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Fuente; https://www.youtube.com/watch?v=ZNPV1hunDbg&list=PLBf38eX1kKuMWIAkPEAy8bMfQzOrvXALz&index=29&t=8s


La dramática historia de los afrobolivianos

Esta nota periodistica salio publicada en la Revista Miradas del periodico Página Siete el día 29 de Marzo de 2015 y fue escrita por Victor Montoya


Los afrobolivianos, a quienes casi nunca se mencionó en los discursos oficiales, son parte de la historia de un continente donde los conquistadores, armados , impusieron su voluntad a sangre y fuego.

Víctor Montoya

Con los conquistadores arribaron los primeros esclavos negros al llamado Nuevo Mundo. Los jinetes de Francisco Pizarro llevaban en la grupa del caballo a indios de Nicaragua y a un negro de Guinea, cuya piel oscura dejó perplejos a los súbditos del inca Atahuallpa, como las armaduras de hierro y el estampido de los arcabuces. 
Cuando el negro se apeó del caballo, los indios le invitaron a lavarse creyéndolo pintado. Y mientras los conquistadores les explicaban que, por donación del santo Papa, esas tierras pertenecían ya a los reyes de Castilla, a quienes debían prestarles acatamiento y vasallaje, los indios constataron que el negro no perdía su color ni refregándose en el río. 
Entonces, estupefactos como estaban, pensaron que allende los mares no sólo existían hombres de caras blancas y luengas barbas, sino también hombres de pelos rizados y piel oscura como el ébano, sin sospechar que ellos -los nativos- y los negros serían los esclavos del nuevo sistema colonial.
Representación de la trata de blancas
 Se dice que el inca Huayna Cápac, años antes de consumarse la conquista, escuchó hablar del Sumaj orq’o (Cerro hermoso), donde estaba el preciado metal que ellos usaban para adorar a sus dioses y adornar sus cuerpos. El Inca ordenó clavar los pedernales para extraer los filones de plata;  el cerro se estremeció en un "¡potojsi!” (explosión), y de sus entrañas se alzó una voz cavernosa anunciando en lengua quechua: "¡Kay hunuqnita pallan karumanta jamuytanapaq!” (Esta riqueza está reservada para los que vendrán del más allá). 

