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Los 5 documentos que debes obtener antes de comprar una casa en Bolivia y evitar que te estafen

Un experto en bienes raíces detalla qué pasos seguir antes de cerrar un negocio inmobiliario y así evitar eventuales problemas. Luis Díaz, un experto en Bienes Raíces, aconseja sobre cuales son los cinco documentos que se debe obtener antes de comprar una casa en Bolivia y así evitar posibles estafas. 

1. Copia de la escritura de compra-venta. “Este es un poderoso medio de garantía”, dice el experto. 

2. Certificado de Alodial o folio real. “Es el (documento) más importante porque es emitido por Derechos Reales y acredita el derecho del propietario del inmueble, también demuestra que la propiedad no tiene ninguna deuda”, dice Díaz. 

3. Certificado de Catastro. Que según el especialista “te proporciona el número de código del inmueble”. 

4. Plano de uso de suelo. “Muestra la ubicación, el nombre del propietario y los límites de superficie del inmueble”, detalla Díaz.

 5. Comprobante de pago de impuesto anual. “Indispensable para el municipio y obligatorio para ti”, señala el experto.

Cómo detectar billetas falsos bolivianos

Exites en oportunidades personas que hacen circular billetes falsos en Bolivia, para descubrirlos hay que seguir estos trucos

Papel especial: Es 100 por ciento algodón,

Impresión en alto relieve: Las líneas y barras de los bordes ( izquierdo y derecho del anverso de cada billete) se sienten al tacto.

Marca de agua: Tienen pequeños y delgados hilos de color.

Hilos de seguridad: Están en el lado anverso.

Luz Ultravioleta: Escudo y valor del corte con fluorescencia verde.

Firmas autorizadas: Del Banco Central de Bolivia en color verde.

Dibujos artísticos:
Tienen rostros de diferentes personalidades.


Billetes de Bs 50:
José Manuel Baca “Cañoto”, Bruno Racua, Pablo Zárate Willka y Fortaleza de Inkallajta.


 
























Billetes de Bs 100: Juana Azurduy de Padilla, Alejo Calatayud, Antonio José de Sucre y Casa de la Moneda



 





















Billetes de Bs 200: Tupac Katari, Bartolina Sisa, Simón Bolívar y Casa de la Libertad



 




La joya bandera de Bolivia - La bolivianita

La bolivianita es una gema mestiza compuesta por otras dos (citrino y amatista), no necesariamente a partes iguales; la mayor parte de las veces predomina alguna de ellas.No hay dos idénticas, me animaría a decir. Así somos l@s bolivian@s: iguales y diversos al mismo tiempo. En suma, mestiz@s.

Para saber mas puede ver

https://es.wikipedia.org/wiki/Ametrino


 

Las mas grandes goleadas a equipos bolivianos

 Muchos equipos salieron o se enfrentaron en torneos internacionales a otros equipos de otros paises y recibieron tremendas goleadas, entre estas tenemos:























Un libro sobre los refugiados judíos en Bolivia

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día domingo 25 de Julio de 2021 en la subsección Letras de la sección Ideas

El libro puede ser comprado mediante el siguiente enlace

https://apple.co/3NXsxnc

Una publicación de Leo Spitzer narra una parte poco conocida de la historia a través de las vivencias de familias de inmigrantes judíos a Bolivia en la década de 1940.

Freddy Zárate

Abogado

Por el año 1998, Leo Spitzer publicó el libro Hotel Bolivia. The culture of memory in a refuge from nazism (New York: Hill and Wang, 1998), que tuvo una nula recepción académica en Bolivia, debido a que la editorial estadounidense no puso en circulación el texto en suelo boliviano, y otro factor de ello, es que fue publicado en inglés.


Estos dos factores –entre otros–, imposibilitaron por largo tiempo conocer una parte de la historia contemporánea de Bolivia, donde los protagonistas de esta historia fueron los emigrantes judíos que llegaron a una tierra desconocida por azares del destino. Luego de 23 años de aquella primera edición, acaba de publicarse la edición en español de la obra Hotel Bolivia. La cultura de la memoria en un refugio del nazismo (La Paz: Plural editores, 2021).

