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Los guerrilleros “no pasarán”

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día domingo 22 de Octubre de 2017

Para mostrar un poco lo que pensaban los “del otro lado”, en el quincuagésimo aniversario de la muerte del Che reproducimos el mensaje del 19 de julio de 1967 del entonces Vicepresidente del país, poco después de que el foco guerrillero se hiciera público.


Nada hay en la tierra que más ansíe nuestro pueblo que la paz, pero no hay nada, absolutamente nada, que le haya sido negada en forma tan sistemática y cruel como esa paz que tanto anhela.

El incario fue un imperio "más inspirado en la conquista pacífica que en la guerra”. "La América indo-española -nos dice el colombiano Arciniegas- ha representado el caso único en la historia universal de una masa humana, así de grande, que permanece 300 años en paz”. Durante la República, las guerras internacionales en que se vio envuelto nuestro país, tuvieron generalmente carácter defensivo y las revoluciones internas no se desbordaron, salvo terribles excepciones como las de 1930 y 1946, en convulsiones sangrientas, sin duda debido al espíritu pacífico de nuestro pueblo.

Bolivianos y bolivianas:

Ha brotado en nuestra comunidad un foco guerrillero (marzo de 1967) que nada recuerda las acciones de los Lanza y de los Padilla, que perseguía la emancipación nacional; no es similar a las guerrillas de unos bolivianos, que lanzaron hace tres años una voz de protesta, a modo de campanazo pero que se mantuvieron fieles a las instituciones democráticas representativas y lucharon por la vigencia de los derechos civiles y políticos.

Foto periodico Página Siete
Acá y ahora ha surgido una guerrilla que ensangrienta nuestro suelo y lleva dolor a nuestra gente. Esta acción armada busca sustituir el pluralismo por el régimen del partido único; nuestra democracia por el totalitarismo; nuestras libertades por el exilio de miles de compatriotas, los tribunales por el paredón; y la cruz por la hoz y el martillo.

Acá y ahora, ha surgido un movimiento violentista que enfrenta no únicamente al gobierno del General Barrientos, sino a la nación entera. La guerrilla intenta crear en Bolivia una situación de anarquía, semejante a la que se ha desencadenado en varias regiones de Colombia y que, a pesar del tiempo transcurrido no se puede extirpar ni pacificar; o al terrorismo que ha dominado en ciertos momentos a Venezuela y que para aplastarlo se ha recurrido a la represión gubernamental; o al estado de violencia generalizada que reina en Guatemala. En última instancia, el foquismo internacional cree que puede dominar Bolivia como ocupó un país tribeño en África.

Que no se llamen a engaño los ingenuos: en esta acción insurgente no hay adolescentes incautos ni románticos idealistas; que no se llamen a engaño los demagogos que quieren pescar en río revuelto: un nuevo régimen, salido de sus filas, acabaría con sus partidos o sus grupos y las mismas prisiones se abrirían para recibir a los demócratas que militan tanto en el Gobierno como a la oposición.

Que no se equivoquen los calculadores, aquellos a quienes a fuerza de medir riesgos les penetra la cobardía, pues pasado el tiempo en que se aprovechen de su silencio cómplice, de su postura vergonzante y de su posición amarillenta, rodarán también sus cabezas o deberán, para salvarlas, comenzar el largo y penoso camino del destierro con o sin sus mujeres y sus hijos, perdiéndolo todo, incluso el honor.

Debe tenerse en cuenta, que cuando las guerrillas o el terrorismo, su hermano gemelo, llegan a echar raíces y consolidarse, siempre en la destrucción, se imponen por el miedo, aprovechan todas las divisiones y fomentan todos los odios, de tal manera que su erradicación toma años de lucha y cuesta miles de vidas. Muchas veces, perdura por décadas. Tenemos los casos de Irlanda del Norte, del País Vasco, de Colombia y de tantos países que viven desgarrados por sus interminables secuelas.

"No pasarán”

Pero esto no ocurrirá en Bolivia. Los extremistas no pasarán. El peligro de la patria amenazada, el amor a la tierra, el sentimiento de solidaridad con nuestros soldados que mueren por defenderla, nos unirá, y la unidad, una vez más, como en Ingavi, nos salvará.

Está dicho: no intentamos radicalizar posiciones y dividir a Bolivia en corrientes irreconciliables. Buscamos, por el contrario, unirlas en un consenso en el que se incluyan todos los partidos y todos los ciudadanos y habitantes con la única condición de que sean patriotas.

Tú, ciudadano demócrata: agentes intervencionistas intentan torcer la libre determinación de los pueblos y poner su régimen por la fuerza.

Tú, mujer: no puedes permanecer indiferente ante la amenaza que se cierne sobre tu hogar y sobre tus hijos.

Tú, minero: que buscas legítimamente mejorar tu situación, no lo hagas al precio de la guerra civil.

Tú, campesino: defiende tu sayaña de la colectivización que propugnan las guerrillas estatizantes de la tierra.

Ha sonado la hora. El país debe movilizarse. Está en contienda. El campo y las ciudades, las mujeres y los jóvenes, los trabajadores y los civiles, todos, deben ponerse a las órdenes el capitán general y respaldar a las Fuerzas Armadas de la Nación para que, con energía y firmeza, sean derrotados los factores que tiendan a disociarnos, arrastrando el país a la anarquía. En este momento, superando nuestras viejas pasiones y nuestra mezquina política, debemos empeñarnos en que se acabe con la confusión. Debe liquidarse el cálculo y la cobardía, a fin de que podamos eliminar la violencia que amenaza a cinco millones de habitantes.

Permítaseme hacer mías, en este momento, las palabras del paladín de la democracia, el vencedor del nazismo, Winston Churchill, cuando decía: "Si ustedes me preguntan cuál es nuestra divisa, puedo responderles con una palabra: victoria, victoria, a pesar del terror, por muy largo y difícil que sea el camino, victoria para poder sobrevivir”.

El otro enemigo

El enemigo más peligroso, sin embargo, no está en Ñancahuazú. Está en nuestras quintacolumnas, en aquellos que incitan a la discordia y siembran el desorden. El peligro está en aquellos de los nuestros que roban, quitando nuestra fuerza moral; en aquellos de los nuestros que cometen violencia excesiva haciendo peligrar la justicia de nuestra causa; en aquellos que con el pretexto del comunismo quieren aplastar toda demanda de justicia; en quiénes confunden con el enemigo a todos aquellos que no piensan como nosotros; en aquellos que, llevados del espíritu de venganza, quisieran ensañarse en contra del adversario, olvidando que no somos verdugos sino soldados de una causa.

Nosotros, apasionados de la paz y del trabajo constructivo, defensores de los perseguidos, nos vemos inducidos a llamar a la conciencia pública, pues nos posee una justa indignación porque se ha escogido un pueblo pobre para horadar su débil economía, con la interrupción del trabajo, con los gastos de la defensa, con la lucha en extendidos campos; porque se ha escogido a un pueblo que empezaba a avizorar su progreso y se pretende destruir las bases de su desarrollo; porque se ha escogido a un pueblo que quiere la paz, para hacer de él un polvorín, aproximarle la llama y hacer saltar a todo el continente.

Al terminar, quiero que el clarín llame a guardar un minuto de silencio, en memoria de los valerosos oficiales, soldados y campesinos muertos por Bolivia.

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