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Guerra del Chaco (III): sin plan de campaña

Sin jefes militares confiables y sin adecuada dotación de personal y materiales, Bolivia decidió “lavar el honor nacional”.

Por RAÚL RIVERO ADRIÁZOLA

El 15 de julio de 1932, las fuerzas paraguayas se presentaron frente al contingente boliviano que, por orden del comandante accidental de la Cuarta División de Ejército, coronel Enrique Peñaranda, y pleno conocimiento del Estado Mayor General, se mantuvo en las orillas de la laguna Chuquisaca. Según Daniel Salamanca, la defensa del espejo de agua hubiera sido exitosa con que solamente las tropas bolivianas se hubieran mantenido en sus puestos; pero los capitanes Urcullo y Rodríguez habrían ordenado a sus hombres abandonar sus posiciones, por lo que el mayor Moscoso también tuvo que retirarse. Apenas un mes después de tomado, el Gran Lago era cedido nuevamente al enemigo.

Dos soldados bolivianos en la batalla de Villamontes entre febrero y Marzo de 1935






















Los primeros rumores sobre la caída del fortín Mariscal Santa Cruz extrañamente se conocieron en la sede de gobierno el 13 de julio, es decir, dos días antes de que se produjera el choque, por haber sido transmitidos a través de radios argentinas, pudiéndose únicamente colegir que los paraguayos habrían postergado la incursión por unos días y dado por exitoso el proyectado ataque e informando así a los corresponsales argentinos en Asunción. Consultado por el Presidente, el jefe de Estado Mayor General no supo qué responder; apenas había pasado una semana desde que, ufano, Osorio afirmara que sostenerse en esa posición era de vital importancia para el país. En busca de respuesta, telegrafió a Peñaranda, dándose un inútil intercambio de comunicaciones, mientras se desconocía en ambos extremos del hilo telegráfico que los paraguayos ya habían llegado al lago y desalojado a las fuerzas bolivianas.

Los altos mandos militares daban palos de ciego sobre lo que realmente pasó en el Chaco, teniendo más certeza lo que informaban las emisoras de radio argentinas. Llama la atención que, habiéndose declarado como “vital” el sostenimiento de ese puesto de avanzada, el Comando no haya tomado medidas más precisas para su sostenimiento, como la extensión de una línea telegráfica y de otra de etapas.

Confirmada la infausta noticia del desalojo forzado de Pitiantuta, la reunión de gabinete convocada por Salamanca la noche del 18 de julio fue, en sus palabras, “casi silenciosa, bajo la impresión de la suma gravedad de los hechos que fatalmente habrían de producirse”. Participó en esa reunión el general Osorio, que bien se guardó de sacar de su error al Presidente y sus ministros, que siguieron creyendo que lo que los paraguayos conquistaron fue el fortín Mariscal Santa Cruz, supuestamente sito en la orilla occidental de la bautizada como laguna Chuquisaca. Y con base en ese error, por unanimidad, se aceptó la decisión presidencial de tomar medidas que laven la pretendida afrenta, la primera de las cuales fue la suscripción del decreto de movilización que convocaba a las reservas de las últimas cinco clases, que sumarían cerca de quince mil hombres; tal número, en ese momento, parecía excesivo pues la Jefatura de Operaciones del Estado Mayor General consideraba que con un máximo de 5.855 hombres se podía desalojar del Chaco a las fuerzas paraguayas.

Salamanca comprendió que, una vez se consumó el desalojo del flamante fortín Mariscal Santa Cruz, a Bolivia no le quedaba más que buscar la represalia o asumir la derrota como un incidente más —grave, es cierto— en la historia de los roces sufridos por los dos rivales por la posesión del Chaco. Empujado por los jefes militares, por la mayor parte de su entorno de confianza y por la opinión pública, al presidente no le quedó otra elección que optar por la primera alternativa. Empero, lo hizo apoyado por una clase militar que, si bien quería la guerra, no resultaba confiable y tampoco estaba preparada para iniciar un conflicto armado en las mejores condiciones posibles, a pesar de los mitos de superioridad militar frente al Paraguay que desde pretérito se fueron construyendo y consolidando en la mente de los oficiales y de la propia población.

Como hace notar el entonces mayor Rogelio Ayala Moreira, en ese entonces jefe de la Sección Segunda del Estado Mayor General y, por tanto, conocedor de los entresijos de esa alta entidad del Ejército: “el señor Salamanca, frente al desarrollo de los acontecimientos, debió juzgar que el conflicto se nos venía de forma inevitable. En tales circunstancias y por acto de elemental previsión, pidió al estado mayor general, le haga conocer el plan de campaña preparado por aquella repartición, a cuyos cálculos o previsiones se ceñiría la conducción de las operaciones ya iniciadas de parte del Paraguay. La demanda presidencial no fue satisfecha, no obstante de haber ofrecido el general Osorio presentar un extracto al día siguiente, pero ese día tuvo que declarar que no hubo ese trabajo. Era cierto, el Estado Mayor propiamente no lo tenía” (Alvéstegui, Salamanca. T.4:28).

Sin plan, sin jefes militares confiables, sin adecuada dotación de personal y materiales en el Chaco y con la errónea idea de ser muy superior al Paraguay, Bolivia decidió “lavar el honor nacional” y tomar represalias lo antes posible en el lejano territorio en disputa.

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LA VERDAD SOBRE LA SELECCIÓN BOLIVIANA Y LOS DIRIGENTES

Seǵun este video que se explica el por qué la selección boliviana no rinde bien, y gane o pierda la federacion boliviana de futbol obtiene ingresos económicos, también se pregunta el por qué la FBF nunca publica que es lo que hace, a diferencia del Club Bolivar de La Paz que en sus redes sociales se informe qué es lo que se esta haciendo, qué se está construyendo, etc, en cambio de la federación no hay ninguna información al respecto 

 Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=GOMntUZFL_I

 

El 52, lo que quiso ser y lo que fue (segunda parte)

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día 15 de Mayo de 2022 en la sección Ideas en las páginas 4 y 5

¿Qué nación proponía el MNR? La Revolución de 1952 creó un nuevo Estado que se constituyó en el proyecto histórico más ambicioso desde la independencia.

¿Qué nación quería el MNR?

Un primer aspecto al que se le dio poca o ninguna importancia hasta hace relativamente pocos años, fue la columna vertebral del proyecto ¿Qué nación proponía el MNR? ¿En qué se diferenciaba del proyecto fundador de 1825 y del proyecto oligárquico liberal de posguerra del Pacífico? El MNR proponía una nación cuyo paradigma de unidad fuera el mestizaje. Acuñó, inspirado en la Revolución Mexicana, la idea de que había que amalgamar nuestro pasado común “indo-mestizo” que estaba dislocado y enfrentado secularmente. La mirada de entonces, apoyada en la visión decimonónica del Estado-Nación, reforzaba sin resquicios la idea de una nación unitaria, sólidamente cohesionada por valores cómunes y únicos que garantizaran la construcción de una sociedad con los mismos valores y las mismas creencias.

Para ello el pivote era la idea del mestizaje en el que se insumirían las tres categoría entonces aceptadas de modo sobresimplificado como componentes de nuestra población: indígenas, mestizos y blancos. Había que reconocer un pasado común tanto indígena (Tiwanaku fue el referente simbólico del esplendor de ese tiempo pretérito) como colonial y republicano. Quedaba claro que la única forma de lograr tal uniformidad era la de imponer una lengua común y dominante, el castellano como “lingua franca” del país y la adhesión a una religión unificadora, el catolicismo.

Desde el punto de vista de la referencia política, para el MNR estaba claro que dicha cohesión tenía una amalgama imprescindible, la de un Estado poderoso, garante de la protección de nuestros recursos naturales, empresario y rector de una economía planificada y férreamente controlada. Ese Estado gestor decidiría el grado de participación de los privados en la economía.

Desde la perspectiva intrínsecamente política, la influencia mexicana fue también decisiva. La formalidad democrática era eso, una formalidad para disfrazar a través del voto genuino a favor de quien cambiaría el país, una dictadura de partido, una renovación indefinida del poder y un control férreo de éste. La oposición (en el caso que nos ocupa, FSB), sería simplemente un ingrediente para hacer creíble el tal disfraz. El mecanismo terminaría por estallar pero en el camino dejó una secuela de arbitrariedad, violencia y manipulación de la democracia nominal instaurada especificamente en 1956 con la primera elección por voto popular universal.

Las medidas legendarias

Fueron más de tres y una de ellas fue la clave. En lo práctico, sin ninguna duda, la combinación entre la ortorgación del voto universal (que liquidó el voto censitario que impedía ese derecho a mujeres e indígenas) y la implantación de la reforma agraria, cortó a cuchillo la historia republicana. Los caminos paralelos de racismo, exclusión, expoliación y el circuito terrible de levantamientos indígenas-masacres, se cortaron para construir una ruta única de presente y de futuro. La mitad de la población sobre cuyas espaldas se construyó el proyecto conservador-liberal, dejaba de ser carne de cañón y objeto de la historia para conquistar la ciudadanía política y económica a partir de la recuperación de la propiedad de la tierra. Sin discursión, fue el paso fundamental del proceso del 52.

Es evidente que la reforma agraria pecó de insuficiencias importantes tanto técnicas como conceptuales (su aplicación se dio exclusivamente en altiplano y valles dada la relevancia menor de población y control de tierras en el norte, oriente y sur). Sobre el modelo del sindicalismo europeo, concibió la medida en la lógica de propiedad individual y no comunitaria, lo que desbarató significativamente la tradición indígena anterior a la colonia y también la del propio periodo colonial que había mantenido un vínculo con las formas previas de organización y uso de la tierra. Pero aún considerando esas deficiencias, el objetivo central de inclusión, igualdad y ciudadanía, se cumplió, lo que vino después (sobre todo en el periodo democrático inaugurado en 1982) fue el ajuste y afinado del imperativo de cerrar la página entonces inaugurada.

A estas medidas esenciales se sumó el Código de Educación (1955) que, por fin, la universalizó incorporando la educación rural que en un par de décadas logró educar a la casi totalidad de los niños bolivianos en edad escolar. El pilar fue el castellano, recién cuestionado como vehículo básico en la reforma educativa de 1994 instaurada por el propio MNR.

Otro de los logros cruciales del proceso de la Revolución fue la universalización de la seguridad social para los asalariados a partir de la creación de la Caja Nacional de Seguridad Social.

La nacionalización de las minas, que cuando se hizo realidad (octubre de 1952) fue el hecho “estrella” de la Revolución, calificado ampulosamente como la “liberación económica” de Bolivia, mostró en muy pocos años varios de los problemas de su ejecución. La Creación de la Corporación Minera de Bolivia-Comibol, fue la de un superestado asfixiado por la burocarcia, el prebendalismo y la sujeción a las exigencias y necesidades del partido de gobierno. En 1961 –cuando se aplicó el llamado “Plan triangular” que buscó racionalizar y reordenar a la empresa– se había puesto en evidencia que la política había dañado irreversiblemente la medida.