Leo Spitzer

Lo que se sabe del autor es que nació en la ciudad de La Paz el año 1939 a causa de que sus padres llegaron a suelo boliviano, tras escapar de la persecución nazi antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que tuvo como desenlace la instauración de los campos de concentración y millones de judíos que murieron en el Holocausto.


Rememora Spitzer en el prefacio: “Comencé mi educación primaria en esa ciudad (La Paz). Crecí hablando español, pero también alemán, el idioma usado por mis padres, mis parientes y la comunidad de refugiados de la que era parte, la mayoría de ellos judíos de Europa Central que habían llegado a Bolivia huyendo de la persecución nazi. Desde mis diez años de edad, he vivido en los Estados Unidos donde, hasta mi retiro de la enseñanza hace seis años, fui profesor de Historia Comparativa en Dartmouth College y en la Universidad de Columbia”.

En el campo académico llegó a publicar: Lives In Between: Assimilation and Marginality in Austria, Brazil, and West Africa; The Creoles of Sierra Leone: Responses to Colonialism, entre otros.

En busca de la salvación

El libro de Leo Spitzer no pertenece a la actualidad, ya que es una reconstrucción histórica de las peripecias de su familia –y de otros emigrantes– que fueron refugiados de Austria a Bolivia, en junio de 1939. Para tener un panorama global del contexto político de Europa Central, se debe puntualizar que en esos años hubo una creciente intolerancia hacia los judíos, la cual fue tonificada a través de los medios masivos de comunicación, en donde resaltaban la “diferencia e inferioridad biológica/racial y convencer a las masas de que esas características eran insuperables y permanentes”.

Disponible en https://apple.co/3NXsxnc

El gobierno nazi para determinar la categoría segregacionista de “judío” utilizó su implacable y efectiva burocracia para acatar las Leyes de Núremberg de 1935 (Ley de Ciudanía del Imperio y la Ley para la protección de la sangre y el honor alemán). Para Spitzer, estas normas jurídicas “proveyeron la base legal para la discriminación y la exclusión antisemita, al servir como la base ‘racial’ para la privación de los derechos políticos y cívicos de todas las personas categorizadas de ‘no tener sangre alemana’.

Aunque estas leyes no estuvieron formalmente incorporadas en estatutos de Austria hasta mayo de 1938, en efecto funcionaron inmediatamente después del Anschluss –palabra alemana que significó unión, reunión o anexión, la cual fue usada para referirse a la fusión de Austria y la Alemania nazi en una sola nación, como una provincia del III Reich–, como guías para la implementación de las medidas anti judías”.

Frente a este sombrío panorama, muchas familias que no habían considerado la salir de su país, comenzaron hacer filas en embajadas, consulados, agencias de viaje, y en puertas de la Hilfsverein (asociación de ayuda), con el fin de salir a países europeos vecinos, como Francia, Países Bajos, Checoslovaquia, Inglaterra, Bélgica, Suiza, Dinamarca, Palestina, Estados Unidos, y países distantes, en donde figuraba el extraño nombre de Bolivia.

En ese intervalo, gradualmente se fue frenando toda salida, al “racionalizar” la burocracia con procedimientos engorrosos de acuerdo a una secuencia establecida y dentro de un tiempo limitado, marcado por un sello con fecha de expiración. Al poco tiempo, hubo el cierre de las fronteras y en las distintas oficinas de migración se encontraba el aviso: “ya no hay visados para los judíos”.

¿Qué se sabía de Bolivia?

“Antes de que mis padres y otros refugiados dejaran Europa –indica Spitzer–, Bolivia había sido para ellos no mucho más que un lugar en el mapa de Sudamérica. No sabían nada de su geografía ni de su clima, y menos aún de su historia, gobierno o economía”. Pero más allá del desconocimiento geofísico, lo que realmente impulsó a los emigrantes fue su desesperación por encontrar un país que los acogiera, “estaban dispuestos a ir a cualquier lugar en el que pudieran vivir con algo de seguridad”.