Los súbditos del Inca huyeron en desbandada, hasta que en 1545, el indio Diego Huallpa, quien buscaba a su llama fugitiva en las laderas del cerro, hizo una fogata para pasar la noche y ahuyentar el frío. El fuego fundió el metal y, ante la lumbre menguante de las llamas, el indio vio brotar las hebras de plata, blancas como el resplandor de la luna. Los conquistadores, anoticiados del mayor hallazgo de todos los tiempos, acudieron en caravanas desde los más lejanos confines, unos a pie y otros a caballo. 
Al cabo de un tiempo, en aquel cerro admirado por Don Quijote, se abrieron socavones, se levantaron casas y templos. La urbe creció tanto que, según un censo de 1573, Potosí tenía más habitantes que Madrid, Roma y París. 
Los conquistadores llenaron las alforjas de plata y, no sabiendo cómo derrochar su fortuna, mandaron a comprar vinos de España, marfiles de   India, sedas de Francia, porcelanas de China, medias de Nápoles, sombreros de Londres, alfombras de Persia, perfumes de Arabia y, junto a todo este cargamento, las prostitutas más caras del mundo y los esclavos que vendían los "negreros” en las costas del continente africano.
La corona española, al constatar que el dramático descenso de la población indígena se debía no sólo a las guerras de conquista y las enfermedades importadas del Viejo Mundo, sino también a los vejámenes y trabajos forzados, mandó a comprar esclavos negros en los puertos de las Antillas, con el fin de preservar el monopolio comercial de sus colonias y reemplazar la fuerza de trabajo de los mitayos, quienes morían por montones en el laboreo de la mina.
De la colonia a la república
El rey Julio Pinedo
La Colonia convirtió a Potosí en "Villa Imperial” y a los esclavos negros en bestias de carga. Nadie se opuso a la esclavitud de los negros, ni siquiera fray Bartolomé de las Casas, quien, a pesar de abogar a favor de los indígenas con la Biblia en la mano, se olvidó, en una suerte de extraño racismo teológico, que los negros tenían también alma y eran iguales ante Dios, aunque el origen del racismo contra el negro no se debió a la pigmentación de su piel, sino a un fenómeno de orden económico y, según algunos cronistas de la época, a la baratura y superioridad de su fuerza de trabajo.
Los colonizadores ingleses y portugueses, creyendo que la fuerza física de un negro equivalía a la de cuatro indios, organizaron compañías dedicadas exclusivamente a la trata de esclavos negros. Sabían que esta carnicería humana, respaldada por las monarquías europeas y el Papa, daba tantos beneficios como los yacimientos de oro y plata. 
Así, desde 1510 a 1791 -año en que fue abolida la trata de esclavos-, fueron millones los africanos raptados de sus tierras, desarraigados de sus culturas ancestrales y transportados como suministro de fuerza de trabajo a las tierras que los conquistadores expropiaron a los habitantes del Nuevo Mundo. 
De los negros que sobrevivieron a la travesía por alta mar, encadenados como animales salvajes, marcados por el candente hierro y el látigo de mando, los más robustos fueron destinados a Potosí; y de allí, tras largos años de haber trabajado en las minas, sufriendo la peor vejación del colonialismo occidental, se desplazaron hacia la región subtropical de los Yungas, donde aprendieron a convivir en armonía con la dadivosa y protectora Pachamama.
