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Las demandas marítimas y sus protagonistas Parte 2

Esta nota periodistica fue escita por Fernando cajias y fue publicada el 1 de nviembre de 2015 en el periodico página siete en su sección ideas en las páginas 6 y 7

Fernando Cajías hace un recuento pormenorizado de quienes, a lo largo de la historia, aportaron a las sucesivas negociaciones y demandas bolivianas por una salida al Pacífico. Especialmente al equipo detrás del éxito ante la Corte de Justicia de La Haya.

Fernando Cajías
historiador

En todo caso, sin la menor duda, la acción diplomática más importante en la temporalidad 1930 – 1952  fue la gestión del embajador boliviano Alberto Ostria Gutiérrez ante el Gobierno chileno presidido por Gabriel González Videla.

El pasado domingo se publicó la primera parte de este ensayo, en el que analizo el rol de intelectuales, diplomáticos, empresarios, juristas que hicieron importantes aportes en los sucesivos reclamos bolivianos, desde 1840 a 1930. En esta segunda entrega, analizo ese aporte, especialmente el académico, en los últimos 85  años, con énfasis en el equipo de la última y, hasta ahora exitosa, demanda marítima ante La Haya.

1930 – 1952

El Tratado de 1929, entre Perú y Chile, puso fin a una de las posibilidades de solución del enclaustramiento boliviano: tener la propiedad del puerto de Arica.

Hasta 1950, factores, internos y externos, motivaron que la demanda marítima baje de intensidad, pero no por ello dejó de estar presente. Chile se declaró neutral en la Guerra del Chaco y su neutralidad lo llevó a incumplir el Tratado de 1904, al dificultar el tránsito de armas a Bolivia. La actitud de Chile provocó el constante reclamo boliviano. La cuestión fue resuelta en el Convenio de Tránsito de 1937, que establece que libre tránsito significaba todo tipo de carga; pero, en 1937, la guerra había terminado.

Prueba de que la demanda marítima boliviana no estaba archivada, pese al conflicto del Chaco, es el discurso del historiador cruceño y canciller de Bolivia, Enrique Finot, en la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz, celebrada en diciembre de 1936 en Buenos Aires: "Me veo obligado a recordar que Bolivia es la única nación de América que carece de comunicación con el océano…”.

En la década de los 40, el Gobierno boliviano aprovechó diversas ocasiones para una nueva ofensiva con la demanda portuaria. Por ejemplo, la del  canciller boliviano Tomás Guillermo Elío, en mayo de 1943.

En todo caso, sin la menor duda, la acción diplomática más importante en la temporalidad 1930 – 1952  fue la gestión del embajador boliviano Alberto Ostria Gutiérrez ante el Gobierno chileno presidido por Gabriel González Videla.

Si bien  en el curso de las negociaciones ya no se planteó, como solución, el puerto de Arica, sino un corredor al norte de Arica, lo que significaba un retroceso respecto a las ofertas de 1895, 1920 y 1926, esta misión tiene una gran importancia porque logró un cambio de la posición chilena respecto a la demanda portuaria. El canciller chileno Walker Martínez, si bien reafirma la no revisión del Tratado de Paz de 1904, manifestaba, en nota de 20 de junio de 1920, que "animado de un espíritu de fraternal amistad hacia Bolivia, está llano a entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula que pueda ser posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al océano Pacífico…”.

La negociación, por diversas circunstancias, internas y externas, fracasó, pero las notas de Walker Martínez y los discursos de González Videla, emitidos durante las conversaciones de 1950, son fundamentales, como es de conocimiento público, para la actual demanda marítima ante La Haya. Por ello Alberto Ostria Gutiérrez merece tener un lugar preferencial en el Panteón de los protagonistas de la demanda marítima boliviana.

