Fuente: http://www.paginasiete.bo/revmiradas/2014/3/23/partieron-guerra-pacifico-carencias-16565.html
Gonzalo Díaz Díaz de Oropeza
En una carta que el general Narciso Campero escribió en julio de 1879, cuando se encontraba en Cotagaita, Potosí, solicitó al prefecto del departamento, Francisco Buitrago, que no le enviasen pares de zapatos pequeños para calzar a los soldados del Batallón Ayacucho de la Quinta División del Ejército Nacional.
La aclaración era necesaria, pues días antes el Batallón Bustillos había recibido más de 100 pares de calzado que eran de un tamaño tan pequeño que resultaban inservibles para los soldados.
"Que no suceda que vengan de un número tan bajo, como ciento y tantos pares de los remitidos para el Batallón Bustillos que han sido inservibles por ser muy pequeños y propios para niños”, decía Campero en su carta.
Pocas semanas después de la agresión chilena en el Litoral boliviano, en marzo de 1879 el general Narciso Campero fue nombrado comandante general de la Tercera División del Ejército por el presidente de la República Hilarión Daza; sin embargo, esta división pasó a convertirse en la Quinta "en vista del enorme número de voluntarios en toda la República”, como afirma Roberto Querejazu Calvo en su libro Guano, salitre y sangre.
Campero debía reclutar a sus tropas sobre todo en los departamentos de Potosí y Tarija; y rápidamente se formaron los batallones Bustillos, Ayacucho, Tarija y Chorolque, "cada uno de 500 hombres”, además del escuadrón Méndez de 140 jinetes, según Querejazu.
En mayo de 1879, Campero permanecía en Potosí y ya se habían puesto en evidencia las carencias que aquejarían a los combatientes, pues el militar informó que luego de conformar el Batallón Ayacucho, le fue imposible conseguir frazadas para sus miembros; y además, que el Batallón Bustillos, que ya estaba en camino a Cotagaita y se encontraba en la localidad de Puna, tampoco tenía abrigo.
El general incluso decía que "de los 500 hombres que partieron de Tarija ha habido 100 enfermos y cinco han muerto de frío”.
A principios de julio, tras recibir la orden de dirigirse a San Cristóbal de Lípez, por parte del presidente Hilarión Daza y el ministro de Guerra Manuel Othon Jofré, Campero y sus hombres se trasladaron al poblado de Cotagaita, a 180 kilómetros de la ciudad de Potosí.
Fue así que el 11 de julio de 1879 en esa población, el general Narciso Campero escribió su carta para pedir el envío de 470 pares de zapatos para los miembros del Batallón Ayacucho, que tenían "urgente necesidad”, pues estaban "materialmente descalzos”.
"En este concepto, se dignará usted enviar a la brevedad posible 470 pares de zapatos del número 39 al 40”, solicitaba Campero al prefecto de Potosí, Francisco Buitrago.
Informe
La última semana de julio, Campero todavía permanecía en Cotagaita y el día 27 informó a sus superiores que la División que comandaba no podría dirigirse a San Cristóbal de Lípez hasta dentro de 15 o 20 días, pues las carencias no se habían salvado. Además, por la nieve que había caído, la ruta a San Cristóbal de Lípez estaba intransitable.
Campero argumentó que el Batallón Tarija se hallaba casi desnudo y no se había provisto de capotes a los miembros del Batallón Bustillos. Sin embargo, para remediar en algo estas carencias, las empresas Huanchaca y Guadalupe habían facilitado 4.000 varas (1 vara equivale a 0,83 metros) de bayeta.
En cuanto al dinero, el general sólo disponía de 12.000 bolivianos, cuando lo mínimo que se requería eran 15.456 al mes para el pago a jefes, oficiales y soldados.
También había carencias de animales de carga, pues para trasladar el material de la comisaría de guerra se requerían 100 mulas aparejadas con sus respectivos arrieros, pero apenas se contaba con tres. Asimismo, el forraje para éstos y los otros animales no eran suficientes.
Campero decía que en todo Nor Chichas sólo había 700 quintales de forraje, que no eran suficientes para emprender la marcha porque diariamente se necesitaban 125 quintales de grano.
En cuanto al armamento, el comandante informó no sólo que le habían entregado 1.800 rifles Remington de los 3.000 que le habían prometido, sino también que la mitad de la munición era inservible, ya que la pólvora no era de buena calidad y no explotaba. Además, los proyectiles se dilataban y trancaban en la recámara del arma, por lo cual después de cada disparo había que despejar el cañón.
Así, al finalizar su informe, Campero decía que bajo esas circunstancias era imposible movilizar a la Quinta División y que en caso de hacerlo "el único resultado sería doloroso, estéril y ridículo”.