El cambio de razón social (de minería privada a estatal) vino acompañado con la medida demagógica de pago de beneficios y recontratación inmediata de quienes habían sido empleadas de los “barones” del estaño. En poco tiempo se triplicó el personal, especialmente el de superficie. La ley del mineral, que ya venía en bajada en el momento de la nacionalización, descendió dramaticamente. La productividad de los trabajadores en la nueva empresa estatal cayó también de manera significativa.

El resultado fue inevitable; el costo de producción por cada libra fina superó al monto recibido por la exportación de esa misma libra fina. Situación que en 1985 –también en virtud de la brutal caída del precio internacional del estaño– llevó al colapso a la minería estatal boliviana.

La ciclotimia del proceso

Pero el proyecto iniciado el 52 adoleció de problemas de base que harían compleja su culminación. El capitalismo de Estado surgido del cambio –como anoté en el caso de la minería– impulsó una monstruosa burocratización, en un contexto de Guerra Fría y de bloques ideológicos enfrentados, en una realidad geográfica y geopolítica dependiente de la influencia de la primera potencia del mundo alineada obviamente con el liberalismo político, la economía abierta y el capitalismo. Una mirada pragmática y realista de ese contexto, apostó (segundo gobierno de Paz Estenssoro) por el desarrollismo que fue promovido por las ideas de la Cepal por un lado y la Alianza para el Progreso por el otro.

Las dificultades macroeconómicas estructurales del primer periodo revolucionario, obligaron al MNR a apelar al apoyo de EEUU a partir de respaldo a fondo perdido para cubrir las obligaciones presupuestarias salariales y –progresivamente– a un endeudamiento que generó condicionantes muy duras en el manejo del modelo político-económico. Muy temprano, desde 1953 el país comenzó a atarse a dicha ayuda. A esto contribuyó el gran desafío del segundo gobierno movimientista, presidido por Hernán Siles, de estabilizar la moneda y salvar la economía, producto de la grave inflación generada por las medidas citadas. El único camino (como pasaría en 1985 tras la hiperinflación de tiempos de la UDP) fue la aplicación de medidas ortodoxas de corte liberal.

Como corolario la consecuente liberalización económica en un rubro importante, contrastó con la lógica estatista; este paso se dio con el Código del Petróleo (1956) que permitió el ingreso de la Gulf Oil (empresa estadounidense) a Bolivia, que aceleró la exploración y acabó demostrando que Bolivia era un país gasífero más que petrolífero.

El tema de los hidrocarburos ilustra la deriva pendular del país desde los años 30 del siglo pasado hasta el siglo XXI. En 1969 la nacionalización de Alfredo Ovando volvió a la lógica de los hidrocarburos para el Estado. La capitalización de Sánchez de Lozada en 1994 revirtió esa forma y potenció como nunca a las transnacionales. En 2004-2006 el referendo de hidrocarburos, la consecuente ley del rubro y la reconversión de contratos en el gobierno de Morales, volvió al estatismo en lo que era entonces el sector productivo más importamnte de nuestra economía. La citada liberalización de los 50 fue un ejemplo inequívoco de las paradojas de los gobiernos del MNR.

La gestión de gobierno 1960-1964 y el plan decenal del MNR (1962), estaban marcados –como anotamos– por una corriente determinada del enfoque del crecimiento dominante en América Latina. Dicha propuesta marcó una visión de mediano y largo plazo de políticas públicas orientadas al crecimiento sobre el desafío de la lucha contra la pobreza y, en su origen, la sustitución de importaciones sobre el mito de la gran industrialización, entendible en las potencias regionales, pero impracticable en las naciones más pequeñas como Bolivia.

Pero además, dos elementos impidieron la radicalización de la Revolución que esperaban determinados sectores sindicales y políticos: la raíz demo-liberal y progresista del MNR y la situación de aislamiento de Bolivia, punto clave de desestabilización del sistema continental, sin posibilidad alguna de apoyo de países externos a la influencia norteamericana.

Esos graves dislocamientos terminaron por quebrar la identificación entre movimiento obrero y partido, que había transformado un golpe de Estado en una insurgencia popular y que había convertido el movimiento, a través de banderas nítidas de lucha (las medidas ya mencionadas), en una acción colectiva vanguardizada por la avanzada minera que hizo posible la fundación de la COB.

El proyecto nacional revolucionario, siempre anclado en el reformismo, tuvo una innegable vigencia pero a pesar de todo, paralelo a proyectos latinoamericanos signados por ideas próximas como el argentino, el brasileño, el peruano, el venezolano, el colombiano y en muchos sentidos el guatemalteco de Arbenz, fue el único de ellos que pudo llevarse a la práctica hasta niveles de verdadera Revolución (como transformación económica y desplazamiento de clases), especialmente en el periodo 1952-1956. A pesar de sus limitaciones inherentes, terminó por imponerse en la dimensión de la historia.

Pero si el fin del gobierno del MNR tiene una fecha específica: el 4 de noviembre de 1964, no sólo por sus índices de decadencia y agotamientos salpicados de corrupción y violencia estatal (exilio, prisión en campos de concentración, discurso y acción de partido único), sino por el grave error de Paz Estenssoro de forzar su reelección y su tercer gobierno (los tres presidentes que lo intentaron no terminaron su mandato), los rescoldos del modelo nacional-revolucionario perviven en Bolivia hasta nuestros días.

La experiencia nacionalista boliviana del periodo 1952-1964 es probablemente la que ha llegado más lejos en lo que se refiere a la puesta en práctica de medidas que permitieron cambios estructurales y formas políticas (cogobierno COB-Ejecutivo y Asamblea Popular en 1971 en el periodo de radicalización de los gobierno militares bajo el liderazgo de Alfredo Ovando y Juan José Torres) en más de un caso inéditas hasta hoy en otras naciones de América.

Colofón, breves reflexiones sobre el MNR y el MAS

Pero si esto es cierto, no lo es menos que precisamente por esas razones el resultado que vive el país hoy, cuando el modelo nacional revolucionario parece haber hecho todos sus aportes, es el de un intento de transformación estructural de la mirada de la nación, a partir de la idea del Estado plurinacional que quiso cerrar la página de la discriminación y la exclusión, abierta en 1952 y profundizada en las primeras dos fases del periodo democrático (1982-2006). El Movimiento al Socialismo (MAS), diciendo las cosas con la crudeza que el caso amerita, heredó un discurso histórico, el del 52, intentando borrar sus huellas fundacionales, pero copiando el modelo autoritario hegemónico y con un envilecimiento cada vez más creciente, que había terminado con la fase idílica de ese proceso transformador, de modo muy parecido al camino de nefastos tumbos autocráticos y degradados de hoy.

Con todo, la Revolución de 1952 creó un nuevo Estado que se constituyó en el proyecto histórico más ambicioso desde la independencia. Sin embargo, esa nueva construcción dejó un tatuaje contradictorio, basando sus premisas en el Estado empresario y dueño de la economía del país, a pesar de la evidencia de sus graves problemas de burocracia, corrupción e ineficiencia.

La respuesta liberal de glorificación de la empresa privada en los 90 mostró también sus excesos y su tendencia a la concentración de riqueza en manos de unos pocos, lo que demandó una respuesta aún pendiente, la de la construcción de un nuevo paradigma económico y ambiental adecuado a los desafíos del siglo XXI, capaz de reformular el futuro, desterrar las ideas obsoletas de la gran industrialización y sobre todo del extractivismo y el rentismo como supuestos parámetros de crecimiento inexcusables para nuestra sociedad.

Finalmente, tras varios lustros de polarización, la democracia, se impuso como el camino de la nación, que decidió con su lucha y su sangre ese modelo de vida en comunidad, acompañado por un aparato político (un conjunto plural de partidos) que tuvo sus altos y bajos y que vive hoy la misma disyuntiva de los años cincuenta del siglo XX, la de derrotar democraticamente la imposición de un partido hegemónico que conquistó su legitimidad por el voto, pero que la desnaturalizó con un ejercicio espurio, autoritario y antirepublicano del poder.

El MNR, referente del proceso revolucionario y del nacionalismo, mostró a lo largo de 60 años (1943-2003) un vigor y un protagonismo que lo ha convertido en la organización política más importantes de todo el transcurrir de la República hasta hoy. Su periodo embrionario, su momento dorado y su giro en democracia hacia dos corrientes diversas, de entre las que se impuso la de la ruta liberal, constituyen en sus propios hechos una explicación de la lógica repetida y pertinaz del agotador péndulo político, económico y social de Bolivia. “El gobierno del MNR tiene una fecha específica: el 4 de noviembre de 1964, no sólo por sus índices de agotamiento, sino por el grave error de Paz de forzar su reelección”.

“Esa nueva construcción dejó un tatuaje contradictorio, basando sus premisas en el Estado empresario y dueño de la economía del país”.

La leyenda de los Mamani

Algunos cuentos antiguos señalan que hace muchos siglos, en el tiempo de los Incas, llegó un príncipe escocés llamado Magmani, quien se enamoró perdidamente de una princesa Inca, y fue así como nació y se introdujo entre la nobleza Inca.

Los Mamani fueron creadores de grandes ideas y constructores preferidos del Inca, eran proyectistas hacia el futuro y siempre buscaban la forma de mejorar la tierra. Muchos de ellos, fueron emperadores y los mejores estrategas de guerra, característica que valió para llamar así a los gavilanes y halcones.

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El 52, lo que quiso ser y lo que fue (Parte I)

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día domingo de mayo de 2022 en la sección ideas en las páginas 4 y 5

Sólo entendiendo la realidad previa a 1952, se puede comprender en profundidad la magnitud y la realidad de las transformaciones que hicieron de Bolivia un país distinto que completó un salto, aunque incompleto e imperfecto, al mundo contemporáneo, sostiene el autor.

La tragedia

El colgamiento del Presidente Gualberto Villarroel el 21 de julio de 1946, producto de un movimiento popular (en el que se hallaban comprometidos la izquierda marxista-PIR y la oligarquía de raíz liberal) y una acción colectiva irracional, marcó, paradójicamente, el fin de un largo periodo de la historia republicana de Bolivia, el de quienes hicieron mártir al líder político nacionalista.

Los viejos principios liberales, el sistema económico, la realidad agraria y la desarticulación nacional, plasmados en un sistema político de democracia censitaria que había agotado sus postulados y logros, intentaron –sin éxito– reencauzarse ese día invernal en la última etapa de su vigencia política. Los seis años que median entre esa fecha y el 9 de abril de 1952 se transformaron en un puente que aceleró la eclosión popular y una nueva dirección de la historia boliviana.

La nación antes de la Revolución

La situación de Bolivia antes de los cambios de 1952 era la de una nación desarticulada en varios niveles. Su economía mantenía una estructura de monoproducción minera, basada y dependiente fundamentalmente de las exportaciones de estaño (por décadas fuimos el segundo productor mundial de ese mineral). Esta principal fuente de ingresos estaba manejada por tres grandes empresas bolivianas propiedad de los denominados “barones” del estaño: Simón I. Patiño (uno de los empresarios globales más exitosos de su tiempo), Mauricio Hoschild y Carlos Víctor Aramayo. Esto suponía que el Estado recibía ingresos reducidísimos por impuestos en proporción a las ganancias de los grandes mineros. Era además dependiente directa de los propietarios de los complejos mineros y las fundiciones que (particularmente Patiño) habían instalado en Europa, no en Bolivia por razones vinculadas al imperio minero mundial que entonces controlaba el magnate, y de un mercado internacional que regulaba los precios en función de la realidad de la producción y el precario equilibrio de minerales como el estaño.