1952 – 2000

Bolivia experimentó un profundo cambio político y social con la Revolución de 1952. Una de sus principales medidas fue la nacionalización de las minas, medida que, a poco tiempo, puso a prueba el libre tránsito por puertos chilenos. A inicios de 1953, un juez del puerto de Antofagasta  impidió que maquinarias y herramientas, destinadas a las minas de Bolivia, sigan camino, aduciendo que pertenecían a los expropietarios de las minas nacionalizadas. El Encargado de Negocios de Bolivia en Chile, el prestigioso abogado Luis Alípaz, presentó el reclamo.

Posteriormente, a partir de la Conferencia de Arica de enero de 1953, entre los cancilleres  Walter Guevara  Arze de Bolivia y Arturo Olavarría de Chile se inicia una década de buenas relaciones, coronada por el Tratado de Complementación Económica Chileno Boliviano de 1955.

Al principio de la década de los 60, la relación se presentó auspiciosa ante la sorpresiva iniciativa chilena de retomar las negociaciones de 1950, expresada en el Memorándum del Embajador Chileno Trucco, de julio de 1961, por el que puso nuevamente sobre la mesa las notas de 1950.

Sin embargo, el 14 de abril de 1962, el presidente Alessandri  ordenó abrir las compuertas de Chapiquiña para que las aguas del río Lauca rieguen el valle de Azapa; lo hizo a pesar de las reiteradas protestas y reservas bolivianas,  actitud que el Gobierno boliviano consideró una agresión a la integridad territorial de Bolivia. Después de la invasión al Litoral boliviano, el desvío de las aguas del río Lauca  fue el episodio de mayor ruptura entre ambos países. Tanto que, a consecuencia de ello, el Gobierno boliviano decidió la ruptura de relaciones con Chile  y presentar su protesta ante la OEA.

Por diversas circunstancias, especialmente la influencia de la Guerra Fría en la OEA, por la que se daba prioridad al bloqueo de la revolución cubana, la protesta boliviana fue admitida, pero no se llegó a una solución práctica. El Libro Rojo, editado por la Cancillería de entonces, queda como testimonio. Varios diplomáticos bolivianos participaron en la protesta boliviana, entre ellos los historiadores  Eduardo Arze Quiroga y Jorge Escobari Cusicanqui, quien ha escrito importantes libros sobre el tema, al igual que los historiadores Valentín Abecia y Juan Siles Guevara.

El desvió de las aguas del río Lauca  tuvo como consecuencia la reavivación de la demanda marítima boliviana. El objetivo nacional de retorno al mar se puso nuevamente en primer plano.  El mayor logro de la  diplomacia boliviana fue introducir el problema de su mediterraneidad en el seno de la Organización de Estados Americanos. En ese cometido varios cancilleres y embajadores jugaron un importante papel.

Los sucesivos gobiernos bolivianos de las décadas de los 60, 70 y 80, optaron por dar prioridad a presentar la demanda en la OEA y en otras organizaciones multilaterales. Sin embargo, también se dieron negociaciones bilaterales como  la emprendida entre los gobiernos de Banzer y Pinochet.

El Gobierno chileno reconoció la necesidad de buscar fórmulas para solucionar la mediterraneidad que afecta a Bolivia. Como se restablecieron las relaciones diplomáticas, tuvieron papel importante los embajadores Guillermo Gutiérrez Vea Murguía (que escribió un libro sobre su misión) y Alberto Violand. Destacan en el equipo de asesores Ronald Maclean y el historiador Ramiro Prudencio, quién ha escrito el libro más importante sobre esas negociaciones.

Es también importante destacar que, durante la negociación, se formaron  equipos de especialistas y personas notables para elaborar alternativas de negociación. El más importante fue el del Consejo Nacional Marítimo, Conamar, coordinado por el empresario Adalberto Violand, cuyos resultados no han tenido mayor difusión. También se dieron encuentros de notables como el Encuentro de Cochabamba de abril de 1974, que terminó fragmentado por la utilización, en política interna, de la declaración del encuentro. En octubre de 1977 se produjo el fin de la negociación y en marzo de 1978  nuevamente se rompieron las relaciones entre ambos países.