Por ello, el general afirmó estar obligado a permanecer en Cotagaita, de donde saldría sólo cuando las condiciones estuvieran aseguradas.
Respuesta
Daza y Jofré respondieron el 13 de agosto al informe de Campero y manifestaron estar disgustados porque la División no se había desplazado. Ambos argumentaron que cuando el general había sido nombrado comandante de la Quinta División, se le habían dado todas las autorizaciones políticas y militares que pudiera necesitar para proveerse, así como fondos saneados que de por sí ya eran escasos; y además que la provisión de armamento se había hecho con grandes dificultades. Así, se le ordenó que hasta fines de ese mes la División debía iniciar su marcha hasta Huatacondo.
El historiador Roberto Querejazu afirma que Campero replicó que no se podía exigir la inmediata salida de la División, mientras no se asegurase el abrigo y la munición para la tropa, además de una cantidad mínima de animales de carga para trasladar víveres y forraje desde San Cristóbal a la costa.
Incluso Campero decía que en caso de llegar a San Cristóbal no se sabría qué hacer, más que esperar y consumir los escasos recursos, por lo que no valía la pena partir, pues los 10 días que tomaba la marcha de San Cristóbal a Huatacondo se los debía hacer en pleno desierto.
Carencias insalvables
Un día después de la llegada de la orden de Daza y Jofré, el 14 de agosto, Campero solicitó el envío de un doctor para reemplazar al cirujano del Batallón Tarija, Luis Pallares, que había fallecido. Y también pedía el envío de otro doctor para el Batallón Chorolque, que hasta entonces había sido atendido por "físicos de ajenos cuerpos”.
El panorama de escasez no parecía cambiar, pues el 15 de agosto, el general continuaba haciendo demandas; esta vez de herramientas que habían sido solicitadas por el armero de la División. En esa misiva se decía que de la prefectura se había enviado una maestranza incompleta, por lo que "no proporcionaba los medios de reparar en su caso el armamento que se deteriore”.
La situación era complicada, pues el 16 de agosto Campero informó al prefecto de Potosí que los 6.000 bolivianos de remesa que había recibido de esa dependencia sólo sirvieron para cinco días "de socorro ordinario de la División”. El general incluso reportaba que al no contar "con un solo centavo en caja” había recurrido "al extremo de pedir de Tupiza una suma prestada para reintegrarla con el contingente” que había solicitado el día 13; por lo que solicitaba el envío para hacer la devolución "sin pérdida de tiempo”.
El 19 de agosto, desde el Tesoro Público de Potosí informaron al general que era imposible mandar otro contingente con la brevedad que requería, pues los fondos para la Quinta División estaban agotados.
Salida de Cotagaita
Hasta el mes de octubre se continuó con el intercambio de misivas, en las cuales el comandante de la División expresaba sus demandas y los jefes superiores ordenaban la inmediata marcha de las fuerzas a su cargo. El 10 de ese mes, el ministro de Guerra Jofré, desde La Paz, conminó a Campero a que elaborase un plan para llegar a Calama; y el general Daza le ordenó que se desplazara a San Cristóbal y Canchas Blancas.
Campero decidió finalmente conducir a la Quinta División a San Cristóbal de Lípez, "aunque con la seguridad de que iba a sacrificarla por falta de recursos, tal vez antes de que llegara a ocupar su puesto en la línea de operaciones”.
Pero antes, el comandante "declinaba de toda responsabilidad” si sus fuerzas no llegaban a enfrentarse con el enemigo.
En semanas previas a la decisión de Campero se habían conseguido mulas compradas en Argentina, así como munición e incluso grano para los animales, que había sido donado por la empresa Huanchaca. Asimismo, como afirma Roberto Querejazu, se había procedido a reclutar indígenas, a quienes se adiestró en el manejo de sus hondas.
En esas semanas previas también se había adquirido lana, con la cual los soldados hilaron y tejieron sus propias prendas "conforme a sus conocimientos”.
Otros efectivos colaboraron con los agricultores de la zona, pues se les ayudó a limpiar sus campos de cultivo y abrir acequias de riego, todo con el fin de aumentar sus siembras en beneficio de las tropas, según Querejazu.
Así, el 11 de octubre de 1879 el general Narciso Campero y sus principales colaboradores -entre quienes se encontraban los coroneles Miguel Estenssoro, Ezequiel Apodaca, Juan Bautista Ayoroa, Rufino Carrasco, que refiere Querejazu- partieron al frente de la Quinta División rumbo a San Cristóbal de Lípez.
Pero la marcha de la Quinta División, conocida también como la División Errante o División Perdida, es otro episodio de la historia de Bolivia y la Guerra del Pacífico.