La agricultura que se practicaba en altiplano y valles interandinos, estaba a su vez en manos de grandes propietarios que controlaban la producción sustentada en la mano de obra indígena prácticamente gratuita, aunque objetivamente con mayor proporción de sustento alimentario del país (en buena parte por la magra dieta alimentaria de la mayoría de la población) que en el momento actual. Desde el punto de vista social y del sistema productivo, los indígenas dependían casi totalmente del hacendado, a través de la herencia colonial basada en el modelo de la encomienda. Los propietarios, beneficiados por una “estatización” de la tierra en el siglo XIX, que no fue otra cosa que una expoliación para lograr supuestamente la regularización de los títulos de propiedad que facilitó la “reversión” de grandes extensiones en el altiplano y valles, adquirieron esas tierras por precios muy bajos una vez el Estado las puso a remate.

El funcionamiento de esas haciendas incorporaba como parte “natural” de la propiedad a los indígenas, llamados colonos, quienes a cambio de su permanencia en las tierras comunitarias que habían sido suyas, trabajaban sin remuneración a favor de los nuevos propietarios, con la compensación del “derecho” de cultivo para su autoconsumo. Hasta 1945 (en que fue abolido por el gobierno de Gualberto Villarroel) se mantuvo el pongueaje, un eufemismo de un sistema de semiesclavitud que obligaba, además del agrícola, a trabajos no remunerados del “colono” generalmente en la ciudad en favor del hacendado en sus propiedades.

La sociedad boliviana carecía de una clase media urbana significativa, marcándose una diferenciación de clases muy aguda. Estrato dominante compuesto por la gran minería, terratenientes, un pequeño núcleo de familias “tradicionales”, minúscula burguesía y funcionarios. El otro estrato formado por los campesinos indígenas, un pequeño sector obrero y minero y grupos populares de artesanos y gremiales urbanos. La relación entre campo y ciudad era muy estrecha (mucho más que hoy) en el contexto de las asimetrías mencionadas.

No existía un sistema adecuado de seguridad social, aunque sí se habían establecido en el gobierno republicano de Bautista Saavedra (1924) y en el gobierno militar de David Toro (1936), un código y reglas que regían las condiciones de trabajo en minas y fábricas.

Las comunicaciones viales mínimas mantenían al país desarticulado. El desarrollo del oriente era casi impensable por su aislamiento y su aparentemente poco atractivo nivel de oferta de productos.

La visión de transformar esa realidad a partir de una intervención del Estado, sin embargo, se inició con el Plan Bohan, presentado por un equipo de consultores estadounidenses a pedido del gobierno de Enrique Peñaranda (1940-1943), que propuso el desarrollo de infraestructura carretera e inversión en desarrollo agrícola y técnico en las tierras más fértiles de Santa Cruz, además de una migración planificada desde tierras altas a tierras bajas, para iniciar un proceso de diversificación económica que eliminara nuestra dependencia de la monoproducción exportadora minera.

Añadía la necesidad de profundizar la exploración y explotación de petróleo y la construcción de una refinería para el crudo extraído. La carretera Cochabamba-Santa Cruz y la construcción de la refinería de Cochabamba se iniciaron, ambas, antes de 1952.

En el periodo liberal se había desarrollado también un importante proceso de modernización industrial (años 30 y 40) a través de una inversión significativa en el rubro textil, y en la manufactura diversa (alimentos, alcoholes, aguas gaseosas, tabaco, zapatería, construcción, pequeñas fundiciones y tornerías, etcétera), lo que hizo crecer de manera significativa el PIB industrial.

La lógica del cambio

Sólo entendiendo esta realidad se puede comprender en profundidad la magnitud y la realidad de las transformaciones de 1952 que hicieron de Bolivia un país distinto que completó un salto, aunque incompleto e imperfecto, al mundo contemporáneo.

La instrumentación de esa ruta surgida en Bolivia en abril de 1952, se hizo a partir de una organización política, el Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR, cuyos contenidos programáticos no son fácilmente identificables desde el punto de vista de corrientes ideológicas definidas. Este partido propugnaba una alianza de clases en el contexto de una tesis que tocó las fibras de los ciudadanos (Tesis de Ayopaya de Walter Guevara). En ella se planteaba que la confrontación histórica pendiente era la tensión entre nación y antinación, no en la lucha de clases ni en la “decadente” visión de imponer como modelo el liberalismo político republicano. Era la defensa de los intereses y recursos nacionales contra los poderes externos, particularmente el imperialismo y a falta de este, contra la “rosca” minera.

(Nacionalismo y coloniaje de Carlos Montenegro). Como medio efectivo para la toma del poder proponía el desarrollo de tres medidas básicas (nacionalización de las minas, reforma agraria y voto universal) para cambiar las estructuras de la sociedad establecida y consolidada por el liberalismo.

El secreto del MNR y la corriente nacionalista fue desplazar al marxismo como opción alternativa al pasado liberal-republicano del país. A ese éxito contribuyó la ya mencionada alianza entre el PIR-Partido de Izquierda Revolucionaria- y el bloque conservador en el bienio 1945-1946.

El derrocamiento brutal de Villarroel tuvo que ver con la alianza antifascista de ambos núcleos políticos, sobre la hipótesis de que el gobierno MNR-RADEPA (Razón de Patria, logia militar ultranacionalista creada en las arenas del Chaco durante la guerra) era –igual que el peronismo argentino– una expresión solapada del fascismo en América Latina. La influencia de Estados Unidos y el Reino Unido en esa acción fue evidente y tuvo que ver con la geopolítica mundial de inmediata posguerra mundial.

La importancia de la guerra con el Paraguay (1932-1935) fue definitiva para patentizar la deficiencia medular del proyecto liberal. Una mayoría del país, los indígenas, quechuas y aymaras eran una vez más excluidos, discriminados y utilizados instrumentalmente. Ese quiebre vergonzoso se puso en claro en la contienda y aceleró la toma de conciencia colectiva sobre tal situación, además de potenciar la creación de corrientes de pensamiento ya existentes cristalizadas en partidos políticos de nueva generación, bajo la influencia marxista, fascista y nacionalista del mundo polarizado de entreguerras.

Un contexto necesario

Las medidas centrales que dieron cuerpo y destino a la Revolución fueron tomadas de modo inteligente y pragmático por el MNR. “Tierra a quien la trabaja y minas al Estado” fueron postulados propuestos por el POR-Partido Obrero Revolucionario- de tendencia trotskista, el PIR e incluso grupos renovadores del viejo liberalismo y FSB-Falange Socialista Boliviana- de cuna fascista, en distintos tonos y con diversos matices.

Es paradigmática en esa dirección la llamada Tesis de Pulacayo (1946), un manifiesto político radical desde la base minera trotskista que proponía de hecho una revolución proletaria.

El punto de partida policlasista, si bien diluía el contenido específico de clase desde la perspectiva del marxismo ortodoxo, permitió hacer efectivo un proyecto político concreto. El MNR se cuidó muy bien, tanto antes como en pleno proceso de gobierno, de no alinearse con el socialismo ni con la revolución democrático- burguesa (a pesar de la imposición del voto universal y de los procesos electorales de los que fue principal beneficiario), aunque, en la práctica esa teórica “tercera vía” no fue real. En esa dimensión estuvo el planteamiento históricamente revisionista de Montenegro.

A pesar del MNR, o quizás gracias a sus líderes, los cambios desarrollados terminaron por definirse como de estructura reformista en lo formal y de hegemonía autoritaria de partido único. Pero sería ingenuo y de un esquematismo peligroso reducir el análisis a esa definición que no abarca ni explica el mecanismo de funcionamiento socio-político, sobre todo de los cuatro primeros años de gobierno nacional-revolucionario.

En primera instancia conviene insistir en que 1952 determinó un desplazamiento de clases a nivel de las decisiones nacionales en el seno del propio gobierno. La sociedad tradicional, conducida por una reducida clase dominante (la oligarquía) intermediaria entre los grandes intereses mineros y el resto de la nación, fue sustituida primero, y afectada directamente en sus intereses después, por el ascenso de un sector de la “clase media” (un estamento difícilmente definible como clase en 1952, y aún de estructura compleja para la clasificación en nuestros días) que a través de un instrumento político (el MNR) condujo a un proceso de transformación estructural del país.

Pero es claro que el cambio esencial no tuvo su eje de interés en esa sustitución violenta, sino en el complejo agrupamiento de sectores sociales excluidos, sobre todo a nivel de proletariado y esencialmente –por la composición demográfica del país– del campesinado indígena. No fue casual que el MNR cambiara la expresión indio (claramente racista y peyorativa) por la de campesino.

Si el MNR fue el instrumento político de la Revolución, la Central Obrera Boliviana (COB), creada el 17 de abril de 1952, cinco días después del estallido de la insurgencia popular, fue su instrumento de clase, definida por el nivel de conciencia política de los mineros, vanguardia natural del proletariado boliviano, dado su carácter de sector neurálgico como sostén de la economía. No era tiempo todavía, a pesar de la proximidad de la reforma agraria (agosto de 1953), de una vanguardia campesino-indígena.

De esa combinación resulta que las medidas graduales y solamente progresistas de un partido y su motor intelectual, se transformaron en cambios de raíz, en cuanto se estructuraron a partir del impulso del co-gobierno (toma de decisiones COB-Ejecutivo y participación de ministros obreros en el gabinete) y sobre la premisa del control obrero en la administración de la nacionalización de las minas que se llevó a cabo seis meses después del ascenso al poder (octubre de 1952).

A pesar de no compartir la raíz marxista del pensamiento de importantes sectores de la COB, el MNR asumió pronto –a través de sus direcciones obreras– el control de la máxima organización de trabajadores del país, lo que le permitió con el paso del tiempo la consecución de sus intereses en el nivel de decisión entre gobierno y COB (por lo menos hasta 1957).

Las paradojas que vendrían

La Revolución Nacional puede verse en una particular dimensión, muy importante para explicar su trascendencia histórica. Dadas sus agudas contradicciones y la distorsión de su contenido, el resultado efectivo más evidente fue la transformación de una nación premoderna, desarticulada geográficamente y dominada por minúsculos pero poderosos grupos de poder, en otra (todavía preindustrial, a pesar de los atisbos mencionados) con un amplio espectro de participación política y con un Estado fuerte dueño de sus recursos naturales esenciales. Se dio además la integración parcial del territorio con el comienzo del rompimiento de la hegemonía andina, en la continuación del Plan Bohan heredado de los gobiernos liberales.

