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La visión chueca sobre Arguedas

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día 27 de Agosto de 2017 en la revista Miradas en las páginas 19, 20 y 21


Alcides Arguedas a comienzos del siglo XX
En la actualidad uno puede percibir con un poco más de claridad esta disputa ideológica entre liberales y nacionalistas de mediados del siglo XX, pero ambas corrientes “contrapuestas” o “antagónicas” en el fondo propugnaron lo mismo: la toma del poder. Freddy Zárate

La historia de las ideas políticas nos permite comprender ciertos periodos históricos donde brotan elementos de cohesión, conciencia e identidad. Por otro lado, la crónica de las ideas nos refleja una instrumentalización de argumentos y discursos ideológicos que llegan a tergiversar la política y la cultura. Ambos elementos señalados nos conducen a la figura del intelectual Alcides Arguedas (1879-1946), que todavía nos proporciona material amplio para el análisis historiográfico de Bolivia.
Alcides Arguedas, Juan Francisco Bedregal, Armando Chirveches y Abel
Alarcon

La leyenda negra del antipatriotismo arguediano

Después de la muerte de Arguedas el crítico literario Carlos Medinaceli (1899-1949) escribió de modo clarividente: "En Bolivia, muy pocos -Bautista Saavedra, Fabián Vaca Chávez-, se atrevieron, desafiando el ambiente, a aplaudirlo, pero más fueron los que lo recibieron como la descarga eléctrica de un rayo (…).

Lanzaron contra el autor y el libro Pueblo enfermo sus más condenatorios apóstrofes. Comenzó entonces a fraguarse la leyenda negra del antipatriotismo de Arguedas, que siempre ha acompañado, como una maldición al autor de Los caudillos bárbaros.

Al poco tiempo, los presagios de Medinaceli se manifestaron -no justamente en una visión crítica- sino en una opinión demoledora mediante el pensador indianista Fausto Reinaga (1906-1994), quien señaló: "Arguedas, esa rústica mediocridad, que quiso ser novelista, historiador y sociólogo; pero que apenas llegó a escribir trivialidades en la perrera, como un lacayo de los intelectuales de 6ta. clase de Europa. Su obra no tiene una gota de verdad perdurable. Toda ella es un odre de fariseísmo, aberración y mentalidad canalla”.

Ambos argumentos (Medinaceli y Reinaga), aunque muy distintos entre sí, nos muestran incomprensión, desprecio y la escasa recepción académica que tuvo Arguedas en Bolivia. Esto parece ser una verdad de Perogrullo, compartida por gran parte de la opinión pública y muchos intelectuales. Pero haciendo una revisión historiográfica desapasionada se puede poner en entredicho a Medinaceli y Reinaga y por qué no, a un gran segmento de la sociedad boliviana que sigue esta apreciación hasta el día de hoy.

El entusiasmo arguediano

El escritor y político Tristán Marof (1898-1979), indica (en el año de 1938) como testimonio personal: "Como todos los de mi generación, a cierta edad desprevenida leíamos al señor Arguedas. Su libro Pueblo enfermo nos produjo un enorme entusiasmo”.

Décadas después, (en el año de 1961) Marof confirma esa recepción académica indicando: "Arguedas por ese tiempo se encontraba en el cenit de su carrera de escritor y no le agradaba que nadie osase criticarle ni en un ápice, tal era su egolatría y la estimación que tenía de sí mismo”.
Arguedas, Miguel Unamuro, Francisco Garcia Calderón y Hugo Barbagelata

Marof se pregunta: "¿Cómo atreverse a enfrentar a un literato consagrado a quien se le hacían elogios de los más connotados hombres de letras?”. Marof siendo ambivalente en sus juicios afirma: "De todas maneras su nombre significa un hito (…). Desconocerle sería superfluo.

Arguedas es un escritor de calidad con todos sus defectos y su ignorancia enciclopédica”. Otro testimonio similar es del escritor y político Augusto Céspedes (1904-1997), quien escribió: "Yo mismo suscribí cuando era estudiante un petitorio al presidente Saavedra para que nombrase a Arguedas Cónsul en París, en atención a su monumental obra.

Le defendí junto con Antonio Alborta Reyes cuando Fernando Diez de Medina ensayó sus primeras armas de escritor contra el maestro del pesimismo (…). Pueblo enfermo agradó al público”.