Durante las guerras de la independencia latinoamericana, el libertador Simón Bolívar proclamó la lucha contra la esclavitud y promulgó un decreto que concedía la libertad a los negros. Empero, en un país como Bolivia, gobernado desde las luchas independentistas por criollos y mestizos, los indios y negros siguieron siendo los sectores más excluidos de la sociedad. 
La Bolivia negra, por otro lado, no está registrada en los libros oficiales de historia, cuyos textos, obligatorios en escuelas, colegios y universidades, cuentan sólo la versión de los vencedores, mutilando así los capítulos correspondientes al menosprecio y la esclavitud de los negros.
 
De ellos se sabe poco, y lo poco que se sabe es por medio de algunas fraternidades folklóricas del Carnaval, en las que  los mestizos se disfrazan de morenos, arrastrando sus pesados trajes al ritmo de las matracas y enseñando la lengua colgante de las máscaras, que simbolizan la ironía y la explotación despiadada a la que fueron sometidos durante la Colonia.
 El "apartheid” al estilo boliviano
Los negros, de hecho más desfavorecidos que los indígenas, han sufrido la mayor discriminación social y racial, y han sido condenados a sobrevivir en una especie de "apartheid” boliviano.  Hasta antes del triunfo de la revolución nacionalista de 1952, los negros y los indios no podían ingresar a lugares públicos ni caminar por los barrios residenciales de las grandes urbes. 
Durante siglos, la población afroboliviana vivió una suerte de "apartheid”. No tenía carta de identidad ni figuraba en los censos de población, como si su existencia hubiese sido ajena a la vida nacional, aunque ya el 25 de septiembre de 1840 fue suscrito el tratado de Bolivia con Gran Bretaña, en el que se acordó la abolición del comercio de esclavos. 
Asimismo, según una ley del 11 de noviembre de 1844,  se dispuso que los "que por mar o tierra los introdujeran en Bolivia o los extrajeran de ella para su venta, serán condenados como piratas a 10 años de presidio, sin perjuicio de las demás penas impuestas por el trabajo”. 
Otro tanto hizo la revolución nacionalista de 1952, que les concedió el derecho a tener voz y voto, a elegir y ser elegidos; un derecho que pocos ejercieron hasta la constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, que incluyó recién en el siglo XXI a asambleístas negros en las cúpulas de gobierno.
Baste echar un vistazo al pasado para darnos cuenta de que los afrobolivianos, a quienes casi nunca se mencionó en los discursos oficiales de los demagogos de turno, son parte de la historia de un continente donde los conquistadores, armados de cruces, caballos y cañones, impusieron su voluntad a sangre y fuego. 
Los territorios recién conquistados pasaban a ser propiedad de la corona española y los negros fueron llevados a los yacimientos argentíferos de Potosí, para que ejecutaran los trabajos forzados en el interior de la mina, donde fueron reducidos a simples bestias de carga por la insaciable codicia y el carácter sanguinario de los colonizadores. 
Desde entonces ha transcurrido mucho tiempo para que los negros, que no se acostumbraron al frígido clima del altiplano, se trasladaran a las regiones subtropicales del país, donde se establecieron como agricultores, sin haber olvidado su dramática historia ni su pasado. 
Por eso mismo, no está lejos el día en que aparezca un Alex Haley entre los negros aymaras y escriba, sin intermediarios ni voces prestadas, un libro sorprendente y maravilloso como Raíces, en cuyas páginas se denuncia el violento atropello del que fueron víctimas tanto en sus tierras de origen como en las tierras del llamado Nuevo Mundo.