La transición del militarismo a la democracia fue particularmente violenta y anárquica. En cuanto a la demanda marítima, el año 1979 fue el más emblemático; al recordar el centenario de la Guerra del Pacífico se multiplicaron las publicaciones y los desfiles. En el campo multilateral, se presentó una situación favorable, al reunirse la asamblea de la OEA en La Paz, que fue aprovechada al aprobarse la resolución que califica la demanda boliviana de interés hemisférico e insta a que se encuentre una solución equitativa para que Bolivia obtenga acceso soberano y útil al océano Pacífico. El principal protagonista fue el propio presidente Walter Guevara Arce, quien ha dejado importantes escritos sobre el tema.

La década de los 80 se caracterizó por profundos cambios políticos, especialmente  porque desde 1982 se consolida el sistema democrático. Los sucesivos gobiernos bolivianos reiteraron la demanda portuario boliviana ante la OEA, consiguiendo sucesivamente diferentes resoluciones de apoyo, entre la que destaca de 1983, por haber sido firmada por Chile. En cuanto a las negociaciones bilaterales, destaca la denominada "enfoque fresco” que se realizó entre 1986-1987. En principal protagonista fue el historiador Jorge Siles Salinas, quien ha dejado un importante libro sobre la negociación. La negociación bilateral fracasó nuevamente, pero durante esa década se consiguió una permanente simpatía a la causa boliviana en organizaciones multilaterales, tarea que fue realizada por muchos diplomáticos y ciudadanos bolivianos.

Por diversas razones, la década de los 90 se caracterizó por relaciones cordiales entre ambos países. Esta situación se vio favorecida por el retorno a la democracia en Chile y por las múltiples iniciativas de integración latinoamericana. Sin embargo, surgieron nuevos obstáculos, como la postura del Gobierno chileno de reiterar que entre Bolivia y Chile no había nada pendiente.

Los equipos de la demanda del nuevo siglo

El nuevo siglo se abrió con una declaración esperanzadora, la declaración Algarve en Portugal, el año 2000, firmada por los cancilleres Javier Murillo, de Bolivia, y Gabriel Valdez, de Chile, que establecieron la disposición de ambos países de tratar la  agenda bilateral "sin exclusiones”. El interés del Gobierno chileno por beneficiarse en la comercialización del gas boliviano  rebrotó la demanda boliviana, especialmente durante la sublevación popular de octubre de 2003.

Las relaciones entre ambos países se tensionaron profundamente el 2004, cuando se recordaba el centenario de la firma del Tratado de 1904. Esa tensión llegó a su punto culminante cuando se produjo un  intercambio de palabras entre el presidente de Bolivia, Carlos Mesa, y el presidente de Chile, Ricardo Lagos. Uno de los principales protagonistas del reclamo boliviano fue el literato Ignacio Siles, entonces canciller y  promotor del Libro Azul.

Con el gobierno de Rodríguez Veltzé y el primer gobierno de Evo Morales, las relaciones volvieron a la cordialidad y desembocaron en la Agenda de los Trece Puntos, que incluye, en el sexto, la negociación del tema marítimo. Se llevaron a cabo diferentes reuniones de diversos niveles gubernamentales, pero el Gobierno de Chile incumplió su reiterada oferta de presentar una propuesta concreta.

Por ello, a partir de marzo de 2011 el Gobierno boliviano ha iniciado una nueva estrategia al presentar la demanda marítima ante un organismo multilateral de la talla del Tribunal de La Haya. Es bastante conocido el curso de esta demanda y el protagonismo que han tenido en ella las principales autoridades de nuestro país y funcionarios diplomáticos, especialmente el equipo multidisciplinario de Diremar.

Es importante destacar el equipo de asesores internacionales, expertos que trabajaron desde el primer momento y que influyeron enormemente en la decisión del carácter de la demanda, el equipo político encabezado por Héctor Arze  y el equipo boliviano multidisciplinario que trabajó en Diremar.

