La prensa de aquella época elevó al nivel de héroe al capitán José Alarcón, que falleció en un accidente en Buenos Aires en 1917.
David Pérez
A finales de la década de 1960 yo era muy pequeño, pero recuerdo las historias que me contaba mi abuela, Olga Alarcón Rivera, sobre los parientes ilustres de su familia paterna: los Alarcón. Los más célebres eran dos, su tío Abel Alarcón, escritor y poeta paceño muy reconocido, y su tío José Alarcón, quien tenía –y tiene aún, aunque en otra ubicación– un monumento en su memoria por tratarse del primer aviador boliviano.
Foto periodico Página Siete |
La mañana de ese infausto martes, el capitán José Rafael de Alarcón Vidangos, se dirigió, como todas las mañanas desde agosto del año 1916, a la Escuela de Aviación Militar de El Palomar en Villa Lugano, en las afueras de Buenos Aires, donde él y dos compatriotas más –el capitán René Pareja y el subteniente Horacio Vázquez– participaban como alumnos becarios extranjeros (primero hubo uruguayos, luego bolivianos y después llegaron peruanos y paraguayos) de las clases impartidas en la escuela para lograr el título de piloto aviador militar.
Vázquez obtuvo el brevet de piloto aviador el 24 de marzo de aquel mismo año, mientras que el capitán Pareja lo hizo el 17 de agosto, también de 1917.
Los tres ya habían pasado la etapa de formación inicial en los aviones biplanos y biplazas Farman de 50 HP (50 caballos de fuerza), los cuales se usaban en la primera etapa de instrucción para luego pasar a los monoplaza Bleriot. El Farman era un avión muy básico y ligero donde el instructor iba en el asiento delantero y el alumno en el trasero; el alumno pasaba los brazos y las piernas por el cuerpo del instructor para que este pueda controlar los mandos y sus movimientos hasta que llegue a dominarlo.
La cobertura
Según la prensa de la época, el capitán Alarcón "…salió esa mañana para conducir solo uno de los biplanos, fue el último en salir poco antes de las ocho de la mañana. Montaba sin inconveniente alguno pues tenía ya bastante posesión y era suficientemente experto en el manejo. Comenzó a hacer la ascensión en círculos sucesivos alcanzando la suficiente altura que le permitió alejarse del campo de aviación. Desde distancia prudencial emprendió el regreso en línea recta aproximándose hacia los hangares. El fuerte viento, que soplaba en rachas violentas, ponía a prueba a cada instante la firmeza del piloto. De pronto el dispuso retroceder (sic), y al hacerlo coincidió la maniobra con un golpe de viento que precipitó el aparato al suelo desde la altura aproximada de 50 metros.” (El Diario, 24 de enero de 1917).
Lamentablemente, los esfuerzos de camaradas, oficiales y mecánicos que presenciaron la caída, no lograron nada al ser muy graves las lesiones internas y un fuerte golpe en la sien derecha que sufrió en la caída, lo que provocó su muerte pocos minutos después.
Su cuerpo fue transportado en tren hasta la estación de Retiro y de ahí en una carroza fúnebre cubierta con las banderas boliviana y argentina hasta el Círculo Militar, donde fue velado con la asistencia de diplomáticos de varios países hermanos, autoridades militares y pueblo en general.
En todo el trayecto la muchedumbre se descubrió en señal de respeto.
Su repentina muerte causó un gran impacto en el pueblo boliviano, y principalmente en el paceño, donde él pertenecía a una distinguida familia y donde había hecho carrera militar desde joven en el regimiento Avaroa.
Inicialmente, se planeó sepultarlo en el cementerio de Chacarita en Buenos Aires, pero el clamor popular y el pedido familiar hicieron que se disponga su traslado inmediato a La Paz. Su cuerpo fue traído en tren saliendo de Buenos Aires el 28 de enero y llegando a La Paz recién el 5 de febrero debido a los homenajes que se le brindaron en Tucumán, Jujuy, Tupiza y Oruro.
La llegada de los restos a la Estación Central fue –según periodistas que asistieron– nunca antes vista. "Más de 2.000 personas se congregaron en los andenes y una banda de música de un regimiento de infantería hizo los honores de ordenanza. La Capilla Ardiente fue muy visitada por ‘selecta y numerosa concurrencia’”.
El 9 de febrero, a las diez de la mañana, numerosos oficiales del ejército se disputaban el honor y se turnaron para llevar el ataúd en hombros desde la plaza Murillo hasta el final de la calle Ancha (hoy avenida América). En el cementerio se dieron numerosos discursos "… y la concurrencia era tan grande, que la Policía en ciertos momentos se mostró impotente para hacer resguardar el orden en el séquito.”
Honores
Inmediatamente se supo de su muerte en La Paz, la redacción de El Diario tomó la iniciativa para rendirle honores a la altura de quien se consideró un héroe, y propuso que se le construya un monumento. Esta iniciativa tuvo gran acogida entre las diferentes instituciones militares y se formó una comisión para recaudar fondos para tan digna obra y convocar a un concurso de méritos para el diseño y ejecución del monumento que lo inmortalizaría.
Los primeros en hacer una colecta fueron los edecanes del presidente Ismael Montes, y luego los empleados de la Bolivian Railway, que aportaron con 389 bolivianos, y después se organizaron partidos de fútbol, veladas artísticas y otros actos de beneficencia.
El monumento
El concurso fue ganado por el escultor italiano Giuseppe Magnani –autor también del grupo escultórico de Neptuno, que estuvo en El Prado y hoy está en El Montículo– quien plasmó una hermosa escultura en mármol blanco, de tres metros de alto y de aproximadamente una y media toneladas de peso. El monumento consta de un hermoso pedestal o base de casi nueve metros que junto a la escultura propiamente dicha forman un conjunto bello e imponente.
Inicialmente, el monumento se emplazó en la avenida Perú, esquina calle Constitución, donde estuvo desde 1917 hasta 1975, cuando fue retirado porque obstruía la construcción del paso a nivel de la Autopista La Paz-El Alto inaugurada en 1977. Luego fue trasladado e instalado de nuevo en la plaza Melvin Jones (fundador del Club de Leones) ubicada en las calles Julio C.
Patiño y calle 15 de Calacoto. Al haber una incongruencia entre el nombre de la plaza y el monumento, por Ordenanza Municipal 600/2008, se cambió el nombre a Plaza Capitán José Alarcón.
Fue tanta la conmoción popular causada por la muerte del capitán Alarcón, que ocho años después, el compositor Adrián Patiño (autor de Nevando Está o K’unuskiwa) le compuso una cueca llamada Aviador Alarcón, grabada por la Orquesta Popular Boliviana en Columbia Records en 1925.