La supuesta superioridad del hombre blanco ha sido uno de los motivos que pro vocó el menosprecio contra la raza negra, un prejuicio que, acéptese o no, se mantiene vivo hasta nuestros días. 
Si bien es cierto que la esclavitud fue abolida en América en el siglo XIX, es cierto también que la sociedad blancoide y criolla no aceptó la igualdad de derechos de los negros; por el contrario, creó un sistema político de "apartheid”, como en Rhodesia, Namibia o Sudáfrica.
Una reflexión necesaria
Desde que sentí la discriminación racial en carne propia y dejé de creer en la historia oficial de los vencedores, me resistí a compartir el racismo existente en el país, donde la mayoría de los indios y negros no compartían la mesa del patrón ni formaban parte de las esferas de gobierno. 
Los afrobolivianos, por mucho que no sepan precisar si sus antepasados fueron traídos de Senegal o de otras costas del oeste africano, siguieron conservando la tradición de coronar a su rey en la comunidad campesina de Mururata, donde se venera a los descendientes de ese rey negro que, encadenado de pies y manos, murió durante la Colonia. 
El último descendiente de esa casta de "sangre real” es Julio Pinedo, quien, al cumplirse los "500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular”, en octubre de 1992, fue coronado en una ceremonia especial, donde estuvieron presentes los negros, los indios aymaras y los zambos (hijos de india y negro).
Sin embargo, lo patético de esta realidad es que, mientras los afrobolivianos vienen coronando a sus reyes desde 1932, la mayoría de los niños bolivianos, que aprendimos a conocer África a través de las historietas de Tarzán, no veíamos en las calles a más negros que a los mestizos, de caras pintadas con betún y disfrazados con vistosos atuendos, bailando de tundiquis y negritos en el Carnaval. 
Cuando los niños veíamos en la calle a un negro de verdad, nos pellizcábamos el brazo y gritábamos al unísono: "¡suerte para mí! ¡suerte para mí!”... En cambio, algunos, que confundían el exotismo con el racismo y veían a un negro en sus sueños, se despertaban espantados y, restregándose los ojos, exclamaban: "¡enfermedad! ¡enfermedad!...”.
La ignorancia sobre la historia y situación de los afrobolivianos dio lugar a la creación de mitos y supersticiones en torno a sus supuestos poderes mágicos; cuando en realidad, los negros no cargaban suerte alguna ni daban suerte a nadie, ni siquiera a ellos mismos, que habían soportado tanta infamia y discriminación desde que sus antepasados fueron atrapados en sus tierras de origen y vendidos por los "negreros” a los dueños de minas y plantaciones del Nuevo Mundo.
 Así, criollos y mestizos reproducíamos en nuestros juegos las historietas de Tarzán y las películas de cowboys,  en los que nadie quería hacer el rol de negro ni de indio, porque encarnar a estos personajes implicaba morir desollado o con un tiro entre los ojos, a diferencia de Tarzán y del cowboy que siempre resultaban ser los héroes en la batalla, como si sus vidas estuvieran garantizadas por mandato divino.
A medida que fui creciendo, comprendí que el negro no sólo simbolizaba la suerte, sino también la mala suerte y la enfermedad. De modo que en una conversación coloquial, no era extraño que alguien dijera: "pasarlas negra” o "tener la suerte negra”, en lugar de decir: "me encuentro en una situación difícil” o "tengo mala suerte”. 
Pero la frase que más me golpeó, como convocándome a una reflexión necesaria, fue la que escuché en boca de una de mis profesoras, quien, a tiempo de enseñarnos la fotografía de un hombre de raza negra, dijo: "Este hombre tiene el color de sufrido”. Desde entonces no he dejado de pensar en que estas expresiones de desprecio, que los criollos y mestizos utilizan para referirse despectivamente a una persona de tez negra, traslucen una clara discriminación racial.
Ahora entiendo mejor  por qué mi tía, una señora presumida y acomplejada de su ascendencia mestiza, me aplicaba las cremas protectoras en la cara y me ponía un gorro de visera ancha. 
Claro que no era para cubrirme la piel del abrasante sol de la meseta andina, sino para evitar que los vecinos me confundieran con "los niños de color sufrido”. Por suerte, a mi tía no se le ocurrió la idea de blanquearme la piel a la fuerza, como a ese negrito del cuento que murió de pulmonía de tanto que su ama, de raza blanca, lo refregaba en leche fría.
SIN prejuicios
Con el transcurso del tiempo, y gracias a los sermones de un cura tercermundista, mi tía se fue liberando de sus prejuicios raciales y empezó a entender que el hombre negro no era un castigo divino  ni un ser llegado de las catacumbas del infierno, sino un individuo como cualquier otro, con los mismos derechos y las mismas responsabilidades. 
Si bien es cierto que mi tía se liberó de sus prejuicios y los afrobolivianos gozan de mayores derechos y libertad que durante la Colonia, es también cierto que algunos sectores de la sociedad, constituidos por los estamentos más conservadores de la clase dominante, continúan manifestando conceptos peyorativos contra el negro. 
El hecho de agitar las banderas de la biología racial y el socialdarwinismo, y plantear la tesis reaccionaria de que los blancos, genéticamente, son superiores a los negros, y que debido a su inteligencia ocupan los puestos de preferencia en la cúspide de la pirámide social, es una forma de afirmar que los negros son "brutos” y "pobres” por herencia genética; una mentira universal que rechazo enérgicamente.
En América Latina, desde la época de la Colonia, los negros e indios se han sentido socialmente marginados por los criollos (blancos nacidos en América), que siempre gozaron de ventajas sociales y económicas. 
Ellos acapararon gran parte de la propiedad de las tierras y constituyeron la clase dominante, alegando que el color de la piel no sólo era importante como el apellido, sino que también determinaba el estatus social y económico de un individuo de "raza superior”.
En lo que a mí respecta, una vez más, me resisto a compartir la opinión de quienes creen todavía en la supremacía del hombre blanco, sobre todo, cuando sé que Europa y América tienen una enorme deuda con África, con esa cultura que tanto aportó al patrimonio espiritual y material de la humanidad.