Desde el punto de vista social el mayor esfuerzo en este cambio fue el de la creación de una burguesía capaz de hacer real la modernización del país mediante un desarrollo agroindustrial y, en una paradoja de sus postulados, el intento de instalar una industria estatal con la conclusión de la refinería de petróleo de Cochabamba y la creación del ingenio azucarero de Guabirá en Santa Cruz, pero con un dramático desincentivo a la industria privada duramente golpeada por la altísima inflación del periodo 1953-1957, y dependiente –problema crónico hasta hoy– de los contratos e iniciativas estatales para generarle oportunidades y buenos negocios. “A pesar del MNR, o quizás gracias a sus líderes, los cambios desarrollados terminaron por definirse como de estructura reformista en lo formal y de hegemonía autoritaria de partido único”.

Origen y significado del apellido Mamani

Mamani es un apellido de origen prehispánico que significa halcón

BOLIVIA SIGLO XX - LA GUERRA DEL CHACO BOQUERÓN (1932)

La historia de la defensa del fortin Boquerón

Para saber mas puede ver

https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Boquer%C3%B3n_(1932)

Fuente:https://www.youtube.com/watch?v=ZV25I3IFSPE



Asi fue organizado la defensa del Acre

La Barraca Bahia y otras 15 fueron invadidas el 25 de Septiembre de 1902 y los bolivianos moradores del Acre se refugiaron en el Puerto Porvenir donde a la cabeza de Nicolas Suarez decidieron combartir al enemigo, conformaron la columna Porvenir con 85 hombres entre empresarios y trabajadores de la goma y el 11 de Octubre derrotaron a los invasores enla historia Batalla de Bahia

En esta foto podemas ver como fue organizado la defensa del Acre de la invasion brasilera de 1904


BOLIVIA SIGLO XX - LA GUERRA FEDERAL

La historia de la guerra federal, donde se define dónde seria la sede de gobierno 

 Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=wmZp15kz5Dk

 

Fidel Castro en Bolivia

Fidel Castro en Bolivia fue entrevistado por Carlos Mesa en su programa De Cerca

Para saber mas sobre este personaje puede leer

https://es.wikipedia.org/wiki/Fidel_Castro

Fuente:https://www.youtube.com/watch?v=gx1qZi_Wjy8



De Cerca - Ricardo Castañon

Entrevista al Dr Ricardo Castañon donde habla sobre el milagro del Cristo que llora en Cochabamba 

 Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=vpKwH1ySfEc 

Con amenazas y ante potencias, así fue la clasificación al Mundial

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página siete el día 19 de septiembre de 2021 en la sección campeones

Un domingo 19 de septiembre la VErde festejó en Guayaquil

Bolivia recuerda hoy 28 años de uno de los hechos históricos más importantes para el deporte nacional, el boleto a USA 1994.

Página Siete / La Paz

“Si el equipo no se clasifica para el Campeonato del Mundo de 1994, olvídese de su existencia”, ése era el contenido de una de las cartas anónimas que Xabier Azkargorta recibió en 1993. Presionados, con una Federación Boliviana de Fútbol que no tenía dinero y en una Eliminatoria con poderosos aspirantes como Brasil y Uruguay, anotarse en un Mundial parecía irreal.

Rojas, Baldivieso Y Cristaldo, enGuayaquil 1993



El domingo 19 de septiembre de 1993, Bolivia se demostró a sí misma que podía. La FBF de ese entonces concluyó con éxito su proyecto que finalmente coronó en el estadio Isidro Romero Carbo de la ciudad de Guayaquil.

“Quizás nunca antes en la historia, los bolivianos fuimos más unidos ni estuvimos en un consenso similar”, escribió el padre Eduardo Pérez Iribarne en su columna El año del Cambio, publicado en el libro El Salto al Futuro. Hoy se cumplen 28 años de ese hecho épico.

Esa tarde, la Verde igualó 1-1 con Ecuador y logró la ansiada clasificación para una Copa del Mundo. Bolivia ya había estado presente en dos mundiales (1930 y 1950) pero en ambos como invitado, ya que las eliminatorias en Sudamérica se iniciaron para el certamen de 1954.

Bolivia fue parte del grupo B, que era por demás complejo, ya que debía compartirlo nada menos que con Brasil y Uruguay, las dos potencias que se suponía que corrían con ventaja para quedarse con las dos plazas que otorgaba la zona. Además de Ecuador y Venezuela.

El inicio fue con una goleada frente a Venezuela por 7-1 en Puerto Ordaz (Erwin Sánchez 3, Luis Ramallo 3 y Luis Cristaldo). A continuación debía afrontar los cuatro encuentros como local en forma consecutiva, siendo consciente de que ésa era una de sus mayores fortalezas. Y así lo demostró.

El 25 de julio venció por 2-0 a Brasil en el Hernando Siles, ante más de 40.000 personas con las conquistas en los minutos finales de Marco Etcheverry y Álvaro Peña. En la jornada siguiente quedó libre y luego cayó el otro grande, Uruguay, en La Paz, en este caso por 3-1 (Erwin Sánchez, Marco Etcheverry y Milton Melgar). La primera rueda culminó con victoria por la mínima ante Ecuador, con tanto de William Ramallo. En la tabla, Bolivia era puntero con ocho, seguido de Brasil y Uruguay con cuatro, Ecuador tres y Venezuela sin puntos.

El equipo de Azkargorta coronó su tarea perfecta como local al golear por 7-0 a Venezuela en el inicio de las revanchas (Luis Ramallo, Milton Melgar 2, Marco Etcheverry 2, Erwin Sánchez, Marco Sandy).

Como visitante, el 29 de agosto sufrió un duro golpe al caer 6-0 en Recife frente a Brasil, luego quedó libre y a la semana siguiente fue a Montevideo buscando el triunfo que le daba la clasificación y eliminaba a la Celeste. El local ganó por 2-1 (Enzo Francescoli, Daniel Fonseca – Ramallo) dejando a ambos y Brasil igualados en 10 puntos.

Pérez Hoyos expulsó a Juan Manuel Peña en Montevideo. Foto: Libro El Salto al Futuro

Así, Bolivia viajó a Ecuador, dependía de sí misma. Empató 1-1 con el inolvidable gol de Ramallo y concretó uno de los logros más importantes para el deporte boliviano.

En 1993

Canarinha Bolivia ganó a la poderosa Brasil que estaba integrada por: Taffarel; Cafú, Valber, Marcio Santos, Leonardo; Mauro Silva, Luis Enrique, Zinho, Raí; Bebeto y Muller (Carlos Parreira).

La Celeste En su camino rumbo al Mundial, Bolivia se enfrentó a grandes jugadores de Uruguay como Enzo Francescoli , Daniel Fonseca y Rubén Sosa.

" TEMBLAD ROTOS QUE AQUÍ ESTÁN LOS COLORADOS DE BOLIVIA "

"TEMBLAD ROTOS QUE AQUÍ ESTÁN LOS COLORADOS DE BOLIVIA"

El 26 de mayo es un día inolvidable en la historia del país, porque se recuerda el episodio más excelso de la Guerra del Pacífico (1879), cuando el Ejército boliviano a la cabeza de los Colorados de Bolivia, hicieron estremecer las arenas de Tacna, al embestir al invasor chileno. Tras el avance de las tropas chilenas, después de pasar por el Litoral boliviano, sin mayor dificultad, fue desconocido como gobernante el presidente Hilarión Daza y asumió el mando de la República de Bolivia, el general Narciso Campero y la jefatura del Ejército, el coronel Eliodoro Camacho.

El Ejército boliviano se encontraba en Tacna, territorio peruano, y se envió a 1.500 hombres para reforzar las fuerzas aliadas integradas por Perú y Bolivia, sin embargo, para ejecutar el plan de batalla hubo desacuerdos entre los jefes de Ejército de ambos países. Fue a Tacna el Gral. Campero para aprobar el plan del peruano jefe militar Montero.

Tras limar esa aspereza, el Ejército aliado se organizó en la meseta del Inti Orko, llamado también como Campo o Alto de la Alianza. A las 09:45 horas del 26 de mayo de 1880, el Ejército chileno integrado por 22 mil hombres y 70 cañones, se organizó con la intención de romper el ala izquierda, precisamente donde estaba ubicado el Ejército boliviano, al mando del Cnl. Eliodoro Camacho, con los batallones: "Sucre", "Viedma" y "Tarija".

El Ejército aliado apenas tenía 11 mil hombres y 35 cañones. Cuando el reloj marcaba las 11:30 horas, comenzó la batalla y el Gral. Campero reforzó el ala izquierda con las fuerzas del ala derecha. La batalla se inició y se escuchó un estruendoso ruido de fusilería y ametralladoras que rompieron la pasividad del lugar.

Poco a poco se fueron registrando víctimas de ambos bandos, pero los más afectados fueron los chilenos, mientras que los bolivianos recuperaron armamento para seguir combatiendo. Sin embargo, por la superioridad numérica de los chilenos, el Ejército boliviano comenzó a retroceder junto al batallón "Victoria" del Perú.

Instantes después y lleno de coraje apareció el Batallón Colorados de Bolivia, que al grito de: "Temblad rotos que aquí están los Colorados de Bolivia", hicieron retroceder a los chilenos. Los bolivianos estaban imbuidos por el espíritu de patriotismo al mando de sus jefes, Ildefonso Murguía, López y Gonzáles.

El relato de esa escena se dejó en la historia: "Avanza como una muralla, destruyen como centellas del cielo, por diez partes distintas caen sobre el adversario, cual incontenible torrente…porque las chaquetas rojas, superiores a la brega, vencen, matan y siguen adelante. Cuatro cuerpos enemigos habían cedido a su empuje…Un himno de victoria ya estallará en sus pechos…".

Cuando parecía inminente la victoria del Ejército aliado, apareció a lo lejos la caballería chilena que arremetió con todo. De igual manera, los Colorados de Bolivia enfrentaron con fuerza al ejército invasor, que victoriosos procedieron al denominado "repase" que consistió en hundir la bayoneta en el cuerpo de los heridos y prisioneros bolivianos, principalmente contra el batallón Colorados.

A las 15:00 horas de ese día terminó el combate y se registraron entre heridos y muertos: 2.000 combatientes bolivianos, 1.200 peruanos y 3.500 chilenos.

Del bando boliviano resultaron heridos: Ildefonso Murguía, Ismael Montes, Eliodoro Camacho y José Manuel Pando. El disminuido Ejército aliado se reunió con el Gral. Campero y juntos retornaron a Bolivia.

La Guerra del Pacífico se inició con la invasión a Antofagasta el 14 de febrero de 1879, mientras que el 23 de marzo del mismo año los chilenos atacaron Calama, Bolivia se defendió con 144 hombres, y fue en el puente del Topáter donde murió Eduardo Avaroa. Fecha declarada como el Día del Mar.

Las pretensiones chilenas de apoderarse del territorio boliviano, se remontan a la época de Mariano Melgarejo, presidente de Bolivia (1864 – 1871).

Publicado en el periodico La patria el 26 de mayo de 2012.

Un día como hoy Mac Donalds se va de Bolivia

Un día como hoy pero de 2002, cerraron sus puertas los ocho restoranes de McDonald’s en Bolivia. 