También el diplomático y escritor Gustavo Adolfo Otero (1896-1958), en una carta fechada en marzo de 1924 le expresa a Arguedas: "Debe estar usted satisfecho no por haber escrito la historia de Bolivia, sino la historia de los errores de los bolivianos.

Este es el libro que necesitábamos, un libro que fuera como la fuente de Narciso, donde podamos contemplarnos con todas las ínfulas de nuestra vida criolla”.

En el año de 1934 llama la atención que el propio Carlos Medinaceli, miembro de La Gaceta de Bolivia, saluda con profundo respeto y admiración al gran patriota y escritor que hay en Alcides Arguedas, el hombre que después de René Moreno -dice Medinaceli- ha escrito las mejores páginas libres que el país necesitó y de las que los fariseos abominan.

En la década de los años 40, José Antonio Arze (1904-1955) pronunció un emotivo discurso en un acto de homenaje póstumo a Arguedas en la Universidad de Chile (1946) en la cual expresó: "La presencia de Arguedas, aun después de muerto él, es la presencia de la voz acusadora contra los liberticidas, de la voz de estímulo para perseverar en la lucha indeclinable y valerosa por la creación de una Bolivia verdaderamente democrática y próspera”.

Estos argumentos nos muestran que durante décadas, el nombre de Arguedas fue el más apreciado dentro del país.

Pueblo enfermo

Alcides Arguedas publicó Pueblo enfermo en 1909 en una editorial de Barcelona. Estuvo prologado por el escritor español Ramiro de Maeztu. Fue un golpe sensacional, un éxito en España y en Hispanoamérica. Recibió comentarios de las plumas más prestigiosas de su época (Miguel de Unamuno, José Enrique Rodo).

Pero es necesario precisar que Pueblo enfermo no fue el primer ensayo que seguía y se inspiraba en premisas o puntos de partida forjados al calor del positivismo social sino "era la voz de una época”.

La temática fue reflejada en la ensayística latinoamericana como: El triste provenir de las naciones hispanoamericanas (1899), del mexicano Francisco Bulnes; Continente enfermo (1899), del venezolano César Zumeta; Manual de Patología Política (1899), del argentino Agustín Álvarez; Nuestra América: Ensayo de Psicología Social (1903), del argentino Carlos Octavio Bunge; Enfermedades Sociales (1905), de Manuel Ugarte y La enfermedad de Centro América (1934) del nicaragüense Salvador Mendieta.

Según los testimonios mencionados, cabe preguntarse ¿Por qué Alcides Arguedas pasa de ser un intelectual respetado y apreciado por la juventud y la sociedad de su tiempo a ser considerado el antipatria y el enemigo de Bolivia hasta el día de hoy?

La posible respuesta a esta pregunta la tienen los propios protagonistas de esta agitada época.

Después de la Guerra del Chaco (1932-1935) en Bolivia surgieron con gran fuerza las corrientes nacionalistas-socialistas y casi simultáneamente nacieron los partidos políticos con esa directriz: 1934: Partido Obrero Revolucionario; 1937: Falange Socialista Boliviana; 1940: Partido de la Izquierda Revolucionario; y en 1942: Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Los ideólogos del MNR llamaron "Rosca minero-feudal” al grupo conformado por los grandes empresarios mineros: Simón I. Patiño, Carlos V. Aramayo y Mauricio Hochschild y sus seguidores, expresión acuñada por Montenegro y Céspedes y convertida en una posición estratégica de identificación de los adversarios principales de la nación.

Visión chueca sobre Arguedas

El Chueco Augusto Céspedes arremetió en la literatura y la ensayística con su triada: Metal del diablo: La vida del Rey del estaño (1946); El dictador suicida: 40 años de historia de Bolivia (1956); y El Presidente colgado (1966). Para Céspedes, el enemigo principal es Patiño y arrastra a Arguedas dogmatizando: "El millonario Simón I. Patiño costeó la edición de su Historia de Bolivia, las atrocidades catalogadas por el escritor nutrido de lamentos y gruñidos (…). Patiño la costeó porque Arguedas jamás atribuyó la enfermedad de Bolivia a la desnutrición obligada por la minería”.

Esta idea cespediana caló profundamente en los intelectuales bolivianos que hasta el día de hoy repiten como un dogma, sin poner en cuestionamiento este período político.