Peliculas bolivianas cuando las flores hablan

Pelicula bolivianas cuando las flores hablan fue filmado en Bolivia en la ciudad de El Alto

Bolivian film when the flowers speak was filmed in Bolivia in the city of El Alto


Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=QsxWMYQCqL8&index=30&list=PLBf38eX1kKuMWIAkPEAy8bMfQzOrvXALz&t=20s


Mar para todos

Mar para todos es el titulo de un video hecho por el periodico chileno el ciudadano  a favor de un mar para Bolivia, este video fue censurado en algunos canales de Chile


El cartel de la mentira Version MAS

Un video encargado por Juan Ramon Quintana sobre el famoso Cartel de la mentira compuesto por los medios de comunicación que ofrecen información imparcial

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=GbFvWnGU72U


Pelicula Boliviana Cruel Final (part.2)

Segunda parte de la pelicula Cruel final parte 2

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=n0XPGlwbMsQ


Dos argentinos en la Guerra del Pacífico

Este materia salio publicada en el periodico Página Siete  en la revista Miradas  el domingo 1 de Marzo de 2015 en las páginas 6,7 y 8 y fue escrito por Mario casto Torres


Pedro Toscano Azurmendi, nacido en Malvinas (provincia de Tucumán) y Manuel Isaac Córdoba, natural de Santiago del Estero, se unieron al Ejército boliviano en el conflicto bélico.
Mario Castro Torres*
Excombatientes bolivianos de la Guerra del Pacifico de Alto de la Alianza
En este artículo sobre la Guerra del Pacífico mostramos a dos personajes olvidados de nuestra historia a pesar de su comportamiento heroico. Se trata de un par de militares llegados desde Argentina para ayudar a la Alianza Perú-Boliviana y arriesgar  su vida por amor a esta tierra. Sus biografías son realizadas por Jacinto Yaben entre 1938 y 1940, luego de una exhaustiva investigación, y fueron publicadas en la monumental obra Biografías argentinas y sudamericanas, de donde resumimos lo más relevante.
Pedro Toscano Azurmendi (1857-1925)
Pedro Toscano Azurmendi ( 1857 - 1925 )
Nace en Malvinas, población de la Provincia del Tucumán, el 24 de octubre de 1857. Es hijo de Bernardo Toscano y de Vicenta Azurmendi. Al estallar la Guerra del Pacífico, se incorpora al ejército peruano como sargento primero del Batallón Ayacucho Nº 3 de Infantería de línea. Al hacerlo, pierde automáticamente la nacionalidad argentina.

Participa en varias acciones, destacándose en la batalla de Tarapacá (27 de noviembre de 1879). Durante el combate, Toscano guarnece el sector central, asaltado frontalmente por los chilenos, que capturan el estandarte de su cuerpo. Poco después, el coronel peruano Francisco Bolognesi ordena un contraataque,  Toscano recupera el estandarte tomado poco antes por los chilenos; además, los peruanos logran apoderarse de la artillería y del estandarte del enemigo, que se da a la fuga. Por su actuación, Toscano es ascendido a subteniente.
También tiene un comportamiento destacado en la batalla del Alto de la Alianza (26 de mayo de 1880), donde su cuerpo combate en el sector central, peleando hasta quemar el último cartucho. Durante el ataque final chileno, Toscano es herido por un casco de metralla. Por su valor en la batalla, alcanza el grado de capitán en el Ejército peruano. 
En 1881 regresa a su país natal, pero no se le reconoce los ascensos logrados en la Guerra del Pacífico, por lo que regresa al Ejército argentino sólo como teniente primero, aunque recupera su nacionalidad argentina.
Carrera militar  en Argentina
Entre 1882 y 1885 participa en la Expedición de los Andes, destacándose en la exploración de Yaimá y Lonquimay –en la zona de Ñorquín, Provincia de Neuquén– por lo que en julio de 1885 recibe una medalla de plata. En 1887 es destinado a la zona andina de San Juan, siendo ascendido a mayor el 26 de julio de 1888. Dos meses después, es nombrado segundo comandante del Batallón 10º de infantería de Buenos Aires. Probablemente entonces se casa con María Teresa Inés Austin.
Combate a la Revolución del Parque (26-29 de julio de 1890) en la capital argentina y dirige improvisadamente a 150 policías hasta la rendición de los insurgentes. Por su destacada actuación es ascendido a teniente coronel el 16 de agosto de ese año. Un mes después pasa al Estado Mayor y al siguiente es destinado a Resistencia, en Salta.
Sin embargo, la situación política en Argentina se va deteriorando paulatinamente, por lo que Toscano es enviado a Córdoba, donde el 21 mayo de 1891 sofoca un intento de revolución. Entre marzo  y mayo de 1892  participa en maniobras militares y retorna  luego a Buenos Aires. Luego del estallido de una nueva revolución en Córdoba y Rosario, en septiembre de 1893, Toscano es incorporado a las fuerzas que parten contra la primera ciudad, siendo el encargado de recuperar el control de la cárcel. Luego  es enviado contra los insurgentes de Rosario. Vencida la insurrección, regresa a Buenos Aires y es destinado a Santa Catalina, en la provincia de Jujuy. Allá, el 20 de septiembre de 1895, es ascendido a coronel.
Algún tiempo después, en mayo de 1901, el Perú le otorga una medalla por su actuación en la batalla de Tarapacá, y recibe la autorización argentina para usarla dos años después.