Los que lograron recibir la visa del consulado de París para luego partir a Bolivia, tuvieron la siguiente interrogante: “Bolivia, dígame ¿dónde queda?”. “Muchos de los refugiados, quizás la mayoría, solo tenían una idea remota del medio cultural y étnico al que iban. De habla española, católicos, indígenas: esos eran los términos que asociaban vagamente con los habitantes del país que les ofrecía asilo”.

Primeras impresiones

Después de un largo y desconcertante viaje llegaron a territorio chileno, para luego trasladarse a Arica, y de ahí partir rumbo a La Paz. Son interesantes los testimonios orales que logró recoger Leo Spitzer de aquellos inmigrantes que arribaron a aquella pequeña ciudad de fines de los años 30.

Se tiene registrado por ejemplo, el recuerdo de Heinz Pinshower que dice: “No esperábamos que la altura fuera tan opresiva. En el tren de Arica a La Paz, las narices y las orejas de la gente sangraban. A algunos hasta les dio una hemorragia”.

Por su parte, Hanni Pinschower manifiesta: “Los indígenas. Nunca habíamos visto nada parecido. Ya en el tren, en las paradas, eran una verdadera novedad: nosotros los mirábamos, ellos nos miraban”. Desde otro punto de vista, Renate Schwarz indica: “Lo que inmediatamente me impresionó de La Paz fue el mal olor, una impresión terrible. Las calles olían horrible. Los indígenas orinaban y defecaban en las calles. Las mujeres se agachaban en la calle, se levantaban las faldas y hacían lo suyo. No había instalaciones sanitarias públicas. Y llevaban sus recuas de llamas por las calles. Y las llamas escupían y dejaban sus pequeños rastros. Las mujeres indias llevaban faldas múltiples y mantas de colores. A veces estaban bellamente vestidas, ricamente vestidas, con alfileres de oro y plata y pendientes de oro. Pero no tenían cultura. No tenían civilización”.

Imágenes de la diferencia

Los distintos sentires de los refugiados son ambivalentes, por un lado, resaltan la naturaleza “espectacular” del Altiplano y las cálidas tierras del oriente, pero, a la vez la sienten como un obstáculo para su adaptación: “Al llegar por primera vez a La Paz, o cualquier lugar del Altiplano andino, la mayoría se enfermaba con el mal de altura (sorojchi), y sufría, por la falta de oxígeno, insomnio, dolores de cabeza y de cuerpo (…). Y si se trasladaban a las tierras bajas semitropicales o tropicales de Bolivia, con sus altas temperaturas y humedad, se enfrentaban al peligro de enfermedades para las que el clima templado del que habían emigrado no les proporcionaba inmunidad ni tolerancia”.

A pesar de ello, los visitantes sintieron gran inquietud cuando chocaron con los pueblos indígenas de occidente, y vieron en ellos “diferencia” y “extrañeza” al contrastar con su propia cultura, que se diferenciaban en su forma de vestir, sus costumbres, sus prácticas, sus festivales, sus comidas, “se comunicaban en idiomas que ninguno de los inmigrantes había escuchado antes, su psicología y su visión del mundo parecían inaprehensibles”, dice Schwarz.

Estas descripciones quedaron plasmadas en varios álbumes fotográficos, que a la larga constituyen un vivo retrato de la vida cotidiana de La Paz de los años 40.