Apenas cinco años había durado esta misión civilizadora. Nadie la prohibió. Simplemente ocurrió que los bolivianos le dieron la espalda, o mejor dicho: se negaron a darle la boca. "Estos ingratos se negaron a reconocer el gesto de la empresa más exitosa del planeta, que desinteresadamente honraba al país con su presencia". 

El "amor al atraso" impidió que Bolivia se pusiera al día con la comida chatarra y los vertiginosos ritmos de la vida moderna. 

Las empanadas caseras derrotaron al progreso. Los bolivianos siguen comiendo sin apuro, en lentas ceremonias, tozudamente apegados a los antiguos sabores nacidos en el fogón familiar. 

Se ha ido, para nunca más volver, la empresa que en el mundo entero se dedica a dar felicidad a los niños, a echar a los trabajadores que se sindicalizan y a multiplicar a los gordos. 

Eduardo Galeano - Los hijos de los días 

Recuerdo como la primera sucursal en La Paz en la zona de Calacoto permanecia vacia mientras que en el prado paceño todavia habia gente consumiendo


 

Libros Destinos turisticos de Bolivia del Bicentenario

Tenemos el agrado de lanzar esta colección de libros en homenaje a los 200 años del grito libertario de Bolivia, una recopilación de más de 1000 destinos turisticos disponibles en el siguiente enlace que cuenta por el momento con un primer tomo y que con el transcurso del tiempo se irán agregando mas, comenzamos con La Paz y terminaremos con Pando

Los tres primero tomos están dedicados a La Paz

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Información de vuelos en tiempo real en Bolivia

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Modesto Saavedra, relegado por la historia

Nota de prensa que sali publicada en el periodico Página Siete el día domingo 13 de febrero de 2022 en la sección ideas y subsección Letra Siete en las páginas 14 y 15

En su libro “Porque fui a la guerra”, el exexcombatiente narra las percepciones sociales de su época, cuenta las inquietudes en el campo de batalla y aborda el tema latente del racismo.

Freddy Zárate

Hace 86 años atrás, en junio de 1935, terminaba la contienda bélica más larga del siglo XX que enfrentó a Bolivia y Paraguay en la llamada guerra del Chaco (1932-1935). Este acontecimiento bélico marcó a varias generaciones en el plano social, cultural y político, llegando a tener múltiples apreciaciones y que de alguna medida sigue gravitando sobre nosotros en la actualidad.

Para contextualizar el periodo posguerra del Chaco, recurrimos al historiador y diplomático Jorge Siles Salinas (1926-2014), quien en su estudio sobre La literatura boliviana de la guerra del Chaco (La Paz: Ediciones de la Universidad Católica Boliviana, 1969) asevera que “todos los relatos de la guerra fueron publicados inmediatamente después de su terminación, entre los años 35 y 38, como si sus autores se hubieran sentido apremiados en comunicar cuanto antes, las impresiones imborrables que en los años anteriores les tocó vivir”. Esto explica la amplia y variada bibliografía concerniente a la guerra del Chaco.

Pero, paradójicamente, las secuelas de la guerra tuvieron dos miradas contrapuestas en el campo de las letras. Por un lado, la literatura que se encuentra dentro del “canon”, aquella que es aceptada, difundida y estudiada, como, por ejemplo, Repete (Jesús Lara), Sangre de mestizos (Augusto Céspedes), Aluvión de fuego (Oscar Cerruto), Prisionero de guerra (Augusto Guzmán), La punta de los 4 degollados (Roberto Leitón), entre otros. Y en la otra orilla, se encuentran los libros que pasaron a ocupar el sitial del olvido y la indiferencia como Esclavos y vencidos (Claudio Cortez), Mariano Choque Huanca (Luis Landa Lyon), Chaco (Luis Toro Ramallo), y otros. A esta lista se suma el nombre de Modesto Saavedra, que merece que se le preste especial atención por su testimonio de excombatiente del Chaco y su postura regionalista que llegó a perturbar a los detentadores del poder.

Porque fui a la guerra

El libro de Modesto Saavedra, Porque fui a la guerra (tributo a una ideología), se publicó en Buenos Aires el año 1937. En realidad, debemos hablar de dos partes perfectamente diferenciadas: el diario de la guerra del Chaco y su propuesta de independencia de Santa Cruz de la Sierra. Por razones de espacio, en esta primera parte nos ocuparemos del diario de campaña de Saavedra, que tiene como punto de partida el año 1928.

En ese tiempo -escribe Saavedra-, “se creía inminente el encuentro entre Bolivia Paraguay por el viejo litigio del Chaco”, debido al enfrentamiento de ambas patrullas en el fortín Vanguardia: “Como resultado de ello, Bolivia se posesionaba a bayoneta limpia y en represalia del fortín Boquerón. Fue entonces que las fuerzas activas del ejército de Bolivia marcharon a pasos agigantados, unas en dirección al S. E. y otras hacia el Oriente, mientras ya se podía contar un puñado de soldados muertos en las lejanías chaqueñas”.

Según narra Modesto Saavedra, el incidente en el fortín hizo que la juventud “nacida en una tranquila cuna” se “desabrochara el paletó para vestir uniforme militar y correr con sed de triunfos en busca de un enemigo contra quien vengar los primeros caídos en el doloroso contraste de la contienda”.

Otro dato distintivo de la época, es el ambiente psicosocial, que estuvo caracterizado por ser una “masa gritona y nerviosa, presa de horas largas de exaltación”, que veían como destino las arenas del Chaco. Como dato personal, Saavedra indica que su madre se opuso a su enrolamiento en el ejército por no tener la edad suficiente y no pudo convencer al “milico” de ello, “pues tenía noticias el tal oficial de que yo era un enemigo irreconciliable de los collas y debía por ello viajar al teatro de las próximas operaciones bélicas”.

Al respecto, el autor puntualiza su mirada a occidente: “Yo no tuve jamás una palpitación de odio para el colla, por lo mismo que la verdad sombría de nuestro antagonismo no la había llegado a comprender todavía en toda su desnudez. Además, si odio puede llamarse a la no comprensión o, mejor dicho, conjunción de pareceres, a las diversas discrepancias de criterios, no puede ser más errado el concepto. De todas maneras, lo cierto es que, a medida que el contacto me llevaba a estrecharme con el elemento de Occidente de Bolivia, nacía espontáneamente en mi alma el reproche olímpico para todos aquellos hombres que habían hecho de Oriente materia de indiferentismo, en cuanto a sus necesidades y de escarnio a su sociedad. A medida que fui adentrándome en el espíritu de aquellos hijos del sol, fui entendiendo también que éramos dos pueblos distintos hasta en el sol que nos alumbra”.

Fortín Vanguardia

Modesto Saavedra fue anotando y registrando varios episodios de la guerra del Chaco. Es así que llegó a conformar una especie de diario de campaña, en el que cuenta sus travesías en el fortín Vanguardia: “Una sola mañana de caminata. Ahí están los 5 héroes acribillados a balazos por los paraguayos, bajo las sombras de la noche”. Ante el sombrío panorama, uno de los oficiales le dice: -“A Saavedra es necesario enseñarle, a toda prisa el manejo y nomenclatura de una ametralladora: es estudiante y fácilmente llegará a ser un buen soldado”. Con un tufillo elitista, Saavedra se lamenta que en todas direcciones se encuentran soldados aymaras y quechuas; “por esta vez, son nuestros maestros”, señala.

Vestido de uniforme caqui, Saavedra recuerda que “se encontraba listo para entrar en acción, mimetizándose con las enramadas y arenales. Con este traje nos hallamos indiscutiblemente bajo órdenes incaicas y pospuestos al último escalón de las gradaciones zoológicas: como tercera persona después del perro”. Según registra el autor, había “50.000 mandones o indios que sabrán acertar muy bien sus bofeteadas desde el estómago para arriba. Mientras recibimos toda clase de enseñanzas y maltratos… en Washington se ha de arreglar la discrepancia entre los dos pueblos”.

Desde su llegada al fortín Vanguardia pasaron varias semanas, en las cuales Saavedra revela que su estadía estuvo llena de infortunios personales, recurrentes golpes, marchas, traslados y escasa alimentación: “Esta vida continuó durante medio año sin haber cambios favorables para las tropas en este sector, hasta que, por merced a la suerte, se llegó a un arreglo entre ambos países: Paraguay refaccionaría a Vanguardia y Bolivia entregaría Boquerón, teniendo que permanecer en statu quo el problema chaqueño”. Como se sabe, el presidente Hernando Siles apeló la vía diplomática, llegando a apaciguar la tormenta bélica con la firma de un acta de conciliación entre los países involucrados.

Segunda partida al Chaco

A medidos de 1931, Modesto Saavedra indica que tuvo una alarmante sentir que “no podía precisar, pero temía; era algo, repito, que empezaba a inquietarme, sin poderlo descifrar. ¿Era la guerra? No lo sé. Lo cierto es que por encima de una fingida tranquilidad en que vivía el pueblo, negros presagios nos hacían palidecer, pero pensábamos a la vez que la paz y el progreso serían el lema de Bolivia”.

Pero se hacía cada vez más frecuente -dice Saavedra- escuchar a civiles y militares las siguientes frases: “pisar fuerte en el Chaco”, “con diez mil hombres en el Chaco podemos dar valor a nuestros derechos”, “el militar boliviano es el mejor de América”, “Ejército disciplinado”.

Pasado un tiempo, el vaticinio de una guerra se hizo presente el año 1932, con el acontecimiento de Laguna Chuquisaca, o Pitiantuta, la cual condujo a la movilización del ejército del boliviano: “La efervescencia cívica cundió en todos los ámbitos de la nación y entre la marcialidad de las bandas de música y el sarcástico repique de campanas, los hombres pedían a voz en cuello la salvación del honor nacional”.

Finalizada la guerra, Modesto Saavedra se pregunta: “¿Por qué fui a la guerra?, ¿por aventura juvenil?, ¿por curiosidad?, ¿por patriota?”. A lo que responde: -“Más la verdad es que creí como creyó el pueblo entero de Santa Cruz de la Sierra y como creyeron el Beni y todos los pueblos y comarcas del oriente, que llegaba la hora para aquellos que hasta ayer se acribillaban con miradas de fuego, en un antagonismo de raza, de darse la mano en señal de confraternidad ampliamente boliviana, para marchar todos en pos de una sola causa y de común acuerdo en sentimientos y en ideas”.

Volviendo al diario de Saavedra, se puede advertir de manera reiterada sus reflexiones sobre la existencia de dos miradas sobre Bolivia: “¿Qué sabían los hombres del altiplano de nuestras necesidades gritadas diariamente; de nuestras costumbres castellanas; de nuestro lenguaje; de nuestros modismos; ideales; inquietudes y, en fin, de nuestro espiritualismo?”. Del mismo modo, Saavedra contrapone su pregunta: -“Nosotros ¿qué sabíamos de ellos…?”.

Las inquietudes de conocer al otro -es decir a los de occidente- fue uno de los motivos que empujó a Saavedra al Chaco: “A la trinchera fui con todos los orientales, con el corazón en la mano, sin reclamar nada, sin lanzar protesta, sin exigir condiciones de ninguna índole, en busca del corazón del colla”.