Prisión y  exilio dorado
Durante la Revolución Radical (4 de febrero de 1905) recupera a mano armada un cuartel sublevado en Córdoba y mata  a un sargento. Sin embargo, el 27 de febrero de 1905 es condenado a ocho meses de prisión por "abandono del servicio”. Un posterior decreto presidencial del 20 de mayo del mismo año sube la pena a diez meses de prisión y a la pérdida de su empleo en el ejército. Ante esta situación, varios políticos protestan contra la injusta medida. Por ello, al salir del presidio, Toscano es reincorporado a la Lista de Oficiales Superiores y retoma  su actividad militar.
Sin embargo, nuestro héroe decide buscar otros rumbos y pide licencia para ir a Europa, porque es designado agregado militar en Italia y Suiza. Luego de varios años en esas funciones, regresa a Argentina en 1910 y se reincorpora al ejército al año siguiente. Poco después  obtiene permiso para estudiar en Francia. En septiembre de 1912 pide desde París pasar a retiro, lo que se le concede en octubre de ese año.
Toscano permanece allá probablemente hasta el final de la Primera Guerra Mundial (1918) y retorna  luego a su país natal. Dos años después  vuelve a Europa por razones de salud. Al parecer, se establece definitivamente  en Francia. Fallece en París el 7 de diciembre de 1925 y tuvo la dicha de festejar en agosto de ese año el Primer Centenario de Bolivia, la patria por la que luchó en su juventud.
Manuel Isaac Córdoba Jerez (1857-1907)
Natural de Santiago del Estero. Es hijo de Isaac A. de Córdoba y de Luisa Jerez. Ingresa al Ejército argentino el 1 de septiembre de 1874. Recibe su bautismo de fuego al combatir a los revolucionarios dirigidos por Bartolomé Mitre.
Manuel Isaac Cordova Jerez ( 1857 - 1907 )
En enero de 1875 es enviado a Rosario y poco después a Soledad, en la frontera del Chaco. Participa  en la campaña de conquista organizada por el ministro Adolfo Alsina. El 31 de agosto, Córdoba es ascendido a cabo segundo y el 15 de noviembre a cabo primero. Posteriormente, es enviado a Rosario y luego al fuerte General San Martín, en la frontera sur de la Provincia de Mendoza. Allí solicita su baja, que le es otorgada el 20 de febrero de 1877.