Bajo esta línea de interpretación se encuentra el marxista José Antonio Arze quien declaró: "Políticamente, Arguedas ha militado desde su adolescencia en el Partido Liberal de Bolivia. Ha sido siempre un gran admirador del Presidente Ismael Montes. Recibió ayuda económica del multimillonario Patiño para la edición de algunos de sus libros, y eso debe explicar el hecho de que no haya atacado como historiador a la gran minería boliviana”.

De manera similar, el pensador René Zavaleta Mercado (1937-1984) escribió: "Arguedas, que aplicó la teoría del Pueblo enfermo a la Historia de Bolivia que escribió, no sin dedicar a Patiño uno de sus tomos, es el que expresa de modo más característico la posición reaccionaria”.

También el político y escritor Guillermo Bedregal siguiendo la misma lógica cespediana anota: "Lo antinacional y depresivo fue por su puesto el trabajo literario de Alcides Arguedas cuya obra Raza de bronce, que se perfila como indigenista, es la excepción frente a sus tesis sociológicas como Pueblo enfermo y su Historia de Bolivia, financiada por Patiño y dedicada a este saqueador de Bolivia”.

En la actualidad, el literato Luis Urquieta enfatiza: "Arguedas publicó su Historia general de Bolivia con los auspicios de Simón I. Patiño, dentro de la corriente historiográfica y los prejuicios raciales que contiene la obra de G. R. Moreno”, entre otros.

Tanto Céspedes como Urquieta no propugnan una discusión de fondo sobre la Historia de Bolivia de Arguedas que empieza el primer tomo con La fundación de la República 1809-1828.

Por ejemplo: no hay un estudio en torno a porqué Arguedas empieza su Historia de Bolivia desde 1809 y no hace referencia a la historia prehispánica y colonial de Bolivia.

Estos autores sólo resaltan y reproducen la visión del Chueco Céspedes sobre el financiamiento que hizo Simón I. Patiño. Resaltar con tanto énfasis el auspicio de Patiño hace superfluo el análisis de la obra de Arguedas.

La herencia del Chueco Céspedes en la cultura

El proceso pre-revolucionario y post-revolucionario está cargado por el exceso ideológico del MNR que marcó de manera determinante -hasta el día de hoy- la forma de ver la historia y la cultura. Tal es el caso del Viceministro de Descolonización del actual Gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) Félix Cárdenas que llegó a afirmar lo siguiente: "No es posible que se siga leyendo como texto base hasta el día de hoy a Arguedas que es un texto totalmente racista (…).

En la nueva malla curricular el texto tendrá que ser Las venas abiertas de América Latina por ejemplo”. El Viceministro Cárdenas como gran parte de la población -según el psicoanálisis- cultiva una fijación negativa de acuerdo a la historiografía e ideológica del MNR y para ser más exacta la visión cespediana sobre Alcides Arguedas.

La historia según los vencedores

En la actualidad uno puede percibir con un poco más de claridad esta disputa ideológica entre liberales y nacionalistas de mediados del siglo XX. Como epílogo se puede afirmar que ambas corrientes que exteriormente parecen "contrapuestas” o "antagónicas” en el fondo propugnaron lo mismo: la toma del poder. Ambas visiones anhelaban la modernización de Bolivia. Ambas lecturas fueron acompañadas por una amplia literatura que justificaba sus fines.

El caso del liberal Arguedas y los movimientistas Céspedes y Montenegro no son los únicos casos en la historia sociopolítica de Bolivia, sino son una constante y continúa posición y superposición de intereses de grupo, sector, clase y etnia que conforman proyectos de poder.

Lo que cambia son los actores y contextos políticos. En la actualidad presenciamos la consolidación del proyecto de poder del MAS tras vencer al modelo neoliberal. En el trayecto surgieron sus mártires (Túpac Katari, Bartolina Sisa, los muertos de octubre de 2003) y por consiguiente sus profetas del Estado Plurinacional (Álvaro García Linera, Raúl Chato Prada, Luis Tapia, Carlos Romero, Félix Patzi) y sus respectivos símbolos (Whipala).

El Estado Plurinacional autóctono en su discurso, pero simultáneamente no pierde de vista la anhelada modernización imitativa que está justificada por una amplia literatura multidisciplinaria (sociológica, antropológica, histórica, jurídica) como mero apéndice del poder. La historiografía movimientista de la década de los cuarenta y el actual proceso de cambio del MAS nos remite a la conocida sentencia: la historia la escriben los vencedores. imagen imagen

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