Por ello, el general afirmó estar obligado a permanecer en Cotagaita, de donde saldría sólo cuando las condiciones estuvieran aseguradas.
Respuesta
Daza y Jofré respondieron el 13 de agosto al informe de Campero y manifestaron estar disgustados porque la División no se había desplazado. Ambos argumentaron que cuando el general había sido nombrado comandante de la Quinta División, se le habían dado todas las autorizaciones políticas y militares que pudiera necesitar para proveerse, así como fondos saneados que de por sí ya eran escasos; y además que la provisión de armamento se había hecho con grandes dificultades. Así, se le ordenó que hasta fines de ese mes la División debía iniciar su marcha hasta Huatacondo.
El historiador Roberto Querejazu afirma que Campero replicó que no se podía exigir la inmediata salida de la División, mientras no se asegurase el abrigo y la munición para la tropa, además de una cantidad mínima de animales de carga para trasladar víveres y forraje desde San Cristóbal a la costa.
Incluso Campero decía que en caso de llegar a San Cristóbal no se sabría qué hacer, más que esperar y consumir los escasos recursos, por lo que no valía la pena partir, pues los 10 días que tomaba la marcha de San Cristóbal a Huatacondo se los debía hacer en pleno desierto.
Carencias insalvables
Un día después de la llegada de la orden de Daza y Jofré, el 14 de agosto, Campero solicitó el envío de un doctor para reemplazar al cirujano del Batallón Tarija, Luis Pallares, que había fallecido. Y también pedía el envío de otro doctor para el Batallón Chorolque, que hasta entonces había sido atendido por "físicos de ajenos cuerpos”.
El panorama de escasez no parecía cambiar, pues el 15 de agosto, el general continuaba haciendo demandas; esta vez de herramientas que habían sido solicitadas por el armero de la División. En esa misiva se decía que de la prefectura se había enviado una maestranza incompleta, por lo que "no proporcionaba los medios de reparar en su caso el armamento que se deteriore”.
La situación era complicada, pues el 16 de agosto Campero informó al prefecto de Potosí que los 6.000 bolivianos de remesa que había recibido de esa dependencia sólo sirvieron para cinco días "de socorro ordinario de la División”. El general incluso reportaba que al no contar "con un solo centavo en caja” había recurrido "al extremo de pedir de Tupiza una suma prestada para reintegrarla con el contingente” que había solicitado el día 13; por lo que solicitaba el envío para hacer la devolución "sin pérdida de tiempo”.
El 19 de agosto, desde el Tesoro Público de Potosí informaron al general que era imposible mandar otro contingente con la brevedad que requería, pues los fondos para la Quinta División estaban agotados.
Salida de Cotagaita
Hasta el mes de octubre se continuó con el intercambio de misivas, en las cuales el comandante de la División expresaba sus demandas y los jefes superiores ordenaban la inmediata marcha de las fuerzas a su cargo. El 10 de ese mes, el ministro de Guerra Jofré, desde La Paz, conminó a Campero a que elaborase un plan para llegar a Calama; y el general Daza le ordenó que se desplazara a San Cristóbal y Canchas Blancas.
Campero decidió finalmente conducir a la Quinta División a San Cristóbal de Lípez, "aunque con la seguridad de que iba a sacrificarla por falta de recursos, tal vez antes de que llegara a ocupar su puesto en la línea de operaciones”.
Pero antes, el comandante "declinaba de toda responsabilidad” si sus fuerzas no llegaban a enfrentarse con el enemigo.
En semanas previas a la decisión de Campero se habían conseguido mulas compradas en Argentina, así como munición e incluso grano para los animales, que había sido donado por la empresa Huanchaca. Asimismo, como afirma Roberto Querejazu, se había procedido a reclutar indígenas, a quienes se adiestró en el manejo de sus hondas.
En esas semanas previas también se había adquirido lana, con la cual los soldados hilaron y tejieron sus propias prendas "conforme a sus conocimientos”.
Otros efectivos colaboraron con los agricultores de la zona, pues se les ayudó a limpiar sus campos de cultivo y abrir acequias de riego, todo con el fin de aumentar sus siembras en beneficio de las tropas, según Querejazu.
Así, el 11 de octubre de 1879 el general Narciso Campero y sus principales colaboradores -entre quienes se encontraban los coroneles Miguel Estenssoro, Ezequiel Apodaca, Juan Bautista Ayoroa, Rufino Carrasco, que refiere Querejazu- partieron al frente de la Quinta División rumbo a San Cristóbal de Lípez.
Pero la marcha de la Quinta División, conocida también como la División Errante o División Perdida, es otro episodio de la historia de Bolivia y la Guerra del Pacífico.