La creación de Diremar y su posterior organización, permitió, como nunca antes, el trabajo coordinado y continuo por tres años,  de un equipo multidisciplinario conformado por abogados, historiadores, diplomáticos, economistas, informáticos, geógrafos, traductores y administradores. 
Diremar fue dirigido sucesivamente por Rubén Saavedra,  Juan Lanchipa y Emerson Calderón. Este último fue quien logró con mayor énfasis el trabajo plenamente integrado de historiadores y abogados y  bajo su dirección se concluyó la elaboración de la demanda presentada ante La Haya, en la que tuvieron  un rol fundamental  el brillante equipo de asesores externos y la embajada boliviana ante La Haya (en la que trabajan dos investigadores de la Universidad Católica, Farid Rojas y Katerine Brieger). Es importante destacar, en la primera parte del trabajo, la labor del diplomático Erich Kuhn Poppe, a cuyo impulso se debe la creación del centro de documentación.

Entre los abogados y diplomáticos de Diremar, es importante recordar a Diego Molina, Franz Zubieta, Marco  Antonio Barroso, Gustavo Murillo, Windsor Hernani, Vanessa Aliaga, Jorge Estrada, Álvaro Gonzales Quint, Velia Mendoza, Oswaldo Choque, José Villarroel, Milka Costas, Verónica Chávez, Stephan Odena, Marcelo Reynolds y Marcia Monje, cada uno con diferentes aportes cualitativos y cuantitativos.

Entre los economistas Rodolfo Ledezma, Leslie Ríos, Martha Montaño, Rodrigo Burgoa   y Andrés Guzmán. En la sistematización de la información tuvo un rol muy destacado la informática Karina Dávila y también Wilmer Chambi. Los traductores, Teresita Reyes, Fabián Aruquipa, Jean Galaverna y Angela Romay.

El trabajo de los historiadores se dividió en dos fases. En la primera se priorizó la recopilación de fuentes primarias y toda la bibliografía existente sobre el tema. Se identificaron los principales documentos históricos en torno a los diferentes tópicos de interés, tomando en cuenta la época colonial, la época republicana antes de la invasión chilena, las relaciones diplomáticas  después de la Guerra del Pacífico hasta nuestros días.

Este trabajo fue coordinado por mi persona y participaron en la investigación de temas y épocas concretas los historiadores Esther Ayllón, Alexis Pérez y Rodolfo Becerra. El trabajo de recopilación en archivos y bibliotecas de Bolivia, así como en la redacción de ensayos sobre momentos históricos emblemáticos, fue realizado por estudiantes de cursos superiores de la carrera de Historia de la UMSA, encabezados por Stephanie Vargas y Katherine Aparicio, también participaron  los siguientes universitarios: Diego Herrera, Luis Vera, Fabiola Linares, José Pradel, Leslie Pérez, Jesús Llusco, Daniela Troche, Miguel Arroyo, Paola Terán, Hilda Sanche, Mariela Rodríguez, Evelinne Bustillos, Denisse Busch y Silvana Severich. En Sucre el universitario Edwin Mamani, de la Universidad San Francisco Xavier.

En la segunda parte, los historiadores coadyuvaron en la revisión de la parte histórica de la demanda en una labor conjunta de días y de noches  con el equipo de abogados. En este trabajo que demandó muchas horas  participamos Esther Ayllón, como coordinadora del equipo, el historiador cochabambino Gustavo Rodríguez y mi persona. También colaboraron en la revisión de las épocas en las que fueron protagonistas los diplomáticos-historiadores Ramiro Prudencio, Jorge Gumucio y el excanciller Javier Murillo.

Es probable, que por lo numeroso del equipo, se me haya olvidado  un nombre, pido disculpas por ello; pero creo haber cumplido con el objetivo principal de poner en relieve a los equipos e individualidades que a lo largo de la historia han dado su aporte académico, desde puestos subalternos, para mantener vigente la demanda boliviana, desde 1840 hasta la presentación de la Memoria en abril de 2014

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