. Esos apuntes denotan sinceridad y, lógicamente, lo que se desprende de ellos es funcional a la dilucidación histórica. Barrientos era un apasionado, en toda la extensión del concepto y sus actos estuvieron invariablemente sujetos a su temperamental forma de reaccionar ante las circunstancias, lo que lo empujaba a cometer actos contradictorios. A veces se mostraba duro, inflexible, tenaz; otras muchas lucía tierno y al borde de llorar como un niño ante algo que le dejaba la boca amargamente amarga. El 23 de marzo de 1969, Día del Mar, escribió en su diario: No sé cuál es el motivo, mas presiento que es la última vez que visto mi uniforme tan querido y por tantos años.

Todo hace pensar que su único refugio fue Katya Rivas, a quien le escribió unas líneas postreras que, en lo fundamental, motivaron al autor de esta crónica a lanzar la hipótesis de magnicidio (Prensa, 6/IV/1970): Katya amada: El 1 de mayo voy a asumir todos los poderes. Ese día, desde los balcones de palacio voy a presentarte ante nuestro pueblo, que tanto quieres, como a su verdadera Primera Dama”.

No era la primera vez que Barrientos manifestaba la intención de consumar otro arranque hormonal. El 8 de abril de 1969 –día de su último casamiento–, emocionado escribió una carta a los bolivianos, la que debía ser entregada a la prensa el 6 de agosto de ese año: A mi pueblo: (…) tengo junto a mí a la mejor compañera. Otra persona que vivirá amándolos, alguien más que lo sacrificará todo por la felicidad y el bienestar de cada uno de ustedes que, estoy seguro, sabrán quererla y respetarla como a la gran mujer, ejemplar madre, que es Katya Rivas, mi esposa y la Primera Dama de la Nación”.

Para aquel 1 de mayo, en que iba a producirse una masiva manifestación obrero-estudiantil, Barrientos tenía fraguado un autogolpe para hacerse dictador, pero la muerte se le cruzó repentinamente y otro fue el curso de la historia. En su tiempo, este pasaje que estuvo al filo de caer en la irrelevancia histórica de la anécdota, dio lugar a unos hechos que pusieron a la ética periodística en la cresta de la ola.

Ante la gravedad de la primicia, Juan León Cornejo, jefe de redacción del semanario, le había solicitado ese domingo 19 de abril de 1969 al doctor Huáscar Cajías, director de Presencia, nos permitiera trabajar en la redacción de dicho matutino “por razones de seguridad”. Cajías accedió, pero al leer el primer párrafo se sobresaltó. “¡Cómo van a publicar esto, Juan, es un magnicidio!, yo no lo haría”.

Juan León se plantó en su propósito, diagramó las dos páginas, las tituló y, al llegar el director de Prensa, Andrés Soliz Rada, discutieron un buen rato. Finalmente, Chichi Soliz decidió: “Publicamos, aquí no hay mordaza que valga”, y se acercó al escritorio donde elegíamos fotos. “¿Vas a firmar, Pachi?”, me preguntó. “No sé, tú decides”, le dije. “Firmá nomás, igual te van a tirar”, bromeó ese excelente periodista y buen compañero.

La gravedad anotada, apuntaba a que el supuesto magnicidio habría tenido un autor intelectual y un autor material –el que ametralló al helicóptero–. Allí se hizo más diligente el acopio de testimonios, la consulta con expertos aeronáuticos, la búsqueda de pruebas indiciarias, etcétera.

Barrientos, contradictorio como ningún otro gobernante de ese tiempo, creaba confusión con sus impromptus –confusión acentuada por sus biógrafos–, y daba pie a ahondar las controversias sobre su pasado. Su panegirista más conocido, Fernando Diez de Medina, que agotó los adjetivos laudatorios para endiosar a su biografiado, dice de éste: Tenía un corazón tan grande que pudo dar cabida en él aun a sus enemigos. Ayudó al caído y al infortunado. Perdonó traiciones. Olvidó agravios.

Hubo en su alma un moralista que enseñaba con la palabra y el ejemplo. Los hechos lo desmentían: tras el fallido golpe de Estado del general Marcos Vásquez Sempértegui contra Barrientos (1969), éste convocó a Palacio a los directores de diarios y radioemisoras, presentó al rebelde, se desabrochó y arremangó la blusa militar, y ante la sorpresa de los presentes inició la puesta en escena: “Así que querías golpearme, ¿no? Yo te voy a enseñar, ¡carajo!”, le recriminó y delante de los zares del periodismo lo castigó en el suelo, golpeando furioso con el taco de su bota los huesos digitales del alzado hasta trizárselos.

Huáscar Cajías (Presencia), Jorge Carrasco (El Diario), Cucho Vargas (Hoy), Raúl Salmón (Nueva América) y Miguel Dueri (Panamericana), y otros, quedaron atónitos. Ninguno dijo palabra sobre la golpiza brutal de la que habían sido testigos.

Que tuvo muchas mujeres este personaje nacido, crecido y muerto para trascender, no cabe duda, pero, ¿quién sabe cuántas de a de veras? Aquí reclama lugar otro mito: las familias del valle esperaban al fornido e insaciable visitante con sus hijas bien dispuestas para ofrecérselas, sin otro interés que no sea el de que queden embarazadas y, así, tener sangre de El Taita en la genealogía. Se sabe que Barrientos tuvo más de 50 hijos, entre propios y adoptados.

Barrientos, además, poseía entre los sesgos salientes de su personalidad, dos: una extraordinaria intuición y un arrojo temerario. Días previos a su muerte escribió a una persona de confianza: Si te llama (fulano), sal con él, disimuladamente, ve lo que puedas sacarle. Este sabe algo de “ella”, parece que intentan algo contra mí toda la familia”. El fulano era Marcelo Galindo –miembro del grupo de adulones– y “ella”, la hermana de éste, Rosmery Galindo.

En ocasión de un acto conmemorativo de la fuerza aérea, el número central era una prueba de paracaidismo, pero el hecho tuvo un final trágico: tres jóvenes oficiales encontraron la muerte al no abrirse los paracaídas. Ante los ojos consternados del público, Barrientos subió al mismo avión desde el que saltaron el par de desgraciados, cogió un paracaídas y se lanzó al aire. La congoja devino asombro frente al coraje y destreza del intrépido piloto gobernante.

De armas tomar desde niño, el inefable tarateño confrontó trances difíciles. Asumió la responsabilidad de la masacre de San Juan –decenas de muertos entre mineros y sus familias (23/VI/1967)–, y meses después, la del asesinato del Che Guevara –por orden suya y del alto mando militar (9/X/1967)–, pero se sintió impotente ante la demanda de Juicio de Responsabilidades entablada por Marcelo Quiroga Santa Cruz y José Ortiz Mercado contra Barrientos y su ministro de Gobierno, Antonio Arguedas, por intromisión de la CIA en asuntos internos bolivianos; la primera a un presidente en ejercicio de funciones. El irritado presidente instruyó el encausamiento de ambos diputados. Marcelo Quiroga fue enjuiciado criminalmente, confinado a Madidi y luego encarcelado.

En abril de 1970, el semanario Prensa -del Sindicato de Periodistas de La Paz-, publicó una crónica de Eduardo Ascarrunz, en la que se planteaba la hipótesis de magnicidio –ametrallamiento mediante–, contrapuesta a la versión oficial que atribuyó la tragedia a un accidente. Mañana se publica la última parte de este reportaje.

Fuente: https://www.paginasiete.bo/gente/2019/5/3/vida-pasion-muerte-de-rene-barrientos-216844.html

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