Walter Sanden

Dentro de los refugiados que llegaron a Bolivia, se encontraba el litógrafo y grabador Walter Sanden. “Mis padres –dice Spitzer– acumularon muchos de los impresos monocromos de Sanden, en quebradizo papel de sábana, que hizo en los primeros años de la migración, así como las litografías multicolores más elaboradas que lo caracterizaron más tarde”. Se puede mencionar por ejemplo, su obra Bolivia Pintoresca: 16 Litografías originales en colores de Walter Sanden (La Paz: Edición privada de Sanden, s.f. (¿1940?). En tal sentido, el legado artístico de Sanden, “se caracteriza por un estilo de composición sencillo, de detalles escasos, de contornos y trazos muy bien definidos. Y por uso del naranja brillante, del amarillo y del ocre –colores asociados a las mantas y polleras indígenas–, en litografías que parecen capturar la gama de paisajes típicos de Bolivia”.

También Spitzer resalta que Sanden cultivo el dibujo cómico, que era autoreflexivo y tolerante, conocido como el “humor judío”. Un humor que suponía una relación con las circunstancias que, incluso en los peores momentos, no dejaba de proclamar su intenso amor por la vida y su pulsión de supervivencia.

Memoria histórica

Un dato interesante que relata Spitzer es acerca de las recurrentes preguntas que le hicieron a lo largo de su vida. Unos querían saber cómo era Bolivia, y otros, le sondeaban sobre el rol que desempeñó Bolivia en los años del Holocausto. Sobre este último punto, el autor recoge las siguientes interrogantes: “¿No es ahí donde escondieron muchos nazis después de la guerra?”, “¿No es Bolivia el país donde vivía el criminal de las SS que fue capturado y luego juzgado en Francia?”, “¿No es ahí donde Barbie y otros nazis se ocultaron?”. Al respecto, Leo Spitzer manifiesta: “Sin duda es una ironía, sino una injusticia, el hecho de que para muchos europeos y norteamericanos Bolivia haya adquirido la reputación principal de haber sido un refugio de criminales de guerra nazis, mientras que su historia (fue) un lugar de refugio y salvación para miles de judíos y no judíos (este acontecimiento es) poco reconocida, si no desconocida”.

Recordemos que el libro de Spitzer fue publicado en 1998, y posterior a ello, no faltaron investigadores que se preocuparon sobre esta temática, como es el caso del historiador boliviano Léon E. Bieber quien publicó: Presencia judía en Bolivia: la ola inmigratoria de 1938-1940 (Santa Cruz de la Sierra: Editorial El País, 2010), libro que fue traducido al alemán el año 2012; Dr. Mauricio Hochschild. Empresario minero, promotor e impulsor de la inmigración judía a Bolivia (Santa Cruz de la Sierra: Editorial El País, 2015); y Judíos innovadores en Bolivia. Aporte al desarrollo y gratitud (Santa Cruz de la Sierra: Lewy Libros, 2015).

Nazis en las calles

Para los inmigrantes judíos fue inevitable escapar de sus fantasmas y sus espectros que tenían el nombre de “nazismo”. Recuerda Spitzer, que durante la década de 1940 y 1950, muchos refugiados estaban convencidos de que había nazis caminando por las calles de La Paz: “Una mañana, meses después del fin de la guerra, –refiriéndose a su abuela– había regresado a nuestro apartamento en Miraflores gritando: ‘Dios mío, acabo de ver a Goebbels cerca del mercado. ¡Está vivo!’. En mi familia, esas palabras fueron luego citadas con mucha frecuencia”. Pero estas apariciones no eran en su totalidad fruto de traumas, “algunos de esos villanos eran de carne y hueso”, tal como recuerda Heine Lipczenko: “Muchos criminales nazis llegaron al país (y probablemente todavía estén ahí). Fueron absorbidos por la comunidad alemana local. Eran protegidos por militares bolivianos fascistas. E hicieron buenos negocios con empresarios bolivianos”.

También Liesl Lipczenko afirma: “Si uno iba al Café La Paz al final de la tarde veía a muchos de estos nazis sentados, bebiendo, tomando café o cerveza, comiendo pasteles, conversando, como en su casa, cómodos. Por su puesto, se suponía que ningún judío entraba en ese café”.