Pero la firme convicción de Saavedra se fue diluyendo por los conflictos étnicos latentes en las trincheras del Chaco: “Desde hacía tiempo comprendía este problema: pero lo suponía aparente, por lo mismo que las circunstancias me privaron de conocer mejor. La guerra del Chaco para mí ha sido la más amarga decepción, el más trágico desencanto, porque a pesar de la mortandad en la pelea, el antagonismo siguió en pie; es decir, que antes de hermanarse los hombres en esta desgracia, las pasiones se ahondaron y nos disgregamos más; tal es una de las irrefutables verdades que nos ha dejado la guerra”.

Fragmentos del campo de operaciones

“Los caminos que ayer conducían al Chaco trazados en pizarras por el mismo puño de nuestros hombres, no se encuentran. Primer engaño sufrido por la palabra de nuestros militares que se jactaban en las ciudades de haber cruzado el terreno con redes inconfundibles de caminos. Traidoras mentiras”.

“Tenemos fuerzas para soportar la sed y el hambre, aún cuando sea en disputa con la muerte misma; el sol calcinante, el agua putrefacta y el lodo profundo nos permiten avanzar 20 Km por día. Nuestros jefes y oficiales se hacen abrir paso con las tropas…”.

“Ya en Camacho podemos apreciar los saludos de muchos camaradas inscritos en los árboles de los lugares de paso. Estamos a 50 Km. de Corrales; allí están frente a frente parte de los ejércitos en lucha…”.

“La marcha continua todo el día… Nuestros jefes presienten un encuentro decisivo… Tenemos que llegar mañana al teatro de la matanza y de inmediato comprobar la calidad del armamento con que estamos munidos… Se nos ordena entrar en las trincheras y se nos provee de ración seca para empezar a actuar… El estruendo de cañones y tableteo de las ametralladoras, a la distancia, es incesante… Cada vez arrecia más y todo huele a muerte, a humo… Todo es alarido y exclamación grotesca. Frente a la orden palidecemos… Ninguno pretende profanar aquel momento de muerte que se avecina, tal vez hoy, tal vez mañana…”.

A manera de conclusión

El testimonio del excombatiente Modesto Saavedra resulta, sin duda, una mirada sugestiva que, en la actualidad despertará gran interés por parte de los estudiosos de la guerra del Chaco. Ya que, la narrativa de Saavedra nos recuerda que el conflicto del Chaco empezó en 1928, y tuvo una breve pausa, que estuvo cargada de intrigas e inestabilidad política, hasta que se volvió a retomar las armas en 1932.

El libro refleja percepciones sociales de su época, inquietudes en el campo de batalla y el tema latente del racismo. En este último caso, su enfoque no está centrado en denunciar la discriminación a los aymaras o quechuas, tal como lo describieron, por ejemplo, Jesús Lara en Repete o Luis Landa Lyon en Mariano Choque Huanca, sino que muestra el racismo a la inversa, es decir, a los soldados de oriente que sobrellevaron el rechazo y segregación en las arenas del Chaco. Estos aspectos de cuño regionalista -entre occidente y oriente- merecen ser estudiados en su verdadera magnitud, para no recaer en una mirada netamente de occidente. Por eso la gran importancia del excombatiente Modesto Saavedra que merece una nueva relectura frente a la gran injusticia de la historia. Pero aún tenemos tiempo para repararla.

Freddy Zárate Abogado

Informe de Fondo Tadic y Otros C Bolivia

Informe de Fondo Tadic y Otros C Bolivia o también llamado el informe sobre el caso de la masacre en el Hotel Las Americas o el caso Rózsa

El caso Rozsa

 El caso Rozsa o también llamado el caso del Hotel Las Americas donde varias personas perdieron la vida en un dudoso operativo, aqui el video donde Evo Morales entonces presidente de Bolivia da la orden

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=HSvpPCei5Tw

EXPLORACIÓN INCA: #1 COLLASUYO: EL MISTERIO DE LAS CONSTRUCCIONES MEGALÍTICAS | EPISODIO COMPLETO

Todo sobre la historia delos Incas, en este post se hablara sobre el Kollasuyo, las cuatro regiones del mundo incaico
  • Antisuyo al este
  • Contisuyo al oeste
  • Kollasuyo al sur
  • Chinchasuyo al norte

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=pfQAccJS0sg 




Relato de un pueblo, múltiples voces

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día domingo 13 de febrero de 2022 en la sección ideas y subsección Letra Siete en las páginas 12 y 13

La publicación de la APDHB narra cinco hechos sucedidos en la lucha por la democracia entre el 20 de octubre y el 24 de noviembre de 2019, un relato construido por muchas voces.

Alfonso Gumucio Dagron

La historia transcurre en líneas paralelas, con lecturas diferentes. Los mismos hechos pueden ser recordados y contados con matices distintos, no solamente por el sesgo político sino por el peso que se otorga en la balanza de la memoria a la interpretación y a la vivencia personal.

No importa en qué orilla de la ideología se coloquen quienes piensan de una u otra manera, pero el cauce del río que los separa no debe dividirlos en lo fundamental: el ejercicio de los deberes y derechos ciudadanos, el respeto y la honestidad con el otro, la verdad sobre los hechos y la consecuencia con las libertades.

El río caudaloso de la historia, avanza regando a ambos lados generosidad y compromiso para permitirnos crecer como naciones libres y soberanas, basadas en valores humanos que tienden puentes desprovistos de intereses mezquinos.

La libertad es un principio humano que no debe ser violado con argucias políticas, y los derechos consagrados por las leyes no deben ser escamoteados con trampas y por capricho de unos pocos poderosos.

Por ello, es primordial conocer quién narra los hechos. No es lo mismo la voz independiente de los defensores de la verdad histórica y de los derechos humanos, que la avalancha de propaganda de un gobierno que controla los medios de información con recursos públicos.

Relato de un pueblo: Derechos Humanos y resistencia democrática en 2019, publicado por la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Paz, es una lectura testimonial que tiene un sesgo humanista ineludible: el respeto de los derechos humanos individuales y colectivos en un periodo fundamental de la historia reciente de Bolivia. No puede uno estar en contra de ese principio básico de transparencia.

El relato ha sido construido por muchas voces para contrarrestar el avasallamiento de la memoria por un relato paralelo basado en falsedades. Este es un trabajo colectivo que habla desde lo más profundo del testimonio y de la experiencia. Repasa sucesos de confrontación entre los bolivianos, y ofrece información indispensable sobre el contexto que llevó a esos hechos, las etapas sucesivas que permitieron que en Bolivia se establezca un régimen autoritario que controla todos los poderes del Estado y viola la Constitución, las leyes y las convenciones internacionales.

Entre esos hechos es importante mencionar: la aprobación forzada de la nueva Constitución Política del Estado en 2009, las elecciones generales de 2009 y de 2014, los intentos anti-constitucionales para prorrogarse indefinidamente en el poder, el referendo del 21 de febrero de 2016, las elecciones judiciales de 2017, el avasallamiento progresivo de todos los poderes del Estado, el uso y abuso de recursos del erario en la propaganda de una sigla política y una persona, y la violación de derechos individuales y colectivos. Esos, entre otros hechos con los que se llegó a las elecciones de 2019, marcadas por un fraude preparado con premeditación y alevosía.

El libro hace énfasis en cinco momentos cardinales de la lucha por la democracia en octubre y noviembre de 2019, para que no se olviden las jornadas de resistencia que marcaron la memoria de quienes participaron.

La primera etapa se produjo a lo largo de varios años con la estrategia de copar todos los poderes del Estado, violando la propia Constitución Política que se había aprobado según el diseño que quería el MAS, y que limitaba a dos periodos consecutivos la permanencia en la presidencia del Estado. El control del sistema de justicia, incluido el Tribunal Constitucional Plurinacional, permitió al MAS habilitar nuevamente a sus candidatos a la presidencia y vice-presidencia.

El segundo momento se produjo el día de las elecciones del domingo 20 de octubre, cuando la interrupción del sistema de transmisión de datos electorales en tiempo real, puso a la población en alerta ante un posible fraude para impedir una segunda vuelta electoral en la que el candidato Evo Morales perdería, según todas las encuestas. El conteo rápido de actas fue interrumpido deliberadamente durante 23 horas, al cabo de las cuales la tendencia fue revertida y los porcentajes que ofreció el Tribunal Supremo Electoral (TSE) regalaban una victoria en primera vuelta al candidato del MAS.

La misma noche del domingo 20 comenzaron las vigilias ciudadanas para proteger el voto en todas las capitales de departamento. En pocos días se documentaron varios incidentes de maletas electorales trasladadas irregularmente a domicilios privados, papeletas marcadas en favor del MAS, material electoral en basureros, actas falsificadas, etcétera.

Cuando, a pesar de esas evidencias, se reinició el sistema de TREP el lunes y el TSE otorgó a Evo Morales la victoria en primera vuelta, la población redobló las vigilias y algunos grupos de ciudadanos enardecidos (en medio de los que se filtraron provocadores enmascarados) atacaron e incendiaron los Tribunales Electorales Departamentales (TED).

La tercera etapa comenzó el miércoles 23 de la misma semana de octubre, cuando una amplia gama de instituciones se sumó al paro cívico y exigió transparencia y respeto al voto ciudadano. Varias instancias de la Iglesia Católica, estudiantes y profesores de universidades públicas en todos los departamentos, gremios de médicos, de maestros, y cooperativistas, militares en servicio activo y pasivo, comités cívicos y colegios de profesionales, elevaron su voz para denunciar el fraude electoral. En esos días su reclamo fue acompañado por la misión electoral de la OEA, por la Unión Europea y varios países que pidieron al gobierno de Bolivia transparencia y una segunda vuelta electoral.

Los reclamos se apoyaron en peritajes realizados por expertos informáticos que revelaron irregularidades en las actas que el propio Órgano Electoral Plurinacional (OEP) publicó en su plataforma de internet. El ingeniero Edgar Villegas fue el primero en mostrar pruebas, y en pocos días se presentaron otros estudios independientes del ingeniero Rodolfo Salinas, de la Comisión Técnica, Informática y Jurídica del Consejo Universitario de la Universidad Mayor de San Andrés, del ingeniero Mateo Urquizo, del Colegio de Ingenieros de Santa Cruz, además de informes de las dos empresas de seguridad informática contratadas por el OEP, Neotec y Ethical Hacking, que confirmaron la existencia de un servidor externo que habría manipulado las actas durante el apagón de 23 horas.

La incertidumbre de la población sobre un fraude electoral se convirtió entonces en una certeza probada científicamente. Ello motivó a más ciudadanos a salir a las calles a cerrar con cintas y banderas tricolor las principales arterias de las ciudades, impidiendo el paso de vehículos.

Esta fase de participación ciudadana, que tuvo que enfrentar a grupos violentos, se extendió durante 21 días en los cuales el país estaba paralizado en espera de una solución política que solo podía pasar por la renuncia del presidente, directamente implicado en el fraude.

En los primeros días de noviembre se produjeron las dos primeras muertes en Montero, por disparos de militantes del MAS, según pudo identificar la Policía que tomó presos a los agresores. En Cochabamba falleció tres días después un estudiante. Las agresiones a periodistas por parte de grupos de choque se repitieron todos los días.

Los pedidos de transparencia al TSE se generalizaron, y en pocos días se convirtieron en pedidos de renuncia de los vocales. Desde fines de octubre numerosas organizaciones e instituciones de la sociedad exigieron además la renuncia del presidente Morales y nuevas elecciones sin su participación, como la única posibilidad de lograr una salida política para terminar con la polarización y la violencia.

Cansada de ser utilizada como instrumento de represión, la policía de Cochabamba se acuarteló el 8 de noviembre, y en las horas siguientes lo hicieron policías de otros departamentos. Las calles quedaron libradas a enfrentamientos desiguales entre vecinos desarmados y grupos afines al MAS armados de palos, cachorros de dinamita y bombas molotov preparadas en instituciones del Estado, como el Ministerio de Culturas.

La cuarta etapa se inició con la renuncia del presidente, vicepresidente, ministros y parlamentarios del Movimiento al Socialismo, con el propósito de crear un vacío de poder y precipitar una profunda crisis política, económica y social. La policía y el ejército se replegaron, lo cual dejó el espacio libre para que simpatizantes del MAS salieran a las calles al grito de “Ahora sí, guerra civil”.

Los ciudadanos de El Alto y de La Paz, que habían protegido las calles de sus barrios, se replegaron atemorizados a sus viviendas. La imagen de tiendas, casas y edificios con puertas protegidas por calaminas o planchas de madera se hizo cotidiana, ante el temor de una avalancha de asaltos como la que tuvo lugar en varias ciudades, donde grupos violentos vaciaron tiendas y robaron empresas industriales.

El miedo a la violencia hizo que los ciudadanos se pertrecharan en sus casas luego de comprar alimentos, agua y otros artículos de primera necesidad que dejaron las tiendas vacías. Se acabó el gas en garrafas y el combustible para los vehículos, las ciudades quedaron desiertas y abandonadas. Salir a la calle con una bandera boliviana se convirtió en una afrenta, por lo que simpatizantes del MAS no dudaron en atacar a personas indefensas.

El Movimiento al Socialismo circuló mensajes con la consigna de crear caos, y distribuyó dinero en efectivo a grupos como los que cercaron e intentaron tomar la planta almacenamiento de combustible en Senkata o cocaleros que llegaron desde el Chapare hasta Sacaba con la intención de ocupar la ciudad de Cochabamba. En ambos casos, el ejército intervino causando víctimas mortales. Algunos fallecidos eran solamente curiosos que merodeaban por el lugar, pero otros eran militantes con armas no convencionales. Esta cuarta etapa se caracterizó por el miedo de la ciudadanía en una situación de vacío de poder que fue aprovechada por vándalos motivados políticamente o por simple afán de pillaje.

La quinta etapa se desarrolló en paralelo: las negociaciones para una sucesión constitucional que devolviera al país la paz social. Con mediación de la Iglesia Católica, representantes de la Unión Europea y de Naciones Unidas, y la participación de dirigentes de diversas fuerzas políticas, entre ellas el propio MAS, se llevaron a cabo reuniones que establecieron la ruta para el retorno a la vida democrática.

La Asamblea Legislativa Plurinacional, con la participación de algunos diputados y senadores del MAS que no habían renunciado, avaló la sucesión constitucional. La senadora Jeanine Añez fue nombrada presidenta transitoria, con la principal misión de encaminar a Bolivia hacia elecciones democráticas y transparentes en el plazo más breve posible, con un Tribunal Supremo Electoral imparcial y con la participación sin exclusiones de todas las fuerzas políticas.

El mérito de este libro es que no tiene otro propósito que refrescar la memoria de los hechos y de las voces que narran esos hechos. Todo puede ser corroborado en las noticias de esas cinco semanas que transcurrieron entre el 20 de octubre y el 24 de noviembre de 2019.

Testimonios recogidos por periodistas, observaciones directas y fotografías que se publicaron en plataformas virtuales, así como los relatos recogidos después de los hechos, forman parte de este documento que pretende que no nos gane la amnesia provocada por la avalancha de desinformación.

Yo viví esas jornadas, no me las contaron. Como tantos otros ciudadanos viví la indignación por las manipulaciones y el fraude. En las esquinas cercanas a mi domicilio estuve día a día en la resistencia pacífica de los vecinos, familias enteras envueltas en banderas bolivianas que extendieron de un lado a otro de las calles cintas y banderas para cortar el tráfico de vehículos. Vi adultos mayores que sacaron a las calles sillas o bancos, y mamás que se reunieron con sus hijos en los puntos de bloqueo.

A través de los teléfonos celulares o de radios de transistores, todos seguían la evolución de las noticias. Una sensación de júbilo invadió a los “pititas” cuando Evo Morales reconoció que hubo irregularidades en el acto electoral, destituyó a los vocales del TSE y renunció junto con todo el elenco del MAS.

Pero ese día empezaron las jornadas de miedo que hicieron replegarse a sus casas a los vecinos, proteger sus puertas con calaminas y esconder la bandera nacional.

Alfonso Gumucio Dagron / Escritor y cineasta

Lost in the jungle

Lost in the jungle es un libro que cuenta las aventuras de un israeli que se perdio en el parque Madidi en el departamento de La Paz en Bolivia

Otra historia de un un chileno de 25 años que se perdio por 9 dias en dicho parque natural y que sobrevivio con la ayuda de monos silvestres, su historia puede ser leida en el siguiente enlace

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YPFB habilita “Pago Simple” con tecnología QR para pago de los servicios de gas domiciliario, industrial y comercial

Yacimientos petroliferos Bolivianos habilito el pago del uso del gas a traves de Códigos QR, en este infograma es posible ver todos los pasos a seguir



Alto Madidi, el campo de confinamiento de Banzer

Nota de prensa que salio publicada el día domingo 16 de Enero de 2022 en la sección ideas y la subsección letras en las páginas 12 y 13

Un relato de esa conflictiva época fue rememorado por Jesús Taborga en el libro “Fuga de la prisión verde. Alto Madidi: un campo de concentración de la dictadura de Banzer”.

Freddy Zárate

A mediados del siglo XX, el escritor cochabambino Ricardo Bustamante afirmó que “los sucesos limitan el tiempo, como las cosas limitan el espacio. El tiempo sin sucesos es la nada, y el espacio sin existencias se convertiría en la fuerza expandida al infinito, pero siempre ponderable y dispuesto a reaparecer, para condensarse nuevamente”. En la actualidad, muchos episodios de la historia contemporánea se fueron olvidando por la memoria colectiva, o en otros casos son rememorados de manera parcializada. Ante la amnesia social, quedan los testigos de la historia, aquellos que lograron registrar testimonios y remembranzas de los tortuosos senderos de la dictadura castrense.

El informe de 1976

A mediados de los años 70, la COB promovió la publicación del informe sobre la Violación de los Derechos Humanos en Bolivia (1976), en el cual denunciaron los atropellos cometidos por el gobierno de facto del coronel Hugo Banzer Suárez. Dentro de las diversas acusaciones reveladas en el informe, se encuentra la apertura de campos de concentración y centros carcelarios en distintas partes del país.

El texto menciona, por ejemplo, el campo de concentración de Alto Madidi, que fue habilitado en el mes de septiembre de 1971 para “resguardar” a varios presos políticos: “Allí fueron trasladados más de 60 presos políticos, obligados a construir su propia vivienda. La intención del gobierno era en principio habilitar un gran campo de concentración. Pero la acción decisiva de algunos presos, ayudados por los propios soldados que custodiaban dicho campamento, frustró toda esta intención. En el mes de noviembre, luego de tomar el campamento, lograron capturar un avión y fugar al Perú. Esta acción fue calificada por el gobierno como financiada y ayudada por extranjeros. Tratando de ocultar la inseguridad de su propio campamento que por guardar condiciones insalubres se encontraban imposibilitados de mantener custodias”.

La Comisión de la Verdad

En marzo de 2021, la Comisión de Verdad, tras más de tres años de investigación sobre los delitos de lesa humanidad perpetrados por los gobiernos militares (1964-1982), entregó como acto de desagravio un extenso documento de 11 volúmenes al presidente del Estado Plurinacional. Paralelamente a ello, la Comisión presentó el libro Memoria histórica de las investigaciones. Dictaduras 1964-1982 (La Paz, 2021), un compendio de la ampulosa investigación. En el punto referido a las “características de los centros de detención clandestina” bajo la dictadura de Banzer, indican que se instauró el campo de confinamiento en Alto Madidi.

Hay que indicar que este pasaje del texto es llamativo por la presunta “indagación” de la Comisión, que, en este punto, prácticamente se limitó a transcribir fragmentos del informe Violación de los Derechos Humanos en Bolivia de 1976, y sin citar fuente alguna reprodujeron lo siguiente: “Allí fueron trasladados más de 60 presos políticos, obligados a instalarse en ese inhóspito lugar. La intención del gobierno era en principio habilitar un gran campo de concentración. Pero la acción decisiva de algunos presos, ayudados por los propios soldados que custodiaban dicho campamento, frustró toda esta intención”. ¿Un descuido de los integrantes de la Comisión de la Verdad?

El testimonio de Taborga

Saliendo del esquema de los informes mencionados, se puede encontrar testimonios de presos políticos que estuvieron en Alto Madidi. Un relato de esa conflictiva época fue rememorado por Jesús Taborga, quien llegó a publicar el texto Fuga de la prisión verde. Alto Madidi: un campo de concentración de la dictadura de Banzer (La Paz: Editorial Gramma, 2004). El autor inicia su relato indicando que a los pocos días que se consumó el golpe de Estado encabezado por Banzer, una docena de agentes del Ministerio de Gobierno, fuertemente armados, ocupando dos jeeps y monitoreados por dos infiltrados pasaron abruptamente a golpear la puerta de su domicilio: “¡Abran la puerta o la derribamos! ¿Entendieron, carajo? ¡Tenemos órdenes de entrar a esta casa! ¡Aquí se guarda armamento y se esconden socialistas y comunistas subversivos!”. Al ingresar a su morada vio cómo saqueaban sus pertenencias, llevándose libros, papeles y manuscritos.

Una vez detenido, fue conducido a la Dirección Nacional de Investigación Nacional (DNIC). Según Taborga, alrededor de 30 personas se encontraban junto a él, en la madrugada del 22 de agosto de 1971: “Maniatado y fuertemente custodiado (…) me encontré enseguida con dirigentes de organizaciones obreras, políticas y populares. Las celdas eran sucias y diminutas, pero aun así teníamos que caber todos en ella”. El desprecio de parte de sus captores fue traducido en amenazas y acusaciones constantes, “sobre todo -dice Taborga- de un oficial adiestrado en algún cuartel con instructores de pésima cultura cívica y patriótica”. La peculiar perorata -entre el militar y los civiles- tuvo el siguiente tono: “¡Ahora verán lo que es gobernar! ¡A ustedes, los comunistas, les vamos a enseñar a defender la patria! ¡Les vamos a enseñar a postrarse ante los símbolos patrios, a venerar y respetar a nuestros héroes nacionales, como Busch, Villarroel y Barrientos! ¡A defender la soberanía nacional frente a la intromisión de tantos libros extranjeros… a rechazar todas las ideologías foráneas…!”.

Entre otras cosas, las huestes militares se detenían a reflexionar a los detenidos: “Las Fuerzas Armadas se vieron obligadas a tomar la iniciativa de hacerse cargo del gobierno por el caos y la anarquía imperantes en el país. Que la tremenda situación de crisis se debía a la intervención de la izquierda, que no dejaba gobernar. Que, desde hoy en adelante, el país tomaría los rumbos de orden, paz y trabajo”. La violencia psicológica ejercida a los presos y el inhóspito lugar tuvieron como resultado: pesadumbre existencial, angustia y temor.

La permanencia de los presos políticos en la DNIC fue por una semana, hasta que llegó la orden “desde arriba” para trasladarlos. Primero les anunciaron que los soltarían y los custodiarían a sus casas “para que nadie les haga daño en el camino”. Luego del esperanzador anuncio, fueron violentamente introducidos a los jeeps que aguardaban en la calzada de la calle Ayacucho, frente al palacio de gobierno: “Encerrados en los vehículos y sin poder ver hacia afuera, dimos vueltas y más vueltas a la ciudad y no lográbamos arribar a nuestro destino”.

Limitados al capricho de sus escoltas, descendieron en la Base Aérea de El Alto, “circundados con una veintena de agentes fuertemente armados. Los motores de los aviones empezaron a encenderse (…). A la fuerza fuimos introducidos a la nava de dos hélices, con matrícula C-47, mientras otros presos, un tanto alejados del grupo nuestro, aguardaban a otros aviones que se alistaban para emprender vuelo”. Ya, en el avión del TAM (Transportes Aéreos Militares), fueron creciendo las dudas: “Pensé -dice Taborga- que podríamos ser arrojados desde los cielos a las selvas inmensas del trópico beniano. Sobre el caso, ya hubo una víctima: el guerrillero Jorge Vásquez Viaña fue aprehendido en 1967 y arrojado desde un helicóptero a los campos cochabambinos del Chapare. También se dice de otros prisioneros que, en épocas pretéritas, fueron botados al Illimani y al Titicaca”.

El viaje fue aproximadamente de una hora, para ellos era un momento de reflexión sobre la finitud del ser humano.

El destino, Alto Madidi

Siguiendo las impresiones de Taborga, se puede advertir que la primera reacción que tuvieron los presos al momento de pisar tierra fue ver un vasto territorio verde, indolente, húmedo y agresivo. La temperatura bordeaba los 40 grados centígrados: “El inmenso calor con humedad hizo que nos despojáramos de todas nuestras ropas de alturas, quedándonos casi desnudos. Anoticiados de nuestra llegada se concentraron para recibirnos bandadas de mosquitos, marihuises y toda clase de sabandijas que daban cuenta de nuestra desnutrida existencia”.

La hostil naturaleza hizo que surgieran las siguientes preguntas: “¿En qué lugar nos encontramos?”, “¿Qué crímenes cometimos para recibir este castigo?”, “¿Cuánto tiempo durara nuestra prisión?”. En poco tiempo, se enteraron que se encontraban en Alto Madidi, lugar ubicado en la provincia Iturralde, al norte del departamento de La Paz.

Ante los sombríos sucesos, Jesús Taborga manifiesta que llegaron a asimilar que se tenía que sobrevivir a la precaria situación: “En verdad que estábamos inaugurando un verdadero campo de concentración”. Al respecto, cabe recordar que el confinamiento de presos políticos en la región de Alto Madidi tuvo como antecedente previo bajo el gobierno de facto del general Juan José Torres (1970-1971). El funesto hecho fue registrado por el abogado, periodista y militante del Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR), Germán Vargas Martínez en el libro Alto Madidi. Testimonio de un confinamiento (La Paz: Ediciones Moxos, 1973).

Madidi: una prisión verde

La actitud de los vigilantes -armados con fusiles y ametralladoras- gravitó en recordar a los presos políticos que únicamente debían obedecer las órdenes. Una de las primeras labores que se les impuso fue la construcción de su propia prisión: “Se asignaron responsabilidades para cada grupo organizado: cortar la palma; acarrear al hombro las hojas de motacuses; alistar la madera; cavar los pozos; seleccionar bejucos y lianas durables; en fin, darle estructura y forma a la verde y única casona”.

Además, de cuanto en cuanto resonaba una voz que les ordenaba: “¿¡Formen filas, todos, aquí y ahora mismo! ¡Digan sus nombres, uno por uno! ...”. Con el pasar de los días, “la vida que llevábamos en aquel campamento -escribe Taborga- era infernal y monótona, febril, infame y desgraciada. Permanentemente custodiados (…), no podíamos formar grupos de a cinco sin que no intervinieran de inmediato nuestros guardianes”. Otro problema que alarmó a los presos fue ver caer a sus compañeros por inanición, paludismo, deshidratación, infecciones estomacales, fiebres con espasmo y vómitos. A esto se suma el constante peligro de la naturaleza que acechaba a sus alrededores.

Con respecto a la alimentación, Taborga asevera que era escasa: “Algunas veces teníamos que suplir nuestra alimentación con algunas lagartijas, culebras, zepes, armadillos, monos y pescados que circunstancialmente cazábamos de los alrededores. A las culebras desde el cuello le arrancábamos la piel de un solo tirón. Quedaban desnudas y era la delicia de algunos de los presos, una vez aderezadas en pacumutus (asador de madera) sobre la brasa”.

La constelación verdusca del Madidi y la férrea vigilancia de los guardias fue un factor determinante para que los presos miraran a su prójimo “en actitud de desconfianza (uno no sabe lo que piensa el otro) y también de lástima al no poder ayudarnos, y ¡sobre todo! no poder hablarnos libremente. ¡Cuantas palabras ahorramos en la selva mientras acumulábamos un mundo de inauditas inventivas! Debo afirmar que en la profundidad del bosque los gestos remplazaron a las palabras”, dice Taborga.

Ideando la fuga

Según advierte Taborga, el tiempo en la selva era imprecisa, “los días y las noches se suceden sin contabilidad ni sosiego. En ese verde laberinto, perdimos los nombres y las horas y los días, y el tiempo vivido era una sucesión de soles y de lunas de nunca acabar”. Pero al adentrarse a la espesura del bosque pudieron esquivar la mirada de sus guardias, este valioso espacio les sirvió para idear su fuga de Madidi. Un factor determinante para ello fue la amistad entablada entre Taborga con uno de los guardias: “En realidad, con el soldado sellamos un pacto de sangre, mentalmente, de ayuda mutua hasta alcanzar la liberación de ambos… y ante todo la del grupo. (Nos unía a ambos -soldado y profesor- una fuerte ideología, de dos trazos: nacionalista, para él; revolucionaria para mi)”. Pero esta situación dejó múltiples interrogantes a Jesús Taborga: “¡Podría tratarse también de una treta, urdida por sus propios jefes!”.

Una vez ideado el escape, se procedió a continuar la organización interna del grupo: “Mientras la población dormía, se deslizaban furtivamente hacia el monte nuestros compañeros (…). El centro de operaciones se instaló propiamente en un punto determinado de la selva. Allí convergían y chocaban opiniones de diversa índole, sobre cómo y cuándo escapar, qué medios utilizar, el secuestro del avión, la posible refriega con los militares, y quiénes deberían incorporarse hasta alcanzar los senderos de la libertad”.

Luego de varios días de cavilación, el grupo decidió como primera medida apoderarse del armamento. “Eran las seis y media de la mañana del 30 de octubre y los habitantes civiles del campamento, adormecidos por la brisa mañanera, ignoraban los planes de fuga. Se levantaron sobresaltados por las fuertes voces que salían de la otra parte ocupada por los militares”.

El acontecimiento de ese momento fue reconstruido por Taborga: “¡Manos arriba, carajo!¡Que nadie se mueva! ¡Dejen sus armas sobre el suelo!, fue la voz decidida y valiente del cabo Mita que esa mañana dirigía junto a sus compañeros que le secundaban”. Inicialmente los soldados que estaban a los alrededores -con sus armas reglamentarias sobre el hombro-, “pensaron que se trataba de una broma, de mal gusto”. Pero la situación del evento fue tomando dimensiones favorables, atemorizada la tropa, dejó caer las armas al suelo: “Contabilizamos 30 ametralladoras M-2, seis mil cartuchos, muchas granadas de mano, señales de luces, varios revólveres y muchos puñales que fueron incautados y supervisados por nosotros”, dice Taborga.

Cumplida la primera etapa, con las armas en su poder y el campo bajo control, procedieron a esperar la llegada del avión. El 3 de noviembre llegó a Alto Madidi el avión TAM-23, “dos emisarios nuestros, vestidos de indumentaria militar, llevaban la consigna de rendir al nuevo contingente que llegaba (…). Felizmente no hubo confrontación. ¡Esta vez el avión transportaba sólo víveres, vituallas y encomiendas!”. Una vez controlada la tripulación área, se determinó ejecutar la fuga, “un tanto incierta pero también cargada de temores y dificultades”.

Luego de discutir con el capitán cuestiones técnicas, resolvieron tomar la ruta hacia Perú, “la más cercana, marcaba en el plano un aeropuerto en la localidad de Puno”. Fue entonces, que 16 insurgentes (seis militares y diez civiles), con ametralladoras en mano y algo de alimento emprendieron vuelo a la añorada libertad. Luego de varios incidentes lograron aterrizar en territorio peruano, fueron trasladados hasta un centro médico donde fueron atendidos.

Después de todo -dice Taborga- los periodistas nos seguían a todos lados con el interés de contactarnos personalmente. Tras permanecer unos días en Puno fueron trasladados vía terrestre a la población de Arica, donde fueron recibidos con solidaridad y generosidad. Llegando a recibir el siguiente comunicado: “¡El presidente Allende ha respondido favorablemente a sus pedidos. Les envía su saludo revolucionario y les concede asilo político”.

Pero luego de unos meses tuvieron que salir de Chile por la llegada al poder de Augusto Pinochet, sin muchas alternativas, tuvieron que salir apresuradamente rumbo a Europa. Al final del relato, Taborga declara que volvió a Bolivia, el primero de junio de 1978, luego de permanecer exiliado por siete largos años.

A medio siglo de la dictadura de Banzer resulta, sin duda preocupante, que muchos testimonios se fueron perdiendo bajo la sombra del olvido. Es necesario analizar con ojos críticos varios episodios de nuestra historia contemporánea. Porque si ahora se sigue repitiendo la historia oficial de manera acrítica, siempre subsistirá el riesgo de que en un futuro más o menos cercano las actuales generaciones perciban al período de Banzer como los siete años de “orden, paz y progreso”. Olvidando que toda dictadura tiende a restringir libertades y derechos. Y creo que toda limitación al Estado de Derecho, debería de ser una preocupación constante.

Freddy Zárate / Abogado

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