Participación en la Guerra del Pacífico
Cuando estalla la Guerra del Pacífico, se enrola voluntariamente en el Ejército boliviano y perde su nacionalidad argentina. Obtiene el grado de teniente de artillería en el regimiento comandado por el coronel Adolfo Flores. Posteriormente, es destinado al Regimiento Colorados, con el que participa como artillero en la frustrada campaña de Camarones, a fines de 1879, durante la cual el Ejército boliviano no consigue reunirse con el peruano para derrotar a los chilenos en San Francisco.
Córdoba participa junto a los Colorados en la batalla del Alto de la Alianza (26 de mayo de 1880), cuando muestra toda su valía. Con ellos  captura tres banderolas a los chilenos. Además, en un alarde de coraje y habilidad, junto a un sargento y a un soldado, arrebata un cañón Krupp al enemigo. Esta gesta es inmortalizada en la base del monumento al general Francisco Bolognesi, en Lima. En total, los Colorados se apoderan de cinco cañones, tres banderolas, una ametralladora y muchos prisioneros. Además, los Colorados logran rechazar a la caballería chilena y forman  cuadros. Durante la posterior retirada, Córdoba salva la vida de su compatriota Pedro Toscano Azurmendi. Como se ve, Córdoba sin duda es de los más destacados guerreros del combate. 
De regreso en La Paz, es destinado al 7º Regimiento, comandado por el coronel Lisandro Peñarrieta. Poco después  pasa al cuerpo de edecanes del nuevo presidente, Narciso Campero. El 27 de mayo de 1881 es ascendido a teniente primero. Sin embargo, es posible que no esté de acuerdo con EL   cese de hostilidades de facto que se produce entre Bolivia y Chile, por lo que en junio de 1881 pide licencia indefinida del Ejército boliviano, que se le otorga en Potosí. 
De regreso en Argentina
Córdoba vuelve al Ejército argentino pero no se le reconoce los grados alcanzados durante la guerra, por ello  se reincorpora solo cómo alférez, aunque recupera su nacionalidad argentina. Pasa por Santiago del Estero y Tucumán y es destinado a la caballería en el Chaco, donde permanece hasta 1887. Participa en la conquista de la región, destacándose en varias acciones. Por ejemplo, el 12 de agosto de 1883 en Rastrillada mata a seis guerreros indios y hiere a varios otros; y en marzo de 1884  hace una incursión de casi 200 km con sólo seis hombres y quita  ganado a los indios en Dos Lagunas. Por ello  es ascendido a teniente segundo el 28 de febrero de 1885.
Desde septiembre de 1887 es nombrado agregado de la Embajada Argentina en Uruguay. En cumplimiento de esas funciones, el 12 de enero de 1888 es ascendido a teniente primero y a capitán el 2 de marzo de 1889.
Sobrevivientes del Batallon #ro de Infanteria de La Paz
Posteriormente, regresa a Argentina y se incorpora en diciembre de 1888 al Estado Mayor. En 1890 es ayudante del Comisionado Nacional en Rosario. El 17 de abril de ese año se casa con Leonor Real Dequín. Dos meses después regresa a Uruguay como edecán del embajador argentino, Roque Sáenz Peña, antiguo compañero de armas. En febrero de 1892 retorna nuevamente al Estado Mayor y el 2 de noviembre es designado edecán y jefe de escolta del presidente Luis Sáenz Peña (padre de Roque). En esas funciones, el 7 de marzo de 1893 es ascendido a mayor.
El 6 de mayo de 1895 es designado jefe de escolta de la Comisión de Límites con Bolivia, cargo que ocupa por más de siete años, hasta el 27 de noviembre de 1902. Así retorna cerca a la amada tierra por la que arriesga su vida tiempo atrás. Cumplida la misión, retorna a Buenos Aires.
En febrero de 1905 es nombrado presidente de la Junta de Excepciones de Rosario y desde julio de 1906 cumple iguales funciones en Santiago del Estero. Es posible que entonces desarrolle alguna dolencia grave, pues se traslada a Buenos Aires, donde su vida se extingue a las 6:50  del 10 de mayo de 1907, con apenas 50 años de vida.
De esta manera mostramos la vida de dos héroes de la Guerra del Pacífico, que a la larga obtienen más reconocimiento en su país que en el nuestro. Son también una muestra muy elocuente de la simpatía que despierta la Alianza Perú-Boliviana en Argentina. Conviene rescatarlos del olvido para conmemorar los éxitos alcanzados durante una contienda que es recordada principalmente por sus derrotas.

*El autor es historiador, psicólogo y  docente de las carreras de Historia, Psicología y Turismo de la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca.

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