Al respecto, el libro muestra dos llamativas fotografías: en una de ellas se encuentran posando varios miembros del partido nazi en La Paz que data de 1935, y la otra, es del Colegio Mariscal Braun de La Paz, en la que se exhibe la insignia nazi y un retrato de Adolf Hitler. Estos retratos manifiestan que en Bolivia no hubo un rechazó a la ideología propagada por el nacionalsocialismo. Este aspecto fue advertido por el político Pedro Zilveti Arce el año 1946, cuando denunció al MNR por tener en su programa de gobierno inclinaciones de “corte incontrovertiblemente filonazi”.

El libro Hotel Bolivia nos recuerda un período poco conocido en nuestra historia, en donde los actores de este estudio fueron las familias de inmigrantes judíos, y es a través de sus vivencias que encontraremos información, curiosidades, aspectos culturales y personajes como el empresario minero Mauricio Hochschild, el litógrafo y grabador Walter Sanden, la polémica actuación del diplomático boliviano Eduardo Diez de Medina, entre otros.

Pero la finalidad de esta investigación, tal como lo menciona Leo Spitzer, es una “modesta ofrenda de agradecimiento al pueblo boliviano por su inmensa bondad” por abrir sus puertas en un momento donde estaban en peligro muchas vidas. Un texto que merece ser leído por las actuales generaciones, y así conocer Bolivia a través de ojos ajenos: porque también la memoria es un viejo recurso para entender nuestro presente.

A 75 años de un magnicidio

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día domingo 25 de Julio de 2021 en la sección ideas en la página 5

Luego del asesinato de Gualberto Villarroel, “hay una herida en la memoria de quienes luchan todavía por una Bolivia libre de logias y de roscas”.

Augusto Vera Riveros

Abogado

Cuando a costa del desprestigiado gobierno de Enrique Peñaranda emerge la figura de Gualberto Villarroel, que lo catapulta a la primera magistratura, éste nunca pudo haber imaginado el trágico final de su vida y el punto de referencia que significó para la historia nacional su artero asesinato y posterior colgamiento a pocos días de haberse conmemorado otro hecho similar, producido un poco más de 135 años antes en el mismo escenario.


Entonces no puede dejar de verse en ambos acontecimientos que, de por medio, había dos procesos revolucionarios: el primero que germinó una independencia respecto de la corona española, y el segundo en relación a las oligarquías minero-feudales que todavía demarcaban un Estado-minero que controlaba la hacienda y la vida de los bolivianos. Villarroel había inaugurado medidas progresistas de las que el sexenio inmediato y la Revolución del 52 se apropiaron.

Quizás en un ejercicio forzado de justificativos a tan luctuoso hecho, pudiésemos afirmar que el papel del MNR, de cuyas filas hubo varios ministros que conformaban el gabinete, fue el motivo para el que el militar que terminó siendo presidente constitucional fuera también ajusticiado salvajemente debido a la insidia de una brutal oposición; empero la historia de manera unánime destaca que no solo las roscas plutócratas, sino el comunismo –cuándo no– fueron los artífices del monstruoso asesinato.

Y es que en la política criolla, de comportamiento por lo general repugnante, los intereses partidistas, o por mejor decir, los intereses personales, se han impuesto sobre los del conjunto de la gente. Recuerdo todavía cómo el binomio ADN-PCML, de posicionamientos ideológicos distantes, no tuvo ningún reparo para aliarse en una componenda que, como es de suponer, no tuvo ninguna coincidencia programática, sino que ante el reciclamiento que el exdictador logró después de su nefasto pasado político para hacerse de un espacio en la novísima democracia boliviana, Oscar Zamora Medinacelli, un exguerrillero y jefe de un microscópico partido, vio que aliarse con el ultraderechista y masacrador por excelencia podía ser la única posibilidad de acceder al poder que final y afortunadamente no se dio.

Pero esa es la conducta predominante de los políticos cuya venalidad, inconsecuencia y oportunismo ponen en evidencia sus imposturas, si eso les posibilita cooptar el poder aunque sea a costa de la más mínima credibilidad. Y eso es lo que ocurrió cuando el PIR y el POR se pusieron en total acuerdo con el Departamento de Estado para situarse del mismo lado de los grandes empresarios mineros, y juntos ponerse al frente de una contra revolución despiadada, comprando sangre en los mataderos para pintar paredes como si perteneciera a simulados estudiantes victimados por el gobierno de la Radepa y el MNR, poniendo al servicio de tan innobles métodos a plañideras para marchar por las calles de luto por sus inexistentes muertos. Y lo evidente es que ese espeluznante crimen fue ni más ni menos que el culmen de una muerte anunciada, porque esas fracciones que en Bolivia, y no es secreto, nunca alcanzaron notoriedad ideológica, por lo que a lo largo de su existencia tuvieron que apelar a la violencia, hicieron una oposición áspera, siempre destructiva contra el gobierno de la Razón de Patria.

El imperialismo, la rosca minera y el latifundismo vituperaban a Villarroel por lo que hacía, pero el estalinismo y el porismo lo atacaban por lo que era incapaz de hacer. Esto es lo que sucedió: Villarroel se vio acosado durante todo su mandato por la clase proletaria que lo acusaba de reaccionario, pero también por la burguesía salvaje que lo sindicaba de defender la doctrina marxista. Sin duda que del lado de la izquierda hubo una responsabilidad compartida entre trotskistas y marxistas que tácitamente consensuaron con el tan denostado imperialismo, no solo la caída, sino el magnicidio más resonante de la historia republicana.

Cuando Gualberto Villarroel, acorralado en el Palacio Quemado por sus detractores, fuera aconsejado para responder a la balacera inclemente que se produjo para eliminarlo, en una muestra más de su integridad moral, fue categórico al rechazar tal posibilidad aun sabiendo de su inminente trágico final, en un mensaje de que él sí estaba dispuesto a dar su vida por la patria sin haber tenido, afortunadamente, la posibilidad de conocer el repulsivo slogan de “patria o muerte”, cuya vacuidad comprobamos muchos años más tarde. Aceptó su muerte con resignación y cuando ya había renunciado, aunque todavía no supo la manera cruel en que se planeó esa fatalidad, fue aventado de la manera más inhumana desde un balcón del Palacio, cayendo en la pétrea acera.

Hace un tiempo una anciana, en la plenitud de sus facultades mentales, que por esos aciagos días era una joven núbil, me contaba que por su condición de hija de un policía de alta gradación en el cumplimiento de su trabajo, pudo acercarse al lugar del fatídico suceso justamente unos segundos antes de que se precipitara el cuerpo, y ver la expresión angustiante, la mirada moribunda y el estertor de un militar de honor, ante la mirada risueña de los criminales golpistas, pero también percibir el gemido mortuorio y el clamor pavoroso de muchos entremezclados en la turbamulta, por el que luego fue colgado de ese farol de la ignominia. Los “contrarevolucionarios” un día antes habían emitido un comunicado expreso de hacer uso de la pérfida “acción directa” que tienen como método de lucha.

La prensa de la época tampoco se abstuvo de lapidar a un gobierno que fue constitucional, y pletóricos de un triunfalismo falso con que llenaron por mucho tiempo sus páginas, coadyuvaron al rótulo de revolución popular a un hecho que no pudo exceder el epígrafe de crimen bárbaro desconociendo el orden establecido.

Y aunque la historia hizo una reparación de la figura histórica de Gualberto Villarroel, cuando este 21 de julio se cumplieron 75 años del oprobioso hecho, hay una herida sangrante en la memoria de quienes luchan todavía por una nueva alborada para una Bolivia libre de logias, de roscas y de comunistas. No se trata de hacer remembranza laudatoria de quien pudo tener errores en el ejercicio de su mandato, aunque sin lugar a dudas fue un hombre íntegro, sino de condenar con vehemencia el deshonor de la historia que no se la escribe como se la quiere, es cierto, pero que quien es practicante de la democracia anhelaría que fuera como la patria